Cuando a las 23.01 del domingo 6 de setiembre llegó el último tren del día a la estación Plaza Constitución procedente de la vía Quilmes, un ciclo se cumplió. Y se produjo un hecho de trascendencia para la línea Roca en particular y para los ferrocarriles argentinos en general: fue la última vez que una locomotora diesel llegó al frente de un tren urbano de pasajeros.
Y esto es así porque a partir del lunes 7 se ha establecido que los servicios del ramal a La Plata y a Bosques vía Quilmes serán suspendidos para avanzar con la electrificación total de la línea.
De esta manera, y según los plazos estimados, dentro de 90 días todos los servicios que lleguen a la terminal serán de tracción eléctrica con formaciones de procedencia china.
Los únicos sonidos de bocinas, motores acelerando y locomotoras yendo y viniendo serán de trenes de media o larga distancia, los que por ahora siguen siendo bastante escasos.
Y esto abre un sinnúmero de especulaciones acerca de la comodidad, frecuencia y rapidez de los nuevos servicios que se implementarán.
Pero entre tantas preguntas, que dará lugar a otras tantas hipotéticas notas, la primera que surge tiene que ver justamente con el destino de todas las locomotoras y coches que a partir de ahora dejaremos de ver trayendo y llevando pasajeros desde la estación terminal más grande de nuestro país.
Por el lado de los coches, la situación puede resultar confusa, hace relativamente poco tiempo que llegaron muchas unidades procedentes de la línea San Martín, la que estrenó también material importado de oriente. También existen coches de las mismas características que hace años prestan servicio en la línea, sin contar con algunas decenas más modificados para trabajar con andenes elevados.
El único punto en común que tienen es el grado de vandalización que han sufrido a mano de los usualmente conocidos como grafiteros, que han invertido cuantiosos dineros para pintarrajear cuanto coche han tenido a mano, contando con la anuencia invalorable del personal de vigilancia de la línea que por acción u omisión han permitido esos lamentables sucesos.
Más allá de estos daños, son numerosas las unidades que tranquilamente se podrían utilizar en otros ramales o servicios. La duda, menuda por cierto, sería dónde implementarlo.
Las locomotoras seguramente tienen otro papel más importante que cumplir.
Al momento de la finalización de los servicios, solamente unas pocas quedarán en operaciones cubriendo los ramales que todavía no se electrificarán, léase Ezeiza-Cañuelas, Temperley-Haedo o Claypole-Gutierrez, con lo que el resto quedarán disponibles y con un futuro incierto.
De esta flota de aproximadamente 40 locomotoras, podemos contar unas pocas con casi 60 años de antigüedad, otras 10 de mediana potencia y construidas en la década del ´70 y las más grandes y potentes (General Motors GT22) de las cuales seis también provienen de esa época, mientras que el resto son más apetecibles, ya que son 15 unidades de las más modernas incorporadas a la flota a finales de los ´90, con lo que tienen todavía muchos kilómetros por recorrer.
Mientras tanto, y humanizando un poco la situación, da un poco de pena verlas todavía deambulando por la estación terminal, por algunas playas de maniobras o en los talleres, llevando o trayendo algunos pocos coches vacíos, o simplemente estacionadas, como esperando que después de tantos años de trajinar alguien las llame y les diga: “A ver ustedes, que no tienen nada que hacer!!!!, vengan para acá que todavía tienen mucho para ofrecer!!!!”