El realizador italiano Marco Bechis, director de la premiada película “Garage Olimpo”, presentó en Buenos Aires su primera novela, “La soledad del subversivo”, un relato autobiográfico sobre los días en que estuvo prisionero durante la dictadura militar argentina (1976-1983).
Bechis tenía veinte años cuando fue secuestrado en Buenos Aires, en abril de 1977, en la puerta del colegio Mariano Acosta, donde cursaba el profesorado para ser maestro y fue llevado al campo de concentración Club Atlético.
Allí fue víctima de la picana, método con el que intentaron que delatara a sus compañeros de departamento, con quienes vivía en un edificio de Retiro, en la Ciudad de Buenos Aires.
En la novela se reconocen muchas situaciones de su película, rodada en 1999 y que días pasados se proyectó en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), en ocasión de la presentación del libro: el interrogador “bueno” y el “malo”, la caja de metal naranja en la que el torturador guardaba la picana o el prisionero que sabía de electricidad y era obligado a reparar ese aparato de tortura, son solo algunos de los cientos de detalles que logró condensar en el guion.
“En realidad, fue un proceso inverso. Para montar la película me basé en mis sensaciones. En cambio, la escritura del libro fue para ponerle voz en off a aquellos personajes. Era un poco lo que me pasaba a mí en la celda, en la sala de tortura, cuando pensaba en si iba a sobrevivir o no. Todo lo relacionado con esa situación extrema solo se podía contar a través de la literatura. La voz interior solo sale con la escritura”, dijo Bechis, en entrevista con ANSA.
En el libro, Bechis, nacido en Santiago de Chile, en 1955, hace también un recorrido por su infancia y su adolescencia, su vida entre Italia y Buenos Aires y la militancia en su país, en la organización de izquierda Lotta Continua. Todo ello permite entender no sólo su acercamiento a Montoneros, sino también la abierta crítica a la organización.
“Yo venía de Italia, donde la idea en los movimientos era poner en el centro del debate político la relación hombre-mujer, el feminismo, la sexualidad, cosas que hoy son vox populi. Hablamos de los años 70. Algunas agrupaciones políticas se disolvieron precisamente por no haber sabido o podido afrontar el fenómeno del feminismo”, relató.
“Imagínate llegar con esos planteos a la Argentina en el 75, previa al golpe de Estado, donde toda la discusión era si uno tenía un fierro (revólver, ndr) o no, el debate sobre si llevar o no la pastilla de cianuro, que de alguna manera era ya considerar traidores a los militantes. Las cosas iban pasando en otra dirección. El verticalismo fue un choque que me hizo alejar: era un mecanismo muy diferente a la construcción del hombre nuevo”, subrayó.
Bechis nunca usó armas, su “plan político era terminar el profesorado y viajar al norte de Argentina para ser maestro”. Y sostuvo: “Quería hacer otra cosa. Enseñar a los niños es un acto revolucionario. Sobre todo, si se les enseña a pensar libremente. Era mi idea de revolución, y no el choque mortal entre los ejércitos”.
Finalmente, Bechis fue liberado, gracias al empeño de sus padres y mediante la intervención de un poderoso empresario que tenía llegada a la cúpula militar, y regresó a Italia, donde vive desde entonces.
El cineasta siempre tiene en mente a los otros secuestrados y no ha dejado de sentir culpa por haber sobrevivido. De hecho, se ha sentido siempre “héroe y traidor” al mismo tiempo por ser un sobreviviente. Un sentimiento que se apaciguó en parte con la escritura de este libro. “Claramente, todo hecho artístico es catártico. Hacer películas y escribir libros ayuda a entrar en contacto con esa parte oscura de nosotros que, en mi caso, fue esa catástrofe.
Una personal y también colectiva. Por eso cuando llego a Buenos Aires es como si paseara en un cementerio sin tumbas: no las hay, sin embargo, persiste la sensación de que hay mucha gente que no está, de mi época, naturalmente. No tengo una sensación agradable cuando llego. Y es uno de los motivos por los cuales no vivo acá”, explicó.
“Me construí una nueva identidad: soy italiano, argentino, chileno. Digo que me gustan los aeropuertos, un poco como un chiste. Tengo ese acentito tano, que estás percibiendo y, cuando llego a Italia, también hablo con acento. Es como decir que construyo esta identidad con los vaivenes entre un país y otro”, concluyó. (ANSA).