Por Miguel O’Byrne, presidente de FIAS
El Instituto fue creado por la visión de los dirigentes de FIAS (la Federación de productores nucleados en las Rurales de Santa Cruz) allá por 2010 y tomando como base el Instituto Nacional de Yerba Mate y el IPCVA. O sea que la Ley 3144 con la que fue creada, ya cumplió 10 años. Sin embargo, por diversos factores internos y políticos, el Decreto Reglamentario recién se obtuvo en 2018, y en noviembre de ese año se realizó la Asamblea Constitutiva, seguida por la primera Asamblea Ordinaria.
Su Consejo de Representantes está integrado por productores, la industria lanera, la frigorífica y los organismos nacionales del INTA y Senasa; por la provincia lo integran el Consejo Agrario provincial (CAP) y lo completa un representante de la Comisión de agricultura y ganadería de la Cámara de Diputados de Santa Cruz. En total son 17 miembros titulares más sus suplentes. Lo preside siempre el sector productivo.
La concepción tuvo que ver con la necesidad de contar con una herramienta que genere recursos tangibles y ayude a sostener las rurales, promover la actividad y tener una presencia más sólida en los ámbitos técnicos y de discusión, cosa que nunca se pudo lograr con fondos consecuentes en más de 120 años de nuestra ganadería provincial.
Iniciar un Instituto desde cero no ha sido simple pues no hay antecedentes iguales en la provincia. Siendo un ente de derecho público no estatal, la arquitectura y requerimientos son bastante más complejas que los de una sociedad comercial o de una institución sin fines de lucro como los que conocemos. Todo ese lento proceso ya ha sido recorrido, incluyendo los reglamentos Internos de funcionamiento y normativas administrativas para otorgamiento, desembolso y rendición de partidas presupuestarias.
Los objetivos del IPG son claros: mejorar y aumentar la producción ganadera en la provincia mediante acciones que promuevan llevarlo a cabo. Eso incluye el fortalecimiento de las rurales, la capacitación a productores, jóvenes y trabajadores; la investigación, la promoción de nuestros productos, la implementación de buenas prácticas de manejo ganadero, la interacción con organismos nacionales e internacionales, la firma de
convenios, inversiones, entre otros.
Se nutre de una contribución obligatoria que realizan los productores por la venta de su lana y hacienda a faena y que durante 2020 ha sido definida en un 0,4% de las mismas. Para graficarlo, sobre una lana de USD3,50 el kg sucio representa unos $5 (pesos) por oveja y unos $10 – 12 pesos por cordero de un valor estimado de $ 2.800-3.000 cada uno.
El presupuesto de contribuciones para el ejercicio 2020 terminado en junio 2020 era de $12.7 millones. Debido a la crisis de aranceles entre EEUU y China se frenó el comercio internacional de lana, y luego más todavía por los efectos de la pandemia covid- 19.
La recaudación cayó a menos de $ 8 millones pero aun así se cumplieron dos premisas base: Más del 50% volvió a las rurales mediante proyectos de mejoras estructurales, funcionamiento y promoción. Así fue que las Rurales de Lago Argentino, San Julián, Santa Cruz, Piedrabuena y Puerto Deseado invirtieron en arreglos, ampliaciones, modernización y adecuación de sus instalaciones y predios, poniéndolas en valor para sus socios y para compartir con todos los integrantes de la sociedad. Parte de esos fondos también se utilizaron para sueldos y funcionamiento, eje que eligió la Rural de Río Gallegos, que además utilizó fondos para promocionar parte de la Fiesta del Cordero y la compra de corrales portátiles para el predio ferial de exposiciones.
Un monto de $1.6 millones fue utilizado para pagar los fletes de cuatro equipos de alimento y pellets de alfalfa donados por la CAPOC (Cámara de Productores Ovinos de Córdoba), más la compra y distribución de tres equipos de fardos de alfalfa, para las regiones más afectadas por las grandes nevadas y el gélido invierno. Estas acciones se coordinaron a través de FIAS y las rurales de la provincia.
Hay cada vez más temas que la producción sustentable debe abordar, y para ello las rurales y la FIAS necesitan recursos para diagramar y llevar a cabo las acciones que se definan año a año. Es lógico que las rurales prioricen poner sus instalaciones en condiciones y vuelvan a proveer la asistencia administrativa necesaria para la mejor atención de sus asociados, antes de encaminar proyectos de más largo plazo. Por lo que estimamos que parte de los recursos de 2021 aun irán para completar esas mejoras, largamente retrasadas en muchas rurales. Igualmente se recomendará que parte de sus asignaciones se canalicen en aspectos de mejoras productivas, que son vitales tanto para el desarrollo como para la subsistencia de muchos emprendimientos.
Hace varios años estamos con una producción relativamente estable de ovinos y bovinos, que rondan entre los 2.2 a 2.4 millones de lanares y entre 100 y 120 mil vacunos. Pero hay que tener muy en cuenta que la producción de los mismos podría ser significativamente mayor a lo actual, si se logran mejorar varios índices básicos: El destete de corderos está cerca o debajo del 60% y lo mismo o menos aún, con los terneros. Nunca podremos crecer cualitativa ni cuantitativamente si se siguen tolerando esos indicadores. La prueba está que hoy la cantidad de productores o unidades productivas en la provincia ronda los 500, el número más bajo en 80 años.
De las 23 millones de hectáreas antiguamente “asignadas” a la ganadería, hoy están en producción entre 12 y 13 millones. ¿Por qué? Entre parques y reservas hay 2 millones, petróleo y minería han neutralizado otro millón, hay un millón en tierras privadas sin producción y/o puestas en conservación, y entre 6 y 8 millones de hectáreas abandonadas o vacías y fuera de producción, casi todas en la meseta central. Eso indica que en las 12-13 millones en producción la carga promedio ovina es de 0,20 por hectárea, o 5 ovinos por hectárea. Con las nuevas tecnologías satelitales el INTA ha determinado que la carga ovina está correcta en función a la disponibilidad de forraje y que incluso en los últimos 20 años hay una leve tendencia positiva en el estado general de los suelos. Eso es a pesar de incluir unos 2 millones de guanacos, que siguen creciendo descontroladamente y cuya dieta es compartida en un 80% con los lanares.
Las áreas abandonadas y las en conservación formal o por elección, están teniendo efectos esperables no deseados con el crecimiento de la fauna predadora, en particular el zorro y el puma. Data recogida por el sector productivo indica que en vastas regiones las mortandades por depredación se están duplicando con respecto a los últimos 15 años.
Los eventos climáticos siguen siendo erráticos y duros, diferentes que hace 50 años atrás. Antes eran los largos y crudos inviernos. Hoy son las recurrentes sequías, que afectan a la producción del pastizal, contribuyen a la baja de las napas de agua, a aumentar las inversiones en aguadas, molinos y bombas solares, a tener que buscar más tierras para mantener en umbral de hacienda de equilibrio para que un negocio tenga renta mínima, etc.
Las pérdidas por múltiples factores frecuentemente no medidos en cada establecimiento, son más que preocupantes en muchos casos, y llevarán al cierre de emprendimientos. Mientras los productores de punta trabajan intensamente en desarrollar alternativas genéticas y económicas de más rentabilidad, instrumentando un abanico de buenas prácticas y certificaciones a nuestra producción, los demás necesitan comenzar a recorrer un camino similar pero su prontitud estará condicionada a sus capacidades financieras.
Los temas que deberán priorizarse en el IPG en los próximos años pasan por varios temas estratégicos: si van a ser cada vez más secos y calurosos, y a cada tanto tendremos inviernos rigurosos, hay que implementar la suplementación a escala, cuya contribución quedó bien demostrado durante el durísimo invierno 2020: Invirtiendo el valor del 10-15% de una oveja, ($400-500) se la podría haber salvado, y a su cordero.( $ 4.000 + 2.800). Luego está la suplementación estratégica a lo largo del año midiendo y corrigiendo la CC (condición corporal) de vaquillonas, borregas, carneros y toros pre-servicio, vacas y ovejas pre servicio, melliceras y el preparto, etc. Todas cosas perfectamente probadas en la región que ahora dependen de inversión y adopción. Aquí jugará un rol importante la provincia con la puesta en funcionamiento de los silos de Punta Quilla, y la transferencia tecnológica con extensión que pueda brindar el INTA. Pero para ello, primero debemos diagramar un buen Plan.
La ganadería genera a valor “tranquera” entre 55 y 75 millones de dólares al año, dependiendo de las circunstancias y precios. Las pérdidas de producción por bajos índices de destetes, el desequilibrio con los guanacos, las muertes incrementales por depredación suman sin exagerar, entre 30 y 40 millones de dólares al año. Si convertimos nuestro stock lanar y vacuno a EO (equivalente ovino) podemos decir que tenemos unos 3 millones de ovinos equivalentes en la provincia. Esto significa una pérdida de 10-15 dólares por ovino. Hoy cada ovino está facturando entre 20 y 30 dólares anuales, por lo tanto las pérdidas ocultas o de renta perdida implican entre un 50% y un 70% de los ingresos anuales, algo insostenible.
Los recursos anuales del IPG, con una tasa del 0,4% rondarán los USD200.000. Con estos fondos se debe abarcar lo mencionado más todos los temas estratégicos que se definan para el corto y mediano plazo, sean los constructivos como los destructivos y que se deberán abordar con la visión no solo de los productores sino de todos los integrantes del Instituto, para lo cual deberemos saber mirar más allá de las coyunturas anuales. Todo ello sin perder de vista la difusión y promoción de nuestros productos naturales, manejarlos responsablemente para contextos cada vez más exigentes y en línea con las demandas sociales mundiales.
El Instituto es una muy buena herramienta para ayudar a catalizar los objetivos que se vayan estableciendo año a año, y esperamos que todos sus integrantes sepan ver y apreciar la oportunidad que nos presenta, para el mediano y largo plazo.
Para anuario Merino