Resulta inevitable no pensar en el primer encuentro con aquella muchacha de pasos modestos, llegando a la sección de Espectáculos de Diario Perfil, tras su relanzamiento y exhibiendo su libro ‘Palco, cazuela y paraíso: las historias más insólitas del Teatro Colón’. Como mejor carta de presentación. No hizo falta mucho tiempo para encontrar en los artículos de Margarita Pollini, tanto el riguroso conocimiento por la música clásica como una explícita pasión para su divulgación.
Con más de mil artículos que van de charlas, podcasts, cursos y conciertos, quien conduce ‘Hacedoras de música’ en Radio Nacional Clásica (FM 96.7) ‘, fue galardonada por su poesía, publicó dos libros de sonetos y hoy se desempeña como periodista musical en Clarín, accedió a compartir su recorrido y percepción con Oxímoron, justo en un año tan particular donde todas las expresiones musicales honran el centenario del nacimiento del gran maestro Astor Piazzolla,
Leerla, también es adentrarse a un mundo tan cautivante y al mismo tiempo más cercano de lo que creemos.

¿En qué contexto musical creciste y cómo nace tu interés por la música clásica y la lírica en particular?
– En mi casa se escuchaba y se hacía música. Mis padres (padre médico y madre docente de Letras) se habían conocido cantando en un coro y siguieron haciéndolo cuando yo nací; mi mamá cantaba además como solista música argentina y francesa. Fui a los ensayos del coro desde mis primeros meses de vida. Escucharlos estudiar sus partes en solitario en casa y después cómo se ensamblaban junto a las otras voces y creaban armonías fue determinante para la formación de mi oído. Además en casa había un piano y desde chica yo tocaba de oído las cosas que me gustaban; más tarde aprendí a leer música. Ya en la adolescencia empecé a cantar en coros y a estudiar armonía, composición y arreglos corales. Paralelamente desde temprano me interesó la literatura y la escritura, y encontré en mi oficio actual (el periodismo y la divulgación musical) la manera de combinar ambas pasiones. En el caso de la lírica, creo que lo que me atrapó fue justamente la combinación de música, poesía y teatro. Antes de los 20 ya hacía radio y escribía en un medio especializado (Revista Clásica).
¿Cuál fue tu relación específica con este arte y qué te motivó a dedicarte a su divulgación y escritura?
– A los 20 años canté por primera vez en el coro de una ópera (Fidelio, de Beethoven) y ahí empecé a conocer desde adentro el oficio y a vincularme con los cantantes solistas. Tras 25 años, sigo cantando en producciones de ópera y conciertos para los que me convocan, un poco porque me encanta y otro porque creo que el contacto directo con la “cocina” de la música es un valor agregado fundamental y necesario para mi profesión actual.
¿Recordás tu primer acercamiento con el teatro Colón? ¿Qué te motivó a seguir involucrándote en él?
-En la década del ’90 (durante la gestión de Sergio Renán) el Colón tenía una maravillosa iniciativa de acercamiento de los jóvenes, a través de abonos para estudiantes y visitas guiadas por la trastienda: talleres, pasillos y salas de ensayo. Tuve oportunidad de hacer una de estas visitas con la escuela secundaria y también de asistir a funciones y conciertos, y más tarde lo hice por mi cuenta. Creo que nadie que haya pisado el Colón puede haber permanecido indiferente a esa magia. A los 25 años se me dio una oportunidad increíble: Editorial Sudamericana (donde trabajaba haciendo informes de lectura) me propuso escribir un libro sobre cualquier tema. Enseguida me vino a la mente una idea surgida en aquella producción de Fidelio: la protagonista de la ópera, Mabel Veleris, que había cantado durante décadas en el Colón, contaba unas anécdotas desopilantes, y yo consideré la posibilidad de recopilar todas las que pudiera (de ella, de otros artistas y del público) en un libro. A la editorial le encantó y todo se dio vertiginosamente: en solo tres meses tuve que entregar el libro, mucho antes de la era de las redes sociales. Aunque hoy encararía el trabajo de otra manera, estoy infinitamente agradecida a Sudamericana y a quienes colaboraron porque esa oportunidad me abrió muchas puertas.
¿Cómo es tu vínculo con otros géneros y de qué modo lidiaste con tus contemporáneos sobre tu gusto?
-Desde siempre tuve contacto con otros géneros (tango, rock, folklore, jazz) a través de mis padres y hermanos y aunque mi campo de acción es la música clásica me es muy difícil pensarlos como universos separados. Hoy, a través de mi esposo, músico y docente, sigo conociendo y explorando expresiones musicales. Admiro mucho tanto a los músicos y periodistas de música como a los oyentes que tienen una mente amplia y abierta a diferentes expresiones. Pensemos, por ejemplo, en Nadia Boulanger, que formó a músicos como Aaron Copland y Daniel Barenboim y también a Astor Piazzolla, Burt Bacharach y Quincy Jones, entre más de 1.000 alumnos; ella buscaba que cada uno de ellos encontrara su voz para hacer la música que salía de su imaginación.
La diferencia más grande que encuentro entre música clásica y popular es el peso de la figura del compositor en la primera, contra la importancia del creador-intérprete en la segunda. Pero se trata incluso de una polarización relativamente reciente, porque en tiempos de Vivaldi, Bach, Mozart o Beethoven ellos mismos eran creadores-intérpretes, y prácticamente toda la música que hacían era nueva, creada por ellos o sus contemporáneos. La reverencia a los compositores del pasado es una invención posterior.
¿Qué representa para vos Astor Piazzolla y cuáles son tus expectativas durante este año conmemorativo?
-Piazzolla es sin ninguna duda el músico más trascendente que ha dado nuestro país. La discusión sobre si su música es tango o no lo es, o si es académica o popular, me parece ya algo del pasado. Si en vida sufrió tanta incomprensión en su propio país fue porque la fuerza de su música y su personalidad era demoledora y no se detenía ante nada, y porque se enfrentó con una imagen y una estética anclada en el pasado; en eso su historia se parece a la de muchísimos compositores de música académica, de Monteverdi a Beethoven, Wagner o Stravinsky. Como ellos, su figura cobró relevancia y aceptación después de su muerte. Una de las cosas que más admiro en Piazzolla es su voluntad de ser fiel a sí mismo y no seguir la moda ni las presiones de la industria musical. Piazzolla decía sentirse más identificado con el espíritu de los jóvenes músicos de rock que con los de tango, y creo que los ciclos programados este año, en los que su música es recreada por algunos de los músicos que tocaron con él pero también por las generaciones posteriores, hacen que su legado cobre su verdadera dimensión. Creo que él estaría muy complacido de ver que su música está tan viva y que atrae tanto a los jóvenes.
¿Qué esperás de la temporada 2021 del Teatro Colón?
-La pandemia y las consiguientes restricciones de viajes y de presupuesto han hecho que la temporada sea bastante particular. Los elencos de ópera son íntegramente locales, y eso es beneficioso para nuestros artistas, aunque también hay entre ellos muchos nombres que se repiten desde hace años y muchos nombres ausentes. Algo similar pasa con los directores de escena y de orquesta invitados. No me convencen algunas elecciones (como versiones sin escena de Cavalleria y Pagliacci, dos óperas que logran la unión de música y teatro en su máxima expresión), y de los cinco títulos anunciados dentro de la temporada de ópera hay dos que no lo son, sin mencionar que el repertorio en francés y en alemán están completamente ausentes. Como ya es habitual en el Colón, y mucho más en estas circunstancias, las grandes figuras internacionales del canto vienen solo para recitales o conciertos con orquesta y ya no forman parte de los elencos de la temporada lírica. Es difícil evaluar una temporada planificada y que deberá llevarse a cabo en circunstancias tan difíciles, pero al mismo tiempo, y pese a los reparos que mencionaba, es muy positivo que el Colón haya vuelto a la actividad.
¿De qué modo afectó la pandemia al rubro en general y a vos en particular?
-Las circunstancias pusieron muy en evidencia que hay sectores del arte especialmente vulnerables. En el caso de la música, aquellos cantantes, instrumentistas o directores que no pertenecen a organismos estables y que dependen de compromisos particulares (producciones de ópera, conciertos o eventos sociales) vieron reducidos sus ingresos a 0, y eso es grave. A diferencia de otros países (como Alemania), la Argentina tiene poquísimos teatros o provincias con cuerpos estables (orquestas, coros, ballets), y los solistas dependen de los contratos que surjan cada año. En mi caso (y el de otros colegas) se abrió el año pasado una puerta inesperada, y fue la del dictado de cursos a distancia. En el 2020 di un curso introductorio de apreciación de la música clásica que tuvo en total 150 alumnos (en 6 grupos), y entre octubre y diciembre otras 60 personas de todo el país y del exterior se sumaron a un curso de ópera, que voy a volver a dar a partir del 6 de abril. La modalidad permite llegar a un universo enorme de personas que por tiempo, distancia o movilidad no podrían acceder a un curso presencial, y también se genera un vínculo permanente que hace todo más cercano.
¿Qué significa el arte musical en este contexto?
-A lo largo de la historia el arte ha demostrado su capacidad de sobrevivir y de sostener a los seres humanos. La música y el teatro siempre encuentran la manera de florecer, y las experiencias surgidas desde el inicio de la pandemia revelan todavía más la imaginación de creadores e intérpretes para seguir llegando al público. Es imposible saber cuándo se revertirá la situación y si la actividad volverá pronto a la normalidad. Si bien la experiencia de la música o el teatro en vivo son irreemplazables, las expresiones artísticas surgidas por streaming son una nueva vía con llegada a un público mucho más grande del que entra en cualquier sala.
¿Cuál sería tu sueño en relación a promover el género?
-. Todos los especialistas en pedagogía coinciden en que el contacto con diferentes expresiones musicales desde los primeros años es fundamental. Los niños tienen una capacidad enorme de absorber la música sin prejuicios, y hay que aprovechar esa capacidad que muchas veces se pierde con los años. La lecto-escritura musical también debería estar incorporada a la educación básica, porque si se aprende desde temprano no es algo que resulte tan complejo. Actualmente hay muchísimas iniciativas didácticas de teatros, orquestas y otros organismos que ofrecen a los chicos una posibilidad de aproximarse a aspectos de la música que les resultan más atractivos que escuchar una grabación, y también hay orquestas y coros juveniles. Pero incluso en la edad adulta cualquier persona puede aprender a amar la música clásica: solo es cuestión de que alguien o algo sepa despertar su interés, porque no hay mayor motivación que ésa.
¿Cuándo nace ‘Hacedoras de música’ y el interés por desarrollar tus conocimientos a través de la radio?
– La radio fue el primer medio de comunicación en el que trabajé, y me resulta inmensamente gratificante poder llegar a los hogares, llevar tanta información y música. En enero del 2020 presenté a Andrea Merenzon, que comenzaba su gestión al frente de Radio Nacional Clásica, la propuesta de un programa sobre mujeres de la música. Andrea se entusiasmó, sumándola a la que previamente había presentado mi colega Margarita Zelarayán. Como resultado, hoy la radio cuenta con tres programas dedicados a la mujer, donde antes no había ninguno: ‘Clásica en La’ (que conduce Margarita junto a Gisela López), ‘Sumando voces’ (del Foro Argentino de Compositoras) y ‘Hacedoras de música’. Dado que los otros dos espacios se centran en las compositoras y directoras, el nuestro se enfoca en las cantantes e intérpretes de instrumentos, pero también en las mujeres con un papel activo detrás de escena: mecenas, gestoras, editoras, poetas, ingenieras de sonido, constructoras de instrumentos, productoras. Debido a la pandemia, estoy editando el programa íntegramente en mi casa. Por suerte, las redes sociales nos brindan el feedback con los oyentes que nos falta por la ausencia del vivo en el estudio.
¿Hacia dónde debe ir alguien neófito de este universo?
-En la ópera pasa lo mismo que con la literatura o el cine: a nadie le gusta todo, pero al mismo tiempo siempre hay algo que puede resultar más accesible a su sensibilidad. En la ópera están reflejadas casi todas las temáticas, y además tiene sub-géneros: hay comedias románticas, comedias burguesas, sátiras, tragedias históricas o contemporáneas, thrillers, policiales, obras realistas, sagas mitológicas… Hay óperas de 15 minutos y otras de 6 horas. A veces un tema familiar o que a uno le resulta interesante puede ser una puerta de entrada, al margen de la música. Incluso en las últimas décadas, por ejemplo, algunas películas famosas (como ‘Marnie’, ‘Secreto en la montaña’ o ‘Dead man walking’, entre otras) fueron adaptadas a la ópera. Los teatros de ópera cuentan con sistemas de sobre titulado con traducción simultánea, y muchas de las versiones disponibles en la web están subtituladas. Tenemos a nuestro alcance más de 400 años de arte lírico, y muchas puertas abiertas para disfrutarlo.
LA ÓPERA DESPIERTA PASIONES
La ópera es un género que se diferencia de otros de la llamada “música clásica” en varios aspectos. Por ejemplo (y aunque nació como entretenimiento cortesano en la Italia de fines del Renacimiento) se adelantó mucho a los conciertos en la posibilidad de que cualquier persona que pagara una entrada pudiera acceder a un espectáculo, es decir que fue el primer género “popular” dentro de lo que hoy conocemos como música clásica. Su conexión con la política y los movimientos sociales es muy evidente: no solo los acompañó y puso de manifiesto sino que algún caso los instigó. Aunque existe un concepto “sacralizado” de este arte, las crónicas de época dan cuenta de lo contrario. Hoy la ópera sigue teniendo un público apasionado capaz de trenzarse en discusiones acaloradas sobre la superioridad de tal o cual compositor, de tal o cual cantante o director, y eso no pasa con la música sinfónica ni de cámara, sino que es algo más cercano a la pasión que inspira -por ejemplo- un deporte. Investigar, conocer, repensar y sobre todo transmitir a los lectores y alumnos estos elementos me parece tan apasionante como necesario.
¿Qué desmitificarías sobre la música clásica?
-Una es la que acabo de mencionar: hasta entrado el siglo XIX, casi toda la música que se consumía eran nuevas creaciones. Otra fundamental es la etiqueta: hoy cuando vamos a una ópera o un concierto se espera que estemos como en misa, con las luces apagadas, en silencio, sin movernos y con la posibilidad de aplaudir solo en el final de las obras o los actos. Hasta fines del siglo XIX (con Gustav Mahler, Arturo Toscanini y otros defensores de una etiqueta más rígida que ayudara al público a concentrarse), el público aplaudía no solo entre movimientos sino durante ellos; también circulaba por el teatro para conversar, jugar a las cartas o realizar otras actividades. En los teatros (en especial en Italia) se comía, se cocinaba, había exhibiciones ecuestres y bailes de disfraces. En la ópera, el hecho social era a veces más importante que el espectáculo, y éste estaba en muchos casos determinado por las costumbres del público, por ejemplo en la Ópera de París. Otra cuestión a desmitificar es la consideración que se tenía hacia los compositores: hasta Beethoven y sus sucesores, los creadores -salvo algunas excepciones- eran empleados de las cortes y las iglesias y sufrían muchas veces maltratos y “ninguneos” de sus patrones. La música se hacía en general para satisfacer las necesidades de los empleadores, muchas veces para ser ejecutada por única vez, y no se la escribía para la posteridad ni con la idea de “originalidad” por delante.
No creo que sea posible la objetividad para quien tiene el orgullo de ser la madre de Margarita. No soy la excepción.
Creo que en ella se conjugan el conocimiento empírico, el estudio, la sensibilidad, la humildad y la capacidad de transmitir su pensamiento con la palabra oral y escrita que maneja con arte y precisión.
Agradezco a Adrián de Paulo la oportunidad y la felicidad de este encuentro y a Margarita Pollini por sus cálidos recuerdos.
Silvia acompañamos su orgullo y desde El Ágora la felicitamos a las dos por su empeño y conocimiento.
Nos encanta realizar estas entrevistas donde se subrayan los valores, conocimiento y el pasión por lo que se vive.
Gracias
Magnífica entrevista! La solidez, profundidad y originalidad de las apreciaciones de Margarita pudieron surgir fluidamente por las acertadas preguntas. Un lujo la trayectoria de Margarita Pollini, a quien felicito y le auguro más éxitos y oportunidades de difundir su
enorme talento.
¡Muchas gracias por sus comentarios!