Los principales cultivos de la campaña de gruesa 2024/2025 ya se encuentran implantados, lo que significa que, entre otras cuestiones, es importante empezar a observar la nutrición de los suelos con vistas a la producción de otoño e invierno. En este sentido, El Ágora entrevistó a tres especialistas que abordaron las necesidades de fertilización, tanto en lo inmediato como para el mediano y largo plazo.
El investigador en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), docente en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y miembro de la carrera de investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Octavio Caviglia; el profesor titular en producción de cereales y oleaginosas en Universidad Nacional de La Pampa e Investigador Independiente del Conicet, Martín Díaz-Zorita; y el investigador de INTA y Conicet, Fernando Salvagiotti, coinciden en un elemento principal, en la Argentina se reponen menos nutrientes de los que se extraen en la producción.
Para Caviglia, la campaña de gruesa atraviesa rendimientos variables según las zonas, especialmente en términos de disponibilidad hídrica. Caviglia destaca la importancia de planificar la fertilización de los cultivos de fina “que se aprovecha para corregir deficiencias y generar residualidad” para la gruesa 25/26.
Por su parte, Díaz-Zorita, suma otro elemento: la oferta de agua en el corto plazo será “de promedio hacia la escasez”, resalta. Este y otros elementos configuran un momento complejo, en donde sin dudas la fertilización jugará un papel importante.
Un dato que aporta Caviglia es que “en la Argentina obtenemos el 50% del rendimiento que podríamos obtener. El rendimiento potencial limitado sólo por el agua es de 6.500 kg/ha, y en promedio se obtienen 3.300”. Esta brecha es consistente entre zonas, agrega.
Salvagiotti, señala que en todos los suelos se encuentran “pérdidas de materia orgánica, bajos niveles de fósforo y nitrógeno, y la fertilización muchas veces no alcanza”. Coincide Díaz Zorita en que “en la Argentina disminuyen los indicadores de fertilidad, por ejemplo, el fósforo extractable, lo que limita el crecimiento en etapas tempranas”, y agrega: “Corremos de atrás”.



Un problema de largo plazo
El balance negativo de nutrientes en los suelos argentinos no es una novedad. “En otros lugares del mundo se fertiliza sólo si la campaña lo requiere. Acá tenemos que hacerlo todos los años para por lo menos igualar el resultado anterior”, explica Díaz Zorita. Normalmente se trata de suelos muy fértiles, pero cada ciclo productivo extrae nutrientes que luego no se reponen, a lo que se suman procesos de degradación como la erosión hídrica.
Esta situación se explica por varios motivos. En primer lugar, los márgenes productivos son muy estrechos, “se vienen reclamando reducciones impositivas que mejorarían esos márgenes, que podrían entonces aplicarse a tecnología y nutrición”, señala Caviglia. Esto se combina con que en Argentina el 70% de la producción se hace en campos arrendados. Salvagiotti señala que en general “los mejores manejos se dan en campos propios”, dado que los beneficios de un planteo a largo plazo no se pierden si el lote mantiene un mismo dueño. Por otro lado, a diferencia de otras dificultades como enfermedades o plagas, que pueden detectarse antes, los problemas de nutrición no se observan sino hasta la cosecha. “Nos podemos equivocar y no nos damos cuenta”, advierte Díaz Zorita.
Un salto de calidad
La falta de nutrientes perjudica los rendimientos potenciales, especialmente cuando las campañas son óptimas porque “al ser bueno el clima y las condiciones generales, pero estar agotados los suelos, no podemos expresar ese potencial”, señala Caviglia.
Es por ello que con vistas a la nueva campaña agrícola 2025/26, desde Fertilizar AC resaltan la importancia de los diagnósticos y dosis adecuadas de fertilizantes porque “de lo contrario comprometeremos los rendimientos de la próxima campaña”.
Caviglia aporta el siguiente dato: “Entre el 15 y el 20% de los productores realiza análisis de suelos”. Esto implica que no todos los productores saben qué fertilización necesita su lote. Este desconocimiento impide identificar la oferta de nutrientes y saber de qué modo planificar. Los tres especialistas coinciden en que ese conocimiento es fundamental. Salvagiotti agrega que es importante el abordaje integral, que incluya cultivos de cobertura, que aportan nitrógeno y mejoran la fertilidad física y microbiológica.
Por el lado de los nutrientes, Caviglia resalta la importancia del fósforo, “que queda en el suelo de un año a otro”, y que es fundamental en el crecimiento de las plantas en las etapas tempranas.
Sin embargo, la pregunta se sostiene: ¿Cómo se logró en otros países ese salto hacia adelante en nutrición? Con planificación y la participación de otros actores de la cadena “permitió que se incrementarán los niveles de fertilización por sobre las necesidades inmediatas”, aclara Díaz-Zorita.
“El productor sólo no puede”, ejemplifica Díaz-Zorita. Productores, dueños, dirigentes, analistas, agrónomos, todos los participantes pueden aportar algo. “Lo que hacés hoy repercute en el futuro”, cierra el especialista.

