Ricardo ‘Patán’ Ragendorfer asume con resignación el apodo que conserva desde su adolescencia. “Supongo que se sostuvo por tradición oral, pocas veces me presento con ese, pero me termina llamando así todo el mundo. Una pandemia”, define y se auto inflige el sarcasmo que lo caracteriza. El hombre que logró expandir los títulos de sus investigaciones, más allá del oficio con marcas indelebles, pero aún vigentes como “La bonaerense” o “El túnel de los huesos” o la biografía de Patricia Bullrich, minimiza la importancia de las redes y asegura que extraña las redacciones creadas en los bares. Experto en policiales desde medios tan dispares, como ‘Cerdos y Peces’, ‘Gente’, ‘Tiempo Argentino’ o ‘Noticias’, revela que la realidad le seduce más que la literatura. “Hacer ficción en Suecia, todavía. Acá sería un desperdicio”, define.
Releyendo una nota tuya sobre Macri, me pareció que el entramado judicial hoy debe resultarte más atractivo que aquellas coberturas policiales, ¿pensás que el poder judicial es más infranqueable que aquel que refiere a la seguridad?
-Es curioso porque cuando escribí La Bonaerense hace más de dos décadas el poder judicial era una especie de auxiliar de la maldita policía; un poder subordinado a los designios de esa fuerza de seguridad. Pero digamos que bajo el macrismo determinadas prácticas que ya venían existiendo en determinados feudos (en determinados lugares del gran Buenos Aires, por ejemplo), el armado de causas se trasladó a la cúspide de la justicia. Mientras que en la provincia desde tiempos inmemoriales había un montón de gente presa a los cuales les armaron causas, esa práctica comenzó a ser incorporada en lo que dio por llamarse lawfare, o sea la triple alianza entre el poder judicial, los servicios de inteligencia y determinados medios hegemónicos.
¿Cómo sería eso?
-Por ejemplo cuando se propaga el tema de la inseguridad.
Pongámosle si en el lapso de una hora pasas de manera intermitente por un canal la noticia del homicidio en ocasión de robo de un remisero en la localidad de Gregorio de Laferrere, la señora de Barrio Norte va a sentir que su calle de Barrio Norte está ya tapizada de cadáveres. En ese sentido esa metodología comenzó a ser implementada y no solo en Argentina, sino en toda la región con fines políticos. En ese sentido la colonización del poder judicial tiene que ver con su fragilidad como para entrar en este tipo de maniobras, entre otras cosas porque en eso está cifrada su supervivencia. Supervivencia que tiene que ver con su carácter, diría, de poder monárquico en un sistema republicano, porque la diferencia entre quienes pasan a ser funcionarios del poder ejecutivo, a ser legisladores, porque a los del poder judicial no los vota nadie y además son vitalicios. La conservación de esos privilegios que deberían ser al menos reformados, se debe a su permanente negociación con los otros poderes.
¿Esa consolidación mediática judicial se dio a partir del peso de las manifestaciones en el caso Nisman?
-El caso Nisman fue el bautismo de fuego del lawfare en la Argentina, como para voltear gobiernos populares como para que gobiernos no populares acumulen poder. En este caso se dieron dos ejemplos, a este caso siguió esmerilar la candidatura de Alberto Fernández endilgándole el mote de ‘La Morsa’, cuando después se descubrió quien era la morsa…ese mote tiene que ver con el triple crimen de General Rodríguez donde fueron asesinados Sebastián Forza (NdeR: Damián Ferrón y Leopoldo Bina, empresarios farmaceúticos del tema de la efedrina). Después se descubrió que la morsa fue el apodo de un agente de inteligencia del amigo de Sebastián, Julio Posse que tuvo una participación secundaria de esta historia, simplemente porque era amigo de Forza. A partir de ese momento comienza una oleada de maniobras tendiente a la consolidación de ciertos grupos basadas en puestas en escenas, toda una actitud dramatúrgica que comprometió severamente a los medios, al poder judicial y también a los servicios de inteligencia.
¿Qué diferenciasn encontrás en el comportamiento de aquella ‘bonaerense’ y la policía actual?
-Tanto en esa época como en esta hablamos de fuerzas que se autofinancian a través de la recaudación delictiva, en consecuencia hablamos de fuerzas que se autogobiernan. Eso no ha cambiado. En ese momento, particularmente enfoqué mi atención en la policía bonaerense porque es la fuerza de seguridad más poderosa del país y que además actúa sobre el territorio más complejo de la Argentina que es la provincia de Buenos Aires. En mayor o menor medida, esa dinámica y el sistema de recaudación de las fuerzas de seguridad se da en todo el país, tanto en las federales como en las provinciales. Por otro lado las diferencias de época son muy pequeñas. Sí hubo intentos de remediar la situación, como lo intentó (León) Arslanian en dos oportunidades. El tipo se daba cuenta que siendo la recaudación el origen del problema, decidió actuar sobre la estructura en la que fluía el dinero. La ‘ruta del dinero’ iba de abajo hacia arriba, de las comisarías hacia la cúpula en una estructura piramidal, entonces Arslanian, decide quebrar esa estructura dividiendo la bonarense en siete u ocho departamentales autónomas imponiendo la figura del jefe. De hecho logró desarticular esa empresa, lamentablemente la policía bonaerense es como el agua, toma la forma del envase que le conviene.
¿Qué ocurrió entonces?
-Durante la época de Pedro Anastasio Klodczyk, en la de Duhalde, repito era una empresa bien aceitada. Con Arslanian se quiebra esa empresa y comienza a surgir una indeterminada cantidad de hordas autónomas, disputándose entre sí el gerenciamiento del delito en la provincia de Buenos Aires. Con la salida de Arslanian y su ministro de Seguridad (Carlos) Stornelli, parece que Scioli nunca fue demasiado bueno para los castings, (risas) digamos que se produce una recontra reforma. Todo volvió a su cauce natural.
¿De qué manera incidió Patricia Bullrich en las fuerzas de seguridad?
-Primero vamos a ver qué pasó en la provincia de Buenos Aires con María Eugenia Vidal, porque Bullrich no fue una autoridad de la provincia. Fíjate que la llegada de Vidal fue tan sorpresivo, incluso para ella que no tenía ninguna política planeada sobre la fuerza; entonces nunca mejor empleado aquel dicho de “apeló a la herencia recibida” o sea que a través de (Cristian) Ritondo dejó intacta la estructura ministerial con el delegado del sciolismo, o sea Alejandro Granados. Esto dentro del comisariato produjo pocos beneplácitos en los sectores que habían cifrado en el cambio de gobierno, sus esperanzas de poder. Comienza entonces una interna muy grande que salpica a la gobernadora y a su entorno. Hechos que no fueron precisamente cursados con mensajes de Facebook. Yendo al violento asalto que sufrió en su hogar el intendente Gardó; el asalto en su hogar al jefe de gabinete Salvai; el secuestro extorsivo que sufrió el fiscal Scalera, el secuestro extorsivo que sufrió el hoy fallecido ex duhaldista y luego macrista Osvaldo Mércuri, Acordate que Vidal termina mudándose a una base militar. Luego se regularizó…
-Y después se recompusieron un poco las cosas. En cuanto a Bullrich defendió a todas las fuerzas. En ese sentido dejó vía libre. De algún modo, como Duhalde, hizo la vista gorda de los negocios a cambio de mostrar su presencia en las calles para crear una insania sensación de seguridad. Los apoyaba en todo lo que podía en gatillo fácil, en caso Maldonado, etc., etc. En relación al pretendido apoyo o predilección que los uniformados tienen hacia la Bullrich es una construcción que trata de demostrar ella. Pero más que Bullrich, quien tiene ver con la bonaerense es Florencia Arietto, pero más que contar con el respaldo de las fuerzas, sí lo tienen sobre determinados sectores de retirados exonerados, que tienen ciertos deseos de articular una especie de sindicato policial.
¿Te referís al reclamo policial en Olivos?
-En ese sentido, tanto ambas como otros personajes, Espert, el socio político de Miley, fueron al lugar de la concentración de los policías porque querían sacar partido de esa situación que era un reclamo de recomposición salarial bastante justo. Fíjate que desde 2018 que a los tipos no le aumentaban un mango. Los servicios adicionales, por ejemplo estaban 40 mangos la hora, una grosería. Pero no les jodía tanto porque el ingreso real de los policías es el sueldo más la recaudación. Por la recaudación cada policía obtiene un equivalente a su sueldo. O sea, la recaudación sirve para un lado para enriquecer a los comisarios y equilibrar los sueldos de la propia.
Hasta la pandemia…
-Ahí se agrava porque no se recauda. Durante la pandemia, el narcotráfico funcionaba a medio vapor, piratería no había, boliches tampoco, no había escolazo, tampoco prostitución. La recaudación entró en crisis y los tipos pasaron a depender de un sueldo que no le alcanzaba para llegar al día cinco. Eso justificó ese rechifle policial, cosa que el gobierno de la bonaerense remedió enseguida, aumentándole de un día a otro casi el 80 por ciento del sueldo. No obstante, digamos que determinados sectores, externos a la policía, por ejemplo a los exonerados, a Arietto y Bullrich politizaron el asunto logrando el espectáculo alrededor de la quinta presidencial de Olivos. Cosa que hace unos meses intentaron repetir, sin conseguir el apoyo de la tropa y lo tuvieron que levantar.
¿Se trataba entonces de sindicalizarse?
-Acabo de mencionar la legitimidad de ese reclamo pero digamos que en la policía no puede haber metro delegados. ¿Por qué no pueden sindicalizarse? Porque una fuerza policial puede sindicalizarse cuando se desmilitariza Si bien se trata de una fuerza civil armada, tiene una estructura de mando que no es compatible con la lucha sindical, yo no tengo ningún problema que haya una policía sindicalizada, pero debería serlo desmilitarizada y desarmada.
Escribiste ‘Patricia, de la lucha armada a la Seguridad’ ¿Hubo algún aspecto que te haya sorprendido durante la investigación?
-Un hecho puntual en el secuestro de los Born ella tuvo un rol tangencial: hizo inteligencia previa calculando el tránsito que había en Avenida Libertador por las mañanas de un día de semana, específicamente en el tramo existente entre el lugar donde se iba a perpetrar el secuestro del operativo a cargo de su cuñado, (Rodolfo) de Galimberti. Como todos sabemos en el secuestro de Born mueren dos personas: el chofer que trata de resistirse manoteando de la guantera un chumbo y la persona que iba al lado del empresario de quien se pensó que era un custodio, pero no, era un gerente del holding que esa mañana tuvo la mala idea de ir a desayunar a la casa de los Born y fueron todos juntos a la cooperativa del holding. Ese tipo se llamaba Alberto Bosch. Laburando con los árboles genealógicos me puse a ver el de este hombre y era tío de Patricia o sea que en el secuestro donde ella participa incidentalmente se cargaron al tío.
¿Y en relación a su peso específico en la Organización?
-Su grado de compromiso era exiguo, te diría que su grado militar dentro de esa organización político-militar era la de cuñada primera. Profundizando su historia, una de las hipótesis que quedaron en el libro y que no tenía planteada (las hipótesis vienen hacia vos más que vos hacia ellas) fue que todas las rupturas que hubo del galimbertismo en el cual estaba Patricia con la conducción nacional, tenían que ver con un tema de guita y ese tema de guita era el rescate justamente del secuestro de los Born. Se querían quedar con esa guita y esas fueron las “diferencias políticas” que hubo entre Galimberti y por carácter transitivo, Patricia y la conducción nacional. Porque el secuestro lo había hecho la Columna Norte. Galimberti reclamaba una guita que él había hecho. El pertenecía a una organización político militar, eso fue una de las cosas que me sorprendió de la investigación.
¿Tuviste la oportunidad de cruzártela tras la publicación?
-No, pero me mandaron un video que me causó mucha gracia. Durante la campaña presidencial del 2019, JXC hizo un acto en Barrancas de Belgrano y la escena era Patricia rodeada de gente que departía muy amablemente saludos y elogios hasta que alguien le dice ‘¿leíste el libro de Ragendorfer?’, en ese momento se le transfiguró el rostro y se fue corriendo.
¿Cómo sobrellevaste la pandemia y qué te significa desde lo personal atravesarla?
-No demasiado, quedarme más en casa, desde luego es absolutamente molesto todo esto. Las restricciones, pero es lo que hay. Compro el diario y salgo a fumar un faso, pero no significó demasiado.
¿Cómo fue adaptarte a los cambios sucesivos dentro del mundo del periodismo?
-Mira es cómodo no tener que ir a entregar la nota. Extraño lo de las viejas redacciones, donde los diarios como diría un amigo, se hacían en los bares, que estaban frente a las redacciones. Eso sí que extraño, lo que pasa también es que más allá de la tecnología que no me jode, sí el descenso de la calidad periodística. Lo que ahora es una nota, en el pasado era un epígrafe. Y de algún modo, no sólo por la pandemia si no por el hecho de que se googlea todo, digamos los periodistas en la actualidad han perdido la costumbre de ir a los sitios sobre los cuales se escribe. Su conexión con la realidad es la pantalla de la computadora, eso desde luego incide en que el arte de la crónica esté en crisis.
¿Volverás a la ficción? ¿Tenés asignaturas pendientes en este sentido?
Con respecto al libro tengo contratado un libro donde la editorial me está apretando sobre Klaus Barbie (Altmann), jefe de la Gestapo que estuvo refugiado en Bolivia. La investigación está terminada tengo que encontrar un momento para dedicarme. Un mes, mes y medio. Sobre ficción escribí ‘La maldición de Saisipuedes’ que fue un ofrecimiento editorial’, pero no me da o no siento vocación de escribir ficción. Cuando escribí esa ficción me di cuenta que el truco de escribir una ficción es tratar de hacerle creer al lector algo que sucedió y en no ficción, hacerle creer que es una novela. Cuando hago periodismo, utilizo las estructuras de la ficción. Si viviera en Suecia me dedicaría a la ficción porque ahí no pasa nada, pero dedicarme aquí a la ficción es un poco un desperdicio.
Cómo te vendiste al kirchnerismo, Patán. Quiero que vuelva el periodista de antes, no los que se convierten en militantes kirchneristas. No sabés qué gran pena me da, me enorgullecías.