Mariquita, la verdadera revolución, pieza teatral que se ofrece en la sala Nün Teatro Bar (J. Ramírez de Velasco 419, CABA), los sábados desde las 18.30, protagonizada por Bernardita Orengo y Susana Giannone, con la dirección de Marcela Grasso y con dramaturgia e investigación de Nora Schiavoni.
Abordar un personaje histórico tiene sus complejidades, sobre todo si se trata de una mujer, en este caso y con nombre abreviado: Mariquita Sánchez (luego sería de Thompson).
Convengamos que la historia argentina y muchos de sus narradores, han pasado por alto uno de los hechos controvertidos que tuvo como protagonista a esta joven mujer de 14 años que decidió no acatar la autoridad paterna y frustrar un matrimonio convenido.
Mariquita, es interpretada por Bernardita Orengo que ofrece una actuación contundente y un perfil adecuado a una mujer que pasó a la historia de nuestro país por sus tertulias de alta sociedad de la Buenos Aires colonial.
La obra se centra en el día en que debía celebrarse ese matrimonio, al que Mariquita se opone con todas sus fuerzas y nada ni nadie podrá hacerla “entrar en razones” para que desista de su actitud de rebeldía.
El texto de Schiavoni indaga en ese espíritu de una jovencita a la que nadie consultó sobre sus sentimientos y del amor que profesa a otro hombre (Martín Thompson), un sentimiento que se subleva contra los “valores” de una sociedad, como la del Virreynato del Río de la Plata.
Los mandatos familiares hacia las jóvenes casaderas, con sus matrimonios “arreglados” como si ellas fueran una moneda de cambio que asegurasen un futuro con solvencia económica y con ella las influencias en el poder político.
El amor, sólo llegaba con el tiempo y la sumisión a un papel secundario de la mujer, atendiendo las cuestiones hogareñas y el manejo de la casa y la servidumbre. El amor, no siempre llegaba; se lo simulaba con mucha abnegación cediendo a la condición de mujer sometida, primero a la protección del padre y luego del marido.
En ese entorno, Mariquita exige ser escuchada; busca alianzas para su propósito y reniega del amor de su padre al que ahora y en esta instancia la ha dejado sola; una madre que intenta hasta que logra imponerse; y hasta una amiga de la infancia que muestra su resignación hacia su destino de mujer sometida.
A lo largo de la obra, aparecen alrededor de Mariquita, otros personajes que acentúan su condición de rebeldía: una criada que la consiente y es la que trae y lleva recados; una amiga que tiene como misión, convencerla para que desista de su actitud; una madre que la escucha, pero que no está de su lado; un emisario del Virrey; y hasta una especie de ángel guardián que la asiste en silencio. Todos ellos asumidos para la versátil Susana Giannone quien, desde estos personajes, le da a la Mariquita de Bernardita Orengo, el perfil definitivo y lleva el rumbo de la obra.
La historia transita un momento del año 1801 y nutre al público asistente de datos históricos que hacen a los personajes, pero que en ningún momento desvían el sentido del relato que pone al descubierto el primer Juicio de Disenso en el Virreinato y que luego daría lugar a una mujer de mayor influencia en la sociedad de la Buenos Aires colonial.

“La dramaturgia surge a partir de una serie de cuentos de mi autoría sobre mujeres de la historia argentina donde, como en el caso de Mariquita, se ignora por completo el verdadero valor revolucionario de sus propias decisiones. La búsqueda simbólica del relato es contribuir a la actual lucha por visibilizar el poder de lo femenino y denunciar el ocultamiento que han hecho de nuestras heroínas. Si bien ya se han logrado victorias importantes en este terreno, la domesticación del género continúa vigente” explicó a El Ágora, la autora Nora Schiavoni.
Y añadió que esta obra “nace con el deseo de mostrar la valentía y el carácter revolucionario de una mujer a la que siempre se la divulgó como una mera acompañante de los hechos revolucionarios, que tan solo hacía tertulias en su casa (lugar donde se cantó por primera vez el himno). Lo que se busca es mostrar la otra cara de este personaje, mucho más que ‘la mujer objeto’ de los líderes de aquel momento”.
La dirección es de Marcela Grasso; asistente de dirección: Flor Danza; vestuarista: Macarena Santamaría; escenografía: Agustín Justo Yoshimoto; iluminación: Gustavo Lista; fotografía: Nacho Lunadei; música y sonido: Valerio Rinaldi; revisión histórica: Mariana Paganini y diseño Gráfico: Marina Fiz.
Muchas gracias por tan hermosa critica!
Las buenas obras nos gusta destacarlas!
Qué buenoooo!
A por más