Con 20 años abocado al entrenamiento y la preparación física, Jorge Emiliano Riva vio cómo el 2020 lo llevó a reconvertirse a pesar suyo. “El entrenamiento que surgió en Berazategui como funciona hoy nació a principios de 2016, desde ahí vengo con la misma temática”, cuenta a El Agora. El tiempo libre de las canchas de fútbol sintético significaron una oportunidad para la enseñanza. “Durante la mayor parte del día, no tenían utilidad, eso me permitió aprovechar el lugar y ofrecer una preparación física, ya sea clínica o deportiva”, cuenta.
Horarios insólitos ajenos a las condiciones climatológicas o a las formalidades laborales, multiplicaron el número de interesados, sin distinción de edades, ni conocimiento previo. Un cambio obligado mudó su tarea a un gimnasio, pero la buena onda e interacción sostuvieron la modalidad. Hasta que se confirmó la llegada del virus.
Para sus alumnos, los tiempos de “cortitas”, “buenos días” y “escaleras”, podrían haber resultado recuerdos prehistóricos, de ser por la pandemia. Sin embargo, aquellas formas simpáticas en su gimnasio para definir distintos ejercicios continuaron a pesar de todo. La actividad siguió de modo virtual, no sin esfuerzo y mucha dedicación.
“Los primeros días de la batalla del Covid-19 fueron movilizantes. Hubo mucha incertidumbre, que pasaría rápido, que no duraría más de dos semanas para terminar siendo lo que es hoy. Fue bravo al principio pero por suerte el proyecto en sí es positivo”, asume Jorge y amplía: “Soy muy optimista en general y en función de esto nos encontramos en un buen lugar, bien fuertes y con un trabajo sólido”.
En este sentido, el entrenador reconoce que la reacción de la gente resultó clave. “Es algo que me marca y me lleva a levantarme todos los días a las cinco y veinte de la mañana, para dar mi primera clase una hora después, con el entusiasmo de siempre y con la misma predisposición”, dice en relación al respaldo en circunstancias concretas. “Hubo gente que se ofreció a pagarme algunos meses a cuenta entendiendo que me bajaba el trabajo por no contar con un espacio físico o porque no pudiera asistir a las clases. Esa generosidad, con su momento particular, me lo guardo en el corazón y en mi cabeza”.
Lo concreto es que el 70 por ciento de los alumnos continuó con los entrenamientos. “Ellos saben que hacer actividad física es algo para todos los días y para toda la vida”, explica no sin asumir que debió adaptarse al presente. “Nunca me imaginé dando clases virtuales”. No sin esfuerzo, “Siempre fui de la temática de estar al lado del alumno, de poder corregirlo, de ver cómo está, de mirarlo a los ojos y darme cuenta si le estaba pasando algo, independientemente de lo físico. Hubo un aprendizaje para todos, ellos como alumnos y yo como profe, nos reinventamos, nos adaptamos y ponemos lo mejor todos los días para seguir conectados y con buena energía”.
Admite que el sedentarismo en sí es complejo y mucho más durante la pandemia. “Sin movimiento ni trabajo corporal. Sin darse la chance de contar con un rato para distraerse o tener una actividad que mejore capacidades físicas y la cabeza, todo es complicado”.
Evaluación
Jorge Riva considera que desde hace rato hay una deuda en Argentina, en relación a la Salud y la Educación, aunque acepta que “si no se hubiesen hecho las cosas como se hicieron, todo esto nos hubiese desbordado”.
Su honestidad brutal no exime a las impresiones actuales del argentino medio. “No es fácil sobreponerte si no tenés para comer. O que te quieran desalojar, por más que te digan que eso no se puede hacer. En mi rubro cerraron 750 gimnasios hay otros 280 que piensan hacerlo si no hay una ayuda real”, advierte, aunque supone un peor panorama “Si hubiese un contacto masivo de gente o si desbordaba el sistema de salud”.
En la mirada global, señala la complejidad de las condiciones laborales presentes, con muchos colegas en el camino por no poder adaptarse. “Soy un privilegiado y no me puedo quejar ni un poquito, que me haya bajado el 20 o 30 por ciento del alumnado es algo para destacar y para agradecer, pero hay otros que no pudieron llegar ni al 10 por ciento de sus actividades y eso es muy fuerte”.
La cuarentena también dejó sus marcas en sus vínculos familiares, como parte del modelo de pareja ensamblada. “Nadie ni nada estaba preparado para una pandemia y de a ratos no es fácil”, comenta. “Carla y yo vivimos con Emma y en función de eso, cuando mis chicos (Joaquín, Angelina y Santino) están con su mamá y cuando Martina que es la hija de Carla, está con su papá, Emma no la pasa muy bien porque extraña a sus hermanos”, grafica y se sincera: “Llevar a un equilibrio lo que piensa un padre, una madre y una pareja desde este lado y poder tener una coincidencia es muy difícil, porque hay miedos, hay temores. Porque cada uno cuida lo suyo y se termina generando una complicación, pero es un aprendizaje más que nos deja esta pandemia”, describe.
Diagnóstico
Una y otra vez, reconoce que el daño del virus global pudo haber sido mucho peor. “Creo que la gente ha acatado muchísimo. Después hay otros que se llevarían el premio al globoludo del año pero ese es otro tema. El tema de la flexibilidad es como todo, si soltás un poquito la gente cree que ya está, que no pasa nada y no es así. Debe ser difícil llevar adelante un país, una provincia, un municipio y contentar a todos”, comenta. Gente que quedó al descubierto por ambiciosa y la solidaridad de muchos aparecen en la balanza de la enseñanza general. En cuanto al día después Riva lo ve lejano: “Será mucho más lenta de lo que imaginamos. En mi actividad tengo la esperanza de volver a dar clases, después de diciembre. Imagino que recién en enero o febrero se podrá hacer algo parecido a lo que dábamos antes. Esto llegó para quedarse y marcar un antes y un después”, evalúa y agrega: “Habrá que implementar otras herramientas dentro del rubro, continuar trabajando con el mismo profesionalismo, seguir conectados con la gente”.
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