El otro día en el zoom me pidieron que me quede quieta. Para Consuelo eso es imposible”, describe casi graciosa Consuelo Nieva hablando de sí misma. Acaso con tantos años como librera, según se define y en contraste con esta etapa de enclaustramiento producto de ya sabemos qué, encuentre más sentido a la necesidad de reinventarse antes que estar en movimiento.
Si ambos aspectos no significan lo mismo. Como sea, la responsable de El Aleph lleva veinte años en el rubro y por primera vez admite que le cuesta avizorar lo que viene.
Su historia familiar en esta librería símbolo del Gran Buenos Aires dice que la muchacha se incorporó de muy joven “Me caso con Torres y trabajo desde Berazategui”, informa a El Agora, sin rodeos. La SRL que integran les permite sostener una estructura y capacidad de compras y de pago “para poder autoabastecernos”. Tarea que realizan de modo independiente, lo que representa conseguir los materiales y distribuirlos en las 17 sucursales. Tal logística, sin embargo, se vio afectada con la confirmación del Covid-19. Entre sus empleados (alrededor de 60), los locales alquilados y los depósitos, los responsables tuvieron que actuar contra reloj.
“Fue muy complicado porque la pandemia llega en marzo con el inicio de las clases, que es nuestro fuerte en la venta de textos”, asume Consuelo poniendo el acento en los precios pautados por las editoriales. “Imaginate, sigue, nos agarra con todo el stock adentro. Se paga antes y después cada librero lo va vendiendo. ¿Qué pasó? Cerramos durante tres semanas y los libros quedaron en las librerías”, recuerda casi reviviendo las primeras angustias. Encima, la promoción de libros por Banco Provincia, obligaba a El Aleph a dar una respuesta. “Automáticamente nos pusimos al hombro el compromiso de llevarle a la gente los textos por nuestros medios, casa por casa. Primero tuvimos que contactarlos por teléfono, no quedó nada sin entregar. Fue el módulo de una biblioteca llena la que entregamos sin costo, obviamente”, describe.
Así se fueron organizando con la premisa de que cada chico tuviera sus libros para estudiar. Mucha coordinación en redes y whatsapp.
“Atención personalizada e invisible”, resuena casi como un servicio delirante. “No te puedo explicar lo ingenioso que hay que ser para vender un libro sin verlo. Más allá de que mucha gente busque un material puntual y otros que te dicen ‘¿qué tenés para un nene de tres años? ¿Y para un adolescente? Hubo que reinventarse, mejor dicho ‘ponerse creativo’ porque no hemos inventado nada”, se sincera Nieva en relación a su labor.

Al margen de la dinámica, su vuelta al local lo revive durante la entrevista con tristeza. “Me impactó muchísimo escuchar el silencio de la calle, entender que la librería no va a tener la dinámica de antes”, describe sin disimular sus lágrimas. “Porque yo no voy a poder hacer más las tardes de los cuentos, al menos por un largo tiempo. Ni las visitas didácticas con los nenes. Si la Feria del libro se suspendió, olvídate de la de Berazategui”, dice quien acepta las reglas de juego a conciencia, pero sin eludir su pesar. Aquellas tardes de los sábados que hoy parecen hace una eternidad, le permitió a la librería convocar a decenas de chicos dispuestos a escuchar historias en bocas de sus autores, como Fernando de Vedia, Diego Rojas, Silvia Schujer o Graciela Repún. También fabricar instrumentos o bucear en mundos imaginarios. “Yo nunca estuve en coma pero entiendo lo que pasa hoy como si fuera una persona en esa circunstancia”. No obstante de ello, deposita sus esperanzas en las ciencias y en el desarrollo de la investigación. Aunque “me imagino un verano de pelopincho con barbijo”, proyecta.
Quien compara este presente con el ‘1984’ de Orwell o al mismísimo Eternauta, rescata algunas señales. La buena onda de la gente o las alternativas que aparecen. “Una escuela me convocó e hicimos un vivo, a partir del personaje que creó una docente de Jardín, sobre una situación de encierro. Desde un lugar virtual vinieron a la librería. Duró 45 minutos divirtiéndonos. Yo no sé si los pibes la pasaron bien, pero nosotros sí. Hablando desde el lugar del que se puede y del entorno de los libros. Fue muy gratificante”.
Orgullosa de aquella actividad y de El Aleph, Consuelo no piensa bajar los brazos. Destaca por otro lado, el compromiso de la Municipalidad, en cuanto al cuidado del barrio. “Como comerciante no tengo cosas que exigirles porque veo lo que están haciendo, han desinfectado las veredas, día por medio”, sumando los encuentros virtuales con el Intendente y la promoción de su local y de otros rubros en la página oficial de Berazategui. “Reconozco que haber tenido todo en regla nos ha ayudado muchísimo como el pago del ATP para todos los empleados”, destaca.
En cuanto a lo que viene se anima: “Va a haber un cambio de paradigma. Cada comercio tiene que imponer su impronta y su mercadería. Nosotros salimos con promociones accesibles con material que ya está pago; buscamos efectivo para sostener nuestro compromiso”. Asimismo crearon una campaña con autores argentinos, “Con una consigna: con la compra del libro, recibís una dedicatoria personalizada del autor por audio. Así por ejemplo si Adela Basch es tu escritora preferida, ella te habla al oído”, explica en relación al inminente día del niño, con 15 escritores comprometidos más sendos videos. “Es maravilloso”, define orgullosa.
Capital Humano
Respetar protocolos y hacer un seguimiento de los libros representan la principal virtud de la librería. “Nosotros no queremos estar en Mercado Libre. Lo que hicimos fue aprovechar nuestro capital que es el capital humano. Que el delivery vino para quedarse en las librerías sí. Que hay que prestarle atención a las redes sí, pero que va a ser siempre así, no lo sé”, explica con sus interrogantes a cuesta. “Lo único que espero es apelar a que seamos una sociedad distinta. A que entendamos que leer nos hace personas. ¿Sabés que pegó un librero en su cortina cuando cerró en tiempos de Macri? ‘Si usted hubiera leído más, esto no hubiera sucedido’ Porque podés disentir, pero te puedo decir que yo vendía a un promedio de 8 libros de apoyo del secundario y era parte de la currícula. ¿Son medidas de Estado? Sí, son medidas de estado. ¿Hacen que la economía circule? Y sí. ¿Es lo mismo leer en digital que en papel? No es lo mismo. El espacio íntimo que te da la lectura el objeto en formato papel, no te lo da otro”, sentencia. Acaso todos los formatos y contenidos digitales (sea de lectura o multimedia), atenten contra esa intimidad de la que Consuelo pregona. Por último, al preguntarle sobre la pérdida de interés por el libro durante la pandemia, Nieva concluye: “Yo le decía a mis clientes que la cuarentena es mejor con libros y todos lo aceptaban, ‘sí la lectura nos salvó la cuarentena’”.
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