Un refugio, pero también la salida a un universo inconmensurable que no necesita de viajes extensos. Ni siquiera de una buena conexión wi fi para transportar a cualquier mente curiosa, de cualquier edad a cualquier lugar, a cualquier tiempo. ¿Por qué no ver así a las bibliotecas, lejos del imaginario de museos estancos supervisados por gente de pocas palabras? Mejor abandonar preconceptos para reconvertirlas en espacios móviles en sintonía con los nuevos lectores. Ni que decir de aquellas populares, a mano en cualquier barrio, prestas a socorrer alumnos, muchas veces sin recursos, o vecinos atentos a la historia local o global.
En ese marco, la Biblioteca Manuel Belgrano, casi lindante de la Estación Berazategui y a metros de la fábrica Rigolleau, parece el espacio propicio para ese recorrido privado y silencioso que caracteriza a la lectura.
Con 96 años recién cumplidos (el 4 de agosto), 54579 libros, según reza su inventario y más de quinientos socios, la oferta se presenta inmejorable…si no fuera por la pandemia.
Igual hay vida a pesar de todo y su bibliotecaria, Sonia Patanella lo ratifica en conversación con El Agora explicando los vaivenes de esta nueva modalidad. “Al principio estuvimos con mi compañero trabajando a puerta cerrada con algunos temas que habían quedado pendiente. Cuando terminamos de darle un cierre empezamos a hacer la cuarentena”, describe, como si tal gesto hubiese transformado el lugar en la lúgubre biblioteca secreta que imaginó Murakami o tantas tenebrosas típicas de películas de terror. Más terrenal, con el correr de los días y el persistente encierro, surgió la preocupación de la comisión directiva. “El principal ingreso de la biblioteca es la cuota social y los cobradores no podían salir. No te olvides que ellos trabajan puerta a puerta y son el canal y única fuente de ingresos de la entidad”. La implementación de crear transferencia bancaria fue un acierto. “Lo propusimos por las redes y los socios aceptaron enseguida. Algunos se pusieron al día, otros se ofrecieron a colaborar y varios pagaron todo el año”. Por supuesto que en esta dinámica de ensayo y error, conocer realidades similares ayudó. “A través de whatsapp estamos en contacto con otras bibliotecas de Berazategui y en grupo más general con las de la Provincia. Ahí todos vamos comentando nuestras inquietudes y analizando cómo vamos viviendo cada día”, explica Sonia.
Pese a la incertidumbre, Sonia y su compañero de trabajo y colega, Martín Villa, distribuyeron las tareas. “Él empezó a dedicarse a la parte administrativa y todo lo que tuviera que ver con la feria del libro que se hizo de modo virtual, además del pago de servicios. Yo me dediqué a la parte técnica, seguí incorporando libros a la base de datos y contestando mensajes. Básicamente eso”. Más allá de lo formal, descubrieron aspectos positivos como darle más empuje a las redes sociales, lo que permitió sumar más seguidores.
Lecturas desde casa
Una de las iniciativas fue convocar a una consigna referida a la esencia de la entidad. “Organizamos un ciclo que se llamó ‘lecturas desde casa’ donde invitábamos a los socios a contar un cuento o compartir el fragmento de un libro; después lo hicimos extensivo a los profesores de la biblioteca y quienes quisieran participar. Estuvo genial”, dice Sonia satisfecha. “Todos esperábamos la próxima lectura pero además aparecieron libros que no estaban en la biblioteca y eso nos motivó a intentar conseguirlos”, celebra.
La apertura de las librerías generó un gran interrogante que los bibliotecarios de Berazategui intentaron sanear con ingenio. La propuesta ‘puerta a puerta’ que aprovecharon muchos comercios, reclamaba una opción para los socios. Así, los pedidos telefónicos de materiales y decidir un horario específico para su retiro, dieron una luz de esperanza, aun con la Manuel Belgrano todavía cerrada. “Como no se puede ingresar a la biblioteca, quien desee un material o tenga que devolverlo debe anunciarlo con 24 horas de anticipación. El socio llega a la puerta un día específico y hace su entrega. Los libros permanecen en cuarentena durante quince días, uno al lado del otro con su fecha de ingreso, para calcular el tiempo exacto a fin de que pueden volver a estar a disposición”.
Además del respaldo de los socios y vecinos, el apoyo hacia la biblioteca se realizó, con matices. “Nosotros nos sentimos contenidos a nivel nacional a través de CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares)”, aclara Sonia y sigue: “En cuanto al ámbito municipal nunca hubo un respaldo explícito ni a nosotros, ni a otras bibliotecas de Berazategui. Recordemos que en otras bibliotecas populares de distintos partidos sí reciben ayuda a nivel municipal o subsidios. Nosotros nunca nada. Sí hubo colaboración a nivel provincial y nacional”.
Catálogos en línea
Adelantarse al futuro para proyectar el destino de las bibliotecas, resulta casi tan infructuoso como sumergirse a uno de los miles de libros que esperan las lecturas de sus respectivos viajeros. “Esto nos hace pensar en un montón de cosas para la biblioteca”, proyecta Sonia. “Hoy tenemos un catálogo en línea donde la gente puede rastrear los materiales y durante la a pandemia implementamos un usuario y contraseña para que los socios tuvieran acceso”, comenta conforme con la iniciativa. “Ahora los socios pueden entrar a sus perfiles, ver cuáles son los libros que tienen, cuándo les vencen o renovarlo sin necesidad de acercarse. Incluso hacer sugerencias para futuras compras o ver si el libro está prestado y reservarlo. Eso es muy positivo”, admite. Claro que desde un aspecto más profundo, quien además se destaca como lectora para niños y además incursiona en el teatro, condiciona la esencia de la función de la biblioteca en cuanto al devenir. “Las bibliotecas vamos a existir siempre y cuando nos adaptemos al mundo. Esto nos hace repensar en no quedarnos en una biblioteca museo donde únicamente se conserven libros viejos. Hay que seguir adaptándonos. Que los socios vean sus catálogos y hagan sus pedidos desde casa, es un ejemplo. A nosotros nos encanta que vengan pero hoy no se puede y en el futuro habrá que darle posibilidades a todos”, informa no sin sorprenderse con ciertas reacciones. “Algunas (socias) estaban chochas, porque no tardaban ni dos minutos, retiraban los libros y listo. Esto nos muestra que hay otro usuario y que si la gente no llega, es la biblioteca quien deberá hacerlo. Me refiero a la cuestión de la movilidad, pero también a un sentido de educación”.
¿Y por casa?
En lo personal, Sonia realza los comienzos de la cuarentena y sus diferentes maneras de vincularse con la literatura durante estos 160 días. “Cuando empezó fue todo relindo, comenzamos a hacer cosas que no nos permitíamos por falta de tiempo. En ese momento me puse leer ‘Ampliación del campo de batalla’, de Michel Houellebecq, a quien siempre le tenía idea por suponerlo difícil y al final me recopó”. Luego siguió con cuentos infantiles (“es algo que me gusta”) y cuentos en general. Tras la euforia del principio, creció su interés por “los vivos”-
“En las redes sociales empecé a seguir escritores, buscar más entrevistas o charlas. Lo literario entró por lo audiovisual y ahora de a poquito vamos volviendo a la normalidad”, asume ya si tanto tiempo y con más páginas del rubro consultadas. “Igual una vez que conociste la literatura y entraste al mundo de la ficción, eso no se rompe. Puede dilatarse y hasta no ser tan cotidiano, pero ya está instalado. Siempre hay que leer”.
