No es un artista cualquiera ¿bueno quién sería capaz de asumir tal mote? Lo concreto es que al conocer al multifacético Juan Tauil, queda más que claro que los moldes o preconceptos como casi todo en el presente, se van desvaneciendo entre prejuicios y lugares comunes. Periodista, performer, músico y sigue la lista, Tauil nació y se crió en Fernández, una pujante ciudad agrícola-ganadera de Santiago del Estero y se trasladó a sus 18 años a Buenos Aires para codearse con algunos referentes de los medios (Lalo Mir, María Negroni, Cristian Alarcón), alternando el periodismo con sus clases de canto con Pepa Vivanco. A la vez que creaba la banda de folklore queer Sentime Dominga, con la que visibilizaba la violencia de género, la discriminación contra el colectivo travesti.
Después de dos discos con Sentime Dominga y la pandemia, Juan volvió a juntarse con el percusionista Federico Orio, con quien se empezaron a esbozar las Audiocrónicas. Largos ensayos en los que los ritmos de los bombos se fusionaban lentamente con la musicalidad de las palabras. Los Años Luz Discos es un sello que apoyó a Juan desde su primer proyecto, cuyas canciones forman parte de su legendario catálogo. Finalmente este viernes 15 de julio a las 20 en la sala David Lynch de Tai Teatro (Charlone 1752, CABA) Tauril podrá darse el gusto de exponer lo que tanto tiempo le llevó experimentar su búsqueda. Con Santiago, por supuesto, en el centro de la escena.
¿Cuáles fueron tus propósitos (si los tuviste de manera específica) con Audiocrónicas y qué tipo de auditorio o público imaginas que lo escucharía?
– Audiocrónicas nace por una necesidad propia de crear un género nuevo en el que yo pudiera asociar mis saberes, en el que pudiera fusionar la música con la literatura y que me permitiera poder jugar con las palabras recitadas y con las palabras cantadas al mismo tiempo. Mi proceso de creación no surge de un público imaginario, sino que responde a un deseo personal de crear un universo sonoro, un lugar onírico al cual poder volver. Este disco doble de Audiocrónicas es un collage formado por elemento de mi tierra natal cuyo resultado final es un Santiago del Estero mágico, amoroso y profundamente argentino.

Tu formación periodística y radial parece hacer de este trabajo una intensa propuesta comparable a los podcast ¿te interesa también este formato?
– Audiocrónicas es mucho más que un podcast. Requirió años de ensayos para lograr el maridaje entre las palabras leídas y los ritmos percusivos. Ni hablar de la cantidad de tiempo que me llevó seleccionar el material que compone la obra. El podcast es un medio mas instantáneo y corriente y no se lo puede comparar con esta propuesta conceptual sonora. Mi experiencia periodística es en medios gráficos (Clarín, Página/12, Infobae) donde pude ejercitar mi tono, me permitió ahondar en las temáticas que me interesan y, sobre todo, esa formación es la que me impulsa a crear nuevas formas de comunicar. Audiocrónicas, además de ser un disco doble es un ejercicio de periodismo performático, en el que se informar a la comunidad de un modo ritual, ancestral, basado en el límite territorial que marca el alcance del sonido del bombo: la medida justa -segun mi opinión- para no recibir información de lugares lejanos que no impactan directamente en nuestras vidas.
A la vez hay mucho de recorrido antropológico y una suerte de legado ¿Lo percibís así? ¿imaginaste en particular algunos destinatarios?
-Toda obra de arte es un legado. Recurrir a textos antiguos es hablar de futuro, ya que esos libros nos esperan ansiosos, temerosos de que volvamos a cometer los mismos errores. En un mundo copado por el trap, el reggaetón y otros ritmos internacionalizados, esta apuesta es anti-comercial, anti-mercado y, si sirve como un legado eso ya depende de lxs destinatarixs, personas que puedan distinguir entre tanto material sonoro algo propio, profundo y perdurable y no se deje encandilar por la música comercial creada en serie y destinada al consumo pasajero.
Son días intensos al momento de hablar de lenguaje y además tomaste el desafío de rescatar el quichua ¿qué significó para vos este recorrido y cómo vivís la discusión acerca del lenguaje inclusivo?
-Escribo con lenguaje inclusivo desde 2008, cuando empecé a escribir en el suplemento SOY de Página/12 y fue un tema que siempre me interpeló: si hay 9 mujeres y 1 hombre, en castellano se dice “ellos” y si hay 9 hombres y 1 mujer, también se dice “ellos” en el idioma castellano. Esa invisibilización de las feminidades es una aberración que está siendo lentamente corregida por el idioma, un organismo vivo y cambiante. El quichua es una lengua con la que crecemos en la mesopotamia entre los rios Dulce y Salado, es un idioma cotidiano, bello, musical y muy gracioso cuando se quiere contar alguna anécdota risueña, por ello elegí sumar ese elemento en mi collage sobre Santiago. Las lenguas originarias deberían ser abrazadas por todxs para evitar su extinción.
Entre mitos y leyendas, es inevitable no pensar en rituales ¿Cuáles son los tuyos? ¿Tenés previsto algunos antes del show?
-Nuestro show en si es un ritual, ya desde que subo a los escenarios con mi primera banda, Sentime Dominga, ofrendo ritos en los que sumerjo a la audiencia en un viaje sonoro. El fuego, la luz, y otros elementos constituyen esta performance periodística-musical que recién comienza.