Pensar en investigación acerca del cultivo de la soja en la Argentina, refiere invariablemente al nombre de Rodolfo Luis Rossi. Este ingeniero tenaz que tuvo en la parábola de los talentos su principal motivación de vida, lleva 50 años abocado a la oleaginosa y destaca la capacidad de gestión y de “estar atentos” al momento de tomar decisiones, como objetivos a alcanzar.
Entre recuerdos, expectativas y compromisos, el máximo responsable de Acsoja (Asociación de la Cadena de la Soja Argentina), conversa en profundidad con El Ágora, sin eludir evaluaciones sobre motosierras ni dejar de revisar la importancia del INTA en el agro nacional.

¿Cuál es la actualidad de la producción de soja?
-Pudimos cumplir perfectamente con las siembras de primera, más allá de los pronósticos desfavorables. Así que, si bien hubo un retraso en el caso del maíz, hoy tenemos prácticamente completa la siembra de soja. La soja vuelve a tener un nivel de 18 millones hacia arriba de hectáreas, con lo cual se va a reducir esa brecha que tenemos en la capacidad ociosa de la industria.
¿Cuáles son las expectativas en cuanto a lo que viene?
-Estamos con precios muy bajos, hay una muy buena producción de Estados Unidos, los pronósticos para Sudamérica de esta campaña son de alta, así que los stocks ya están recompuestos.
Donde se ha creado algo de incertidumbre es a partir del cambio de Presidente en Estados Unidos. Ya conocemos cuáles son las restricciones que tuvo con China y en soja China es el número uno importador. Si bien se ha abastecido, este año está focalizando en América Latina. Esta situación puede traer principio de precios sostenidos y después una baja, así que es un clima de certidumbre.
A nivel interno los márgenes brutos no alcanzan. Básicamente hay pérdida en muchas regiones del país, incluso en zona núcleo siempre en campo alquilado y márgenes chicos en campos propios. Esto, junto con los precios, afecta cada vez más a todo lo que es financiación de la próxima campaña, la mayoría del sector se autofinancia. El tema es que se hace imperante la baja de retenciones. No podemos seguir con el 33% de retenciones en soja, aunque sea paulatina. El gobierno debería reaccionar.
¿Qué cambió en este ámbito, en relación a gobiernos anteriores?
-Sacando algunos temas de regulación o de baja de retenciones en cosas chicas a nivel país en lo que hace a los cultivos más importantes no ha habido cambios. Podemos hablar de los fideicomisos, como los que perjudicaban a la soja pero por ahora hay expectativas y promesas. Esperemos que se cumplan.
Podrás hacer un paralelismo entre la evolución de la soja y tu recorrido profesional…
Hace 50 años en Agronomía, preparaba mi tesis. Un poco de casualidad fue sobre fertilización folar nitrogenada en soja en un invernáculo. La idea pasaba por estudiar algunos componentes que se iban generando con este tipo de tecnología que, de alguna manera, hoy se está utilizando. Concretamente encontramos temas de toxicidad. Mi inquietud era hacer algo en invernáculo porque como trabajaba para poder estudiar, no tenía mucho tiempo para ir al campo.
Por otro lado, pensando que la proteína es lo más importante de la soja en el mundo, encontré un tema interesante. Entonces la idea fue mejorar el nitrógeno fertilizando en algunas etapas. De este modo, se podía dar una respuesta en función de los papers de entonces. Fue todo un crecimiento.
¿Y tu incorporación al mundo laboral?
-Prácticamente comencé a trabajar cuando me recibí. Mi misión era hacerlo sobre el mejoramiento de maíz y sorgo en una empresa muy chiquitita, que se llamaba AGseed. Ni bien entré me dijeron que tenía que ir armando equipos, pero que debía empezar un programa de soja. Otra vez me encontré con la soja.
Tuve una participación muy fuerte en la generación de las primeras variedades argentinas, en una serie de pasos como incorporar y difundir tecnología. Prácticamente 14 años de experiencia desarrollando variedades convencionales. Ya había empezado a trabajar en un equipo internacional en lo que era la primera soja transgénica. Así que esa es una historia para escribir un librito desde mi punto de vista.
¿Y en cuanto a tus responsabilidades?
-Tuve la posibilidad de ser Director responsable de todo el desarrollo de la soja transgénica en Argentina y el primero en Sudamérica. Es donde se introdujeron las primeras variedades en forma simultánea de Estados Unidos, así que muy contento con eso. Siempre forme equipo de colaboradores y básicamente me dediqué 100% a la soja.
Históricamente en mis tareas estuve en ONG o instituciones como el caso de Acsoja y volví a ser presidente trabajando para que toda la cadena se potencie. Con los problemas que se generan todo el tiempo, a nivel de la ciencia, producción, insumos, temas legislativos, de seguridad jurídica, comercio y de la industria. Así que la soja es parte de mi vida.

Con tu vasta experiencia ¿qué recomendaciones le hubieras dado a aquel chico de 1974 preparando su tesis?
-Siempre me marcó el camino el Evangelio sobre los talentos. Si uno tiene talento para un tipo de actividad, cuenta con entusiasmo, empeño y compromiso, ese talento debe maximizarlo. Ponerle garra a todo lo que le sea dado.
Hasta ese momento había tenido una vida muy buena, muy de barrio, con deportes, encuentros culturales que me fueron formando. Más un servicio militar que me había curtido de alguna manera, también en la Patagonia.
La verdad no se me ocurre una recomendación a ese chico, sí una advertencia: estar atentos, diría yo, estar atentos a las decisiones. Como siempre digo la vida es dicotómica, o sea, muchas veces nos ha encontrado en la obligación de decidir entre A o B. Así que tuve que como director tuve que elegir en quedarme con la soja o con otros cultivos, pero me entusiasmaba mucho el desafío. Lo importante es evaluar concienzudamente a nivel individual y familiar las decisiones que se van tomando en los temas laborales. Esa es un poco la advertencia.
También me pasó cuando me he jubilado, donde me tomé unos meses sabáticos para poder decidir qué ofrecimiento aceptaba para seguir. Creo que parar un poco la pelota, mirar, poner las cosas sobre una mesa y tomar decisiones. Andar con cuidado en la vida y cumpliendo, teniendo códigos, todas esas cosas que uno aprendió de chico poder transformarlas en la vida profesional.
¿Cómo es el presente de la soja respecto de su calidad y proyección?
-La soja es la principal fuente de proteína en el mundo para la producción animal y también como alimento, como energías o aceite. En general, la calidad intrínseca de la soja ha bajado en muchos de los países productores, como Estados Unidos, Brasil y Argentina por un tema de mayor rendimiento. Siempre los rendimientos han crecido en forma sistemática y se ha diluido un poco el tema de calidad. La soja es alimento, energía, es forraje y también es parte de la química verde. Si bien es un siete por ciento del consumo internacional, lo que es alimentos derivados de soja, apunta a un mercado enorme de casi 55.000 millones de dólares para el año que viene. Creo que son muchísimos los productos que se pueden hacer en el mundo de la soja.
Con tantos discursos referidos a motosierras y cierres de espacios desaprovechados, ¿en qué plano ubicás al INTA?
-El INTA es una institución prioritaria y una institución históricamente ceñida en todo lo que es el Desarrollo Agropecuario, donde si bien hubo una gran actividad en la Argentina en el sector privado todo lo que es Ciencia y Tecnología y tecnología adaptativa del INTA ha mantenido, por lo menos, un nivel muy aceptable y colaborativo.
Evidentemente muchas veces estuvo atrás de decisiones políticas o gestiones que no han beneficiado. Si bien tiene autarquía, no es fácil en un organismo manejado por la política, en los que a veces ha contado con asesoramientos adecuados. Siempre fui muy crítico del INTA, pero creo que es una institución tremendamente importante. Los cambios que se quieren hacer en lo referido al tema de motosierras, de reducir superficie de campos o algunos edificios, queda a criterio del que conoce en profundidad la cosa.
En forma muy general y habiendo trabajado en investigación toda mi vida, a veces no hace falta tener cientos o miles de hectáreas para poder tener resultados. Probablemente podés achicar, hay que ver cuál es el costo beneficio, habría que analizarlo de forma cuidadosa. Pero no tendría miedo a achiques. Hoy muchas de las tecnologías se pueden hacer al lado del productor, en campo de productores, de adaptarlas. El INTA es una entidad para respetar y debe tener un apoyo genuino porque lo necesitamos. Es parte de la soberanía científica y tecnológica de la Argentina y va directamente ligada a la producción.

¿Qué le sugerirías a un joven emprendedor en el contexto actual?
-Un emprendedor va a buscar alternativas todo el tiempo por sí mismo. Creo que hay muchas posibilidades dentro del camino de la soja. Esto que mencioné, los distintos productos de valor. A lo mejor no cambian la historia de un país, pero sí la historia de mucha gente. Dando trabajo, formando pymes con alta tecnología, con institutos internacionales que los ayuden a generar nuevos productos. O sea que le den para adelante, que vean que en el sector agroindustrial hay muchas posibilidades de crecer, estar rodeado de jóvenes. En el sector agroindustrial tenemos un promedio muy bajo de edad.
En cuanto a los cultivos, habría que explorar más de lo que está explorada la variabilidad de productos o variedad genética que hay en otros sectores. Sectores como la horticultura, la fruticultura donde siempre se descubren productos nuevos. Siguiendo un buen alineamiento con los recursos genéticos y con todo este tipo de normativas que los regula, me parece muy importante que cada uno tenga su beneficio.
Que a través de eso se diversifiquen las opciones de alimentos y que más que un alimento sea un balance nutritivo. Hay muchos alimentos a futuro que se pueden explorar. Así que las posibilidades son enormes.

Se habla de luces al final del camino, ¿cuál sería la proyección ideal para el agro y el país en general?
-Con los recursos naturales, aprovechándolos de manera sostenible con las tres dimensiones, la económica obviamente, la ambiental y la social, hay un gran camino. Poder transmitir a la sociedad y a los gobiernos que un sector tan importante, con exportaciones netas que superan casi el 80%, debería seguir potenciándolo. Nuestro destino final es seguir produciendo alimentos, como yo decía cuando elegía agronomía “alimentar al mundo”, que eso sea una realidad: Hay países que tienen más posibilidades, pero la Argentina las tiene.
Imagino un país que pueda diversificarse mucho más en productos y dentro de cada uno de los productos que producimos en distintos valores agregados. Más allá de los grandes como las harinas o los aceites. Donde todo esté ligado en la cadena donde la biotecnología, la ciencia, las tecnologías de insumos y los productores con tanto emprendedurnismo que tienen. Invirtiendo con la colaboración del Gobierno en muchas cosas que necesita fundamentalmente en la financiación de inversiones, que son muy escasas en este país. Con las herramientas de mercado, con la agroindustria potenciando y con la posibilidad de seguir invirtiendo cuando crezca nuestra producción.