Perseverante y con la frescura que lo distingue, Danny Miche se convirtió en los ojos de los argentinos en el tenis del mundo, al momento de buscar información, conocer la cocina y hasta los entretelones del deporte blanco. Tomando el legado de Guillermo Salatino, Juan José Moro y Chiche Almozny entre otros, se animó además a transformar en libros, tanto la interna de los referentes de la legión durante la Copa Davis, indagar sobre la vida de Juan Martín Del Potro y Gastón Gaudio. En esta larga entrevista cuenta los vaivenes de la vida del deportista.
¿Jugás o jugaste al tenis? ¿Cuánto hace que te dedicás a la cobertura y en qué circunstancias surgió tu interés?
– Jugué al tenis siempre como aficionado, no soy del palo del que intentó ser tenista y como no pudo se hizo periodista. Sigo jugando tenis social, con amigos, con mi mujer o mis hijos, Siempre fue así. Fui a un colegio bilingüe o sea que llegaba a mi casa a las 4 de la tarde y después jugaba al tenis, como también hacía otras cosas. En cuanto al comienzo de mi laburo empecé en el ’88 todavía en la facultad con algunas coberturas en radios zonales, pero podría que empecé profesionalmente en 1990 en la Z95. que era la FM de Radio Del Plata. Hice mi primera cobertura en el Miami Open, Roma, Dusseldorf, Roland Garros y Wimbledon. En realidad surgió porque a mí siempre me gustó el mundo del tenista eera el mix ideal entre el deporte y los viajes. Siempre me encantó viajar, de chico fui a estudiar a Estados Unidos, después me fui a trabajar a un kibutz en Israel. Te hablo del secundario que por ahí no era muy normal, muy común, pero siempre pensé que la mejor inversión que puede haber en la vida es indudablemente viajar. En cuanto a las circunstancias, crecí en la generación donde los tenistas eran como rock stars, los Borg, Mc Enrroe, Vilas, Gerulatis, Connors o Lendl. Para mí cubrir a esos monstruos era maravilloso. A algunos no los vi jugar, pero a partir de ahí enganché y desde entonces que no paro.
¿Qué te enseñaron tus referentes del periodismo?
– Si tengo que elegir un referente no tengo dudas y me pongo de pie, es Guillermo Salatino. De chico sabía que iba a dedicarme al periodismo de tenis porque soñaba con eso. En los 80 volvía del colegio y ponía Sport 80 la tira en que estaban Víctor Hugo, Niembro, Paenza, Ibarra y el columnista era Salatino. ‘pelotas para el tenis Lincoln presenta el tenis con Guillermo Salatino’. Obviamente no había celular ni internet, pero con Salata te enterabas todo sobre cómo le iba a los argentinos. Hay otros referentes como Moro, Chiche Almozni, pero Salata era el mejor. Con los primeros viajes me tocaron coberturas donde estaba él. Imagínate sentarme en una mesa a comer en eso que se usaba antes mucho y que era el respeto a los mayores, cosa que hoy no existe. Hoy vas a un torneo de tenis y por ahí un pendejo que trabaja en una página web o tiene una cuenta en instagram te mira de arriba como diciendo ‘este viejo de mierda quién es’. En mi época era pedir permiso ‘¿me puedo sentar acá?’ y cuando te sentabas con los popes era sentarse a escuchar, aprender, ni siquiera te metías. Después vas creciendo y te empiezan a dar más bola, eso me llevo entre otras cucardas a compartir vivienda con Salata durante suiúltima cobertura de Wimbledon. De hecho se iba a retirar en Roland Garros y lo convencí diciéndole ‘Salata un tipo como vos se tiene que retirar en Wimbledon y me dijo sí tenés razón’. Fue un honor. Es mi referente.

¿Cuándo comprendiste que este podía ser un camino diferente en lo profesional?
– No sé cuándo sentí que iba a poder vivir de esto yo elegí lo que me gustaba y le puse fichas. Yo también trabajaba de chico con mi viejo. Vengo de una casa y de una cultura donde la verdad nunca me faltó nada. Clase media acomodada, a mi viejo le iba bien, fui en un Colegio inglés, vivía en Belgrano. A los 18 tenía un auto pero la cultura del laburo en casa estaba muy impregnada. Mi abuelo polaco vino de la diáspora, con una mano adelante y otra atrás, sin hablar el idioma. Mi viejo estudiaba de noche y de día ayudaba a mi abuelo en un taller donde hacían acolchados. O sea que en casa no había eso de ‘me levanto al mediodía’, a pesar de que yo hubiese podido darme el lujo de no necesitar trabajar. Cuando terminé la secundaria y le dije a mi viejo ‘voy a estudiar Ciencias de la Comunicación, Periodismo deportivo’, me dijo ‘todo lo que quieras pero tenés que trabajar’. Y bueno como mi viejo tenía negocios textiles trabajé. Fui cadete y estuve manejando negocios donde vendíamos acolchados y sábanas mientras estudiaba.
¿Hasta que siguió el periodismo?
-Lo bueno y lo malo de nuestro laburo es que podes ejercer sin estar preparado. Entonces estaban las primeras radios barriales y vos podías armar un programita con los amigos de tenis y deportes donde no te escuchaban ni tu vieja. Caminabas cien metros y ya la radio no sintonizaba. Pero bueno fuimos haciendo escuela, aprendiendo. Yo sabía que de alguna manera por la cultura laboral y el esfuerzo de toda la vida me iba a dedicar a esto. Después son circunstancias, gente que en el camino te va ayudando, casualidades, causalidades. Desde que empecé en el 90, nunca dejé de tener laburo. Tuve otras cosas que hice en el medio, trabajé 20 años para UNICEF organizando campeonatos de golf en toda Latinoamérica. Mientras ejercía el periodismo, fui jefe de prensa de la Asociación Argentina de Tenis. No me puedo quejar. Es un laburo en el cual no te vas a hacer millonario, no hacemos el periodismo político digamos donde pueden existir incentivos. En lo nuestro es todo con el remo. Ningún tenista te va a dar un mango para que hables bien o mal. No existe eso.
¿Cuáles son los pro y los contra de la autogestión?
– Lamentablemente la autogestión en lo nuestro es inevitable. Ni antes, ni ahora, ni mañana ningún medio le va a pagar a un periodista para cubrir Roland Garros. Vivimos en un país muy futbolero. Fíjate cuando un medio hace una inversión por enviar a un periodista para cubrir un evento: básicamente es mundial, Selección, Boca, River y pará de contar. De hecho ESPN que es el canal con mayor presupuesto, casi no manda periodistas a cubrir tenis. Muy de vez en cuando el USA Open, Roland Garros, pero si se juega esa semana Viena o Basilea, todos transmiten desde acá. No gastan un sope. ¿Qué chances de viajar podría tener yo laburando en una radio? Porque los torneos se cubren in situ, no te voy a decir que podes cubrirlos todos porque es imposible. Pero al menos los Gran Slams, la Copa Davis. Entonces me dije que esto debía ser de autogestión. Seguir un modelo de negocio como en algún momento comenzaron Moro y Salatino. Buscar clientes, marcas que te acompañen con eso autofinanciarte y ganar plata porque es tu laburo y vivís de esto. No es fácil pero es el modelo que a mí me resultó. Hoy creo que está agotado, difícil de replicar ahora para los jóvenes porque los medios cambiaron mucho y los chicos tienen páginas web, streaming, cosas de costos más bajo y complejas para financiarse. Sin ir más lejos en el US Open estaba el diario La Nación, yo y nadie más. Vivimos en un país que económicamente no ayuda, hay dificultades para viajar, el periodismo de tenis gasta moneda dura y se factura en pesos, hay que usar el ingenio que no es fácil. Pero bueno, era eso o dedicarme a otra cosa.

¿Cómo caracterizás al tenista?
– El tenis es muy desgastante mentalmente, donde se van formando personalidades muy egocéntricas. Siempre me gusta definirlo como esa competencia donde solo hay un plato de comida y la idea del tenista es que ese plato se comparta con la menor cantidad de tenistas posibles. Entonces todo lo que come tu rival es algo que te perdés de comer. Diferente a un deporte en equipo donde te conviene que tu nueve haga goles, que tu arquero ataje penales. Acá estás siempre queriendo que a tu rival le vaya mal para que a vos te vaya bien. Por eso ha sido tan complicada la Copa Davis de muchos equipos, sobre todo de Argentina. Porque no estaban acostumbrados a compartir. Entonces vos tenías una competencia de Copa Davis y por ejemplo Nalbandian quería que Del Potro pierda. Increíblemente. O Vilas con Clerc porque les es difícil salirse de la competencia de todo el año y formar equipos. El tenista en general es un tipo de mucha personalidad, muy fuerte mental y físicamente. Vos pensá que en el tenis nunca sabés cuándo empieza un partido ni cuando termina. Si vas a jugar dos horas o cuatro o si tenés dos partidos el mismo día porque a lo mejor llovió. Tenés partidos al mejor de 5 sets como en el gran Slam, entonces el tenista es una especie de gladiador y los tipos más fuertes, físicamente y mentalmente son los mejores. Ahí es donde hacen la diferencia.

Tuviste varios cruces con consagrados (Delpo, El Peque) y aun así pudiste remontar vínculos ¿cuál sería la fórmula o tu secreto en tal sentido?
– No sé si tuve enfrentamientos, la relación entre el periodista y el deportista siempre es compleja. Se da mucho eso de “nunca agarraste una raqueta en tu vida” es la manera despectiva para un tenista de descalificarte. Algo que a mí en algún momento me podía afectar y ya no. A los 53 años que tengo me importa tres carajos lo que un tenista diga de mí. He tenido si relaciones conflictivas, con la época de la legión, con quienes no había mucha diferencia de edad. Compartimos muchas cosas, después vas creciendo y tenés hijos y sabés que lo importante pasa por otro lado. Y cuando el tenista deja la carrera y baja a tierra tiene los mismos problemas que tenemos los mayores. Que tu hijo tenga 39 de fiebre es más importante que perder una final en Hamburgo pero eso lo vas a entender cuando sos papá. En su época gloriosa la relación era más tensa, después cambia porque todos estamos con la misma perspectiva.
¿Qué evaluación haces desde tu aporte bibliográfico?
– Mirá no me gusta el periodismo gráfico, me aburre escribir. Lo que escribís ahora mañana es viejo. Por eso me entusiasmó escribir algo atemporal como ‘Maldita Davis’ que muestra toda esta idiosincrasia del tenista argentino y su egoísmo. Me encantó escribir el libro de Del Potro porque no me dejó hacer nada, no se abrió nada, no me dejó acercarme a nadie y tuve que sacar agua de las piedras y eso fue un desafío profesional. Gastón hizo todo lo contrario. Más vivo me dijo ‘sé que lo vas a escribir, en vez de cualquier pelotudez, hablá con los que tengas que hablar’. Y por supuesto pude hacerlo con su familia, con él, con sus amigos, con sus entrenadores y el libro fue muy gaudiano. La verdad es que no tengo ningún proyecto de libro, hoy ningún tenista de argentina amerita, veremos más adelante.
¿Qué opinión te merece el caso Vilas y la ATP?
– El tema de Vilas y su número 1. El trabajo de Eduardo Puppo (NdeR: periodista especializado en tenis que hizo una investigación sobre el ranking que le negó al argentino ser reconocido como número 1 en 1977) es fantástico y le dio más visibilidad. Yo no sé qué más se puede hacer, el ATP no quiere abrir una puerta para que detrás del reclamo de Guillermo surja el de otros jugadores. Es un tema de negocio, no sé cómo va a terminar esa historia.
Desde lo personal ¿qué tenistas te movilizaron más?
– Cuando empecé, mi ídolo era John Mc Enroe, me volvía loco. Después como todo laburo, ya no me moviliza nadie. Que la gente se vuelva loco por Roger, Nadal y Djokovic lo entiendo y está buenísimo, a mi eso me pasa en un concierto con los Stones.. Quizás para un tipo que labura con la banda, ellos ya no lo conmueve. Esto es lo mismo. Juega Federer en segunda ronda y en otra cancha Camilo Ugo Carabelli, porque es argentino y prefiero verlo a él. Pensá que hay gente que pagaría cinco mil dólares por ver a Roger. Es como todo, el que labura en un banco, cuenta millones de mangos todos los días, para el es contar papel, para nosotros sería guau cuanta guita. Respecto de momentos memorables, no sé si tengo alguno, pero me tocó en el 91 ver a Connnors llegando a semifinales con 39 años fue mágico. O Gaby, campeona en el US Open, o Del Potro. Ovaciones a Federer. O aquel día que Nadal perdió con Soderling en Roland Garros que fue una cosa tremenda. Este año, con la despedida de Serena. Todos los momentos grandes me tocó vivirlos porque se dieron en los Grand Slams y ahí estuve. En eso soy un privilegiado.
Con tantas giras ¿qué te dio y te quitó el tenis?
– Viajar que es lo más lindo que hay. El tenis me dio la oportunidad de conocer realmente el mundo y te quita más tiempo con la familia, con los chicos, por eso siempre traté de organizarme para que no me afecte tanto. De a poquito voy dosificando las coberturas, elijo los torneos que más me gusta, trato de que mi pareja, mi compañera me acompañe. No me veo como Salata hasta los 70 haciendo esto.

En Australia Alexander Zverev, reconoció que el uso excesivo del celular le pasó factura y también Stéfanos Tsitsipás tuvo problema con las redes ¿creés que el smarphone afecta a la alta competencia?
– Los tenistas son un apéndice de la sociedad, Sampras y Agassi no tenían instagram porque no existía pero hubiese sido lo mismo que Zverev y Tsitisipas es así, cada uno en cada circunstancia y en cada generación. Si Nadal perdía un partido se iba al vestuario volaba la raqueta y por tres días no podías hablarle. Hoy Zverev pierde un partido va al vestuario se saca una selfie y dicen “hoy no pudo ser, será la próxima”. También si queremos ver un espejo de la sociedad tenística a Federer y Nadal, resulta poco todo lo que compares. Tenemos que bajar el umbral de comparaciones porque esa vara quedó muy alta.
El caso de Guillermo Pérez Roldán tuvo una lógica repercusión ¿sentís que la presión familiar con los tenistas bajó o se mantiene?
– A mí me tocó empezar cuando estaba Pérez Roldan. Lo vi en el US Open cuando abandonó y el padre lo reputeó de arriba abajo. Se conocía, también tiene que ver con – y no lo estoy justificando con esto- el modo en que se ejercía la paternidad de otra manera. Como en el colegio. Cuando iba a la primaria tenía al director de la escuela que te agarraba la patilla, te puteaba y te mandaba a la dirección para que firmes un libro negro. Hoy un profesor le dice algo a un pibe y tenés a la armada en la puerta del colegio, te lo clausuran. Es difícil comparar, hoy se ven otro tipo de cosas, hoy tenés abusos sexuales, de los que se habla un poco más, tenés abuso psicológico, también los chicos empiezan de muy chico, hay de todo pero bueno es un tema de la sociedad, no es exclusivo del tenis.

¿Se puede pensar en la vuelta de alguna generación dorada como la de hace unos años?
– Y esa generación llamada la legión, como en el básquet, va a ser difícil. Hoy nuestro tenis está en una muy buena situación, una base de pirámide. Tenés 25 jugadores argentinos dentro de los 250 mejores del mundo que es el 10 por ciento y con un presupuesto que es la décima parte de EEUU, de Francia, Italia o Gran Bretaña- Eso es milagroso. Hay muy buenos profes, entrenadores, hay hambre, los chicos se dedican, quieren triunfar. Se da el efecto contagio, hay una linda camada sub23 que nos va a dar satisfacciones. Ahora 4 o 5 top ten que peleen Gran Slam, master 1000, como Gaudio, Nalbandian, Coria, del Potro, de esos hoy no hay.
¿Qué le dirías a los padres o chiquxs que se ilusionan con poder competir?
– Hoy es muy difícil, siempre lo fue. Es costoso, llega uno en un millón, necesitás apoyo económico, generalmente de un externo, algún inversionista. Todos los chicos argentinos tienen sponsors, algún familiar, un empresario que ponga la guita porque es todo inversión: en giras, en juniors y no se gana un mango. El tenis es para el top cien que son los únicos que ganan plata y para que eso suceda,al menos tenés que estar en esa lista durante dos años seguidos si estás debajo es a pérdida. Si estás debajo del 300 ni te digo. Hay una diferencia abismal en la facturación. Y como papá vos vas a hacer el esfuerzo. Yo a mis hijos no los incentivé para eso, todo lo contrario. Por suerte en mi caso que tengo seis ninguno estuvo cerca, todo colegio, estudio, inculcarlos en eso sí. No me hubiese gustado tener un hijo que se dedique al tenis. Es una máquina de picar carne, muy jodido, tenés que ser muy fuerte. Bancarte las frustraciones. Pensá que es uno de los pocos deportes donde tenés que acostumbrarte a perder todas las semanas. Son pocos los que ganan siempre. Del resto pierden todos, hasta los buenos pierden. Y hay que lidiar con eso, como padre entre que es costoso, sacrificado, muy duro, deporte durísimo. Encima estás metiendo a tu hijo en ese lugar. Si mirás los campeones millonarios, pero cuántos llegan, no tenemos la bola de cristal “mi hijo va a ser Sampras, Federer qué lindo pero ellos fueron uno. Los otros millones no llegaron a nada. Es complicado.