Antes que escritora, docente y periodista cultural, según su recorrido, a Sonia Budassi se la podría confundir con una antropóloga 2.0. Es que su libro de cuentos ‘Animales de Compañía’, (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes), expone cierta cadencia maliciosa en sus personajes, comparable a cualquier típico vecino de la aldea virtual.
Sin embargo, sus libros de ficción (Periodismo, Acto de fe y Los domingos son para dormir) y de no ficción (La frontera imposible: Israel-Palestina, Apache. En busca de Carlos Tevez y Mujeres de Dios) confirman que la muchacha oriunda de Bahía Blanca, ya se curtió bastante en esto de bucear sobre comunidades, más allá de hashtags y likes eventuales. De hecho, entre las preocupaciones e intereses que expone en esta entrevista, hace sopesar sus dudas acerca del sentido democrático del que se jactan las redes sociales. Entre otras consideraciones.
Después de leer ‘Animales de compañía’ queda una duda latente ¿mejor solo que mal acompañado?
-Lo terrible es que por más solitarios que seamos es inevitable estar con gente. No podemos zafar, ni siquiera si tenemos esa vocación de hacernos religiosas con voto de silencio incluido: ¡ahí también debemos interactuar con la oración, el rezo o las cartas con plegarias que dejan los fieles, según aprendí con mi primer libro de no ficción! ¡Estamos atrapados! De eso mismo habla el libro. De cómo nos sometemos a las reglas que imponen las relaciones, siempre mediadas por instituciones y por imágenes que nos dicen: a qué debemos aspirar. Cuál es la familia ideal, la casa perfecta, el viaje soñado, la manera de salvar el mundo, a los animales o a la gente enferma. Esas encerronas donde manejamos la noción de libertad personal y las negociaciones sociales; desde el trabajo a los afectos; ¡ay la vida en sociedad! O también los mecanismos para ganar dinero que vienen y van y de los que somos víctimas, quizás victimarios; mecanismos de los que formamos parte para sobrevivir.
Percepción apasionada la de Budassi quien minuciosa, enumera, aquello que la provoca. “Me interesa desarmarlos, dejarlos en evidencia. Más allá de los experimentos de los ermitaños, están las búsquedas como las del autor estadounidense Henry David Thoreau, que ya en el Siglo XIX postulaba la revolución de irse a vivir al bosque. Además de sentar las bases de lo que se conoce como desobediencia civil. Thoreau argumentó sobre los formas de resistirse a las leyes estatales que son injustas”, explica y amplía: “Creo que hoy no es solo el Estado quien nos condiciona -como algo inevitable, para para vivir en sociedad, para convivir,- sino que los mandatos vienen de diferentes instituciones y, desde ya, de la industria cultural: la tele, las redes, el cine, las series”.
En ese combo que se instala e impone, no necesariamente por la fuerza, la escritora no exime a nadie. “Hasta la pareja puede verse como una institución aceptada socialmente, más allá de los nuevos mandatos de la deconstrucción. Y las redes sociales funcionan expandiendo modelos de cómo debe tomar forma la belleza y la felicidad, casi como antes lo hacían los medios tradicionales”, sentencia, quien se atreve a desconfiar de la democratización de las redes, “Si bien algo de democrático tienen, igual que los personajes de mi libro, lo padecen más como esclavitud que como emancipación. Además, aunque hoy sea posible publicar sin la intervención de otro sujeto, las empresas como Instagram o Twiter reproducen los sistemas de poder”, asume la periodista.
“Las jerarquías arcaicas de autoridad siguen aun vigentes; no me quiero poner teórica pero no cualquiera puede ser influencer, como dice la experta en el tema Carolina Duek en un artículo de elDiarioAR”.
La gama de colores y situaciones de ‘Animales…’ se explicitan en la personalidad de Wei, en un viaje claustrofóbico dentro de una Trafic hasta la muralla, en el interior de un departamento de Palermo Queens e, incluso, a través de una particular forma de percibir la perfección, por citar personajes y situaciones reflejadas en los cuentos de Sonia.
-En esos vínculos parece haber una recurrente densidad ¿lo atribuís al post pandemia, a la temática que elegiste para contar o “simplemente” a una forma de relacionarse?
-Creo que siempre tenemos un mandato, aunque lo veamos de manera distraída o que no lo notemos del todo, sobre qué debemos ser, cómo nos tenemos que sentir. Quizá la pandemia y toda esa reglamentación que aparentemente era necesaria en términos sanitarios https://www.revistaanfibia.com/voceros-del-virus-pseudoprogres-tibios-extremistas , mostró qué tan sensibles somos ante la incertidumbre y cuántas teorías se generan. Al punto de que la gente que era muy tolerante y flexible adoptó una conducta súper policíaca y controladora sobre lo que hacía el resto. Eso exacerbó algo que ya estaba latente. En especial esa necesidad que tenemos de opinar y juzgar el comportamiento de los otros, sus conductas, de la gente que queremos. Como mencionás el cuento donde la pareja busca departamento, a lo que pasa con Wei, el personaje que cae como interventor a una ONG global ecologista, y que no sabe bien si es occidental o chino, por sus rasgos corporales, para juzgar aquello que está haciendo bien o mal la Fundación; a qué animales vale la pena salvar, a cuáles no, y cómo hacer para viralizar cada acción. A veces más enfocado en la conveniencia económica que en la justicia de la causa.
– Se nota una tarea minuciosa de cada cuento en relación a su contexto ¿Cómo fue a grandes rasgos, trabajarlos?
-Esa siempre fue una obsesión para mí. Bah, es lo que deben hacer todas las escritoras y escritores, en mis tres libros previos de ficción y los otros tres de no ficción la forma, el cómo contar bien, en la elección de las palabras. No digo nada revelador pero cada palabra tiene un peso específico e intento ser muy conciente de esa batalla, de esa búsqueda. Entonces es sentarte y escribir y luego rever, corregir, repensar. La desconfianza sobre el modo de narrar es la misma que existe frente al mundo; nada te da paz, siempre hay que estar muy atenta, espiar el instersticio donde las cosas se dan por sentadas y hace que se nos escapen los mecanismos naturalizados, que quedan ocultos cuando contamos cosas, y cuando las vivimos.
Acaso pone reparos frente a la idea de espontaneidad “Es que no existe del todo. Estamos mediados: ya desde el momento en que transformamos nuestra experiencia en un relato al contestar esta entrevista, al relatar una pieza de ficción o de no ficción. Y ahí surge la diversión de imaginar, de recombinar y crear nuevas realidades. Y de temer lo que se da por supuesto”.
¿Cuál fue el disparador de estos cuentos, si los hubo? ¿Habrá gente cercana que pueda darse por aludida?
-El libro intenta abordar desde distintas historias estas formas de lo institucional, las idealizaciones desde distintas perspectivas. Siempre es lindo cuando te dicen que se sintieron identificados los lectores porque cuando escribís está, por debajo, la ilusión de conmover, de hacer pensar. Muchos me dicen que aunque no lo hayan experimentado en persona se sintieron al borde del peligro como pasa en un cuento donde es inminente un accidente de auto. Que se sintieron oprimidos como en el relato donde un jardinero se resiste a un encarnizamiento terapéutico, y también en la extrañeza ante escenarios que se corren del centro europeo y que van del campo pobretón de la pampa seca a Oceanía, y Asia. Me gusta trastocar el centro estadounidense, incluso el latinoamericano y considerar narrativas que se corren de lo que más conocemos. En otros escenarios, sin bajar línea pensar la descolonización, lo que se superó, lo que sigue vigente.
En paralelo a un viejo tema de Charly García, ‘¿Para quién canto yo entonces?’, pensando en su rol de escritora, la autora acepta el desafío de repensarse.
“Hay algunos intelectuales o artistas que dicen que “escriben para un solo lector”. Hay un prejuicio anti popular tremendo, histórico, en relación a la literatura. Yo quiero escribir para todos y todas pero sin conceder mis preocupaciones porque siento que perdería calidad o interés; quiero hacer relatos originales, no manufacturados. Además lo popular o masivo no siempre se contradice con lo “bueno” que una intenta. Creo que “una cosa no quita la otra”. O es mi intento aunque, digamos todo, no pienso en ningún lector cuando escribo”, sentencia.
De todos modos agradece las devoluciones. “Cuando me leen y me hacen comentarios es todo o casi todo sorpresa (pues antes de publicar me leen escritoras o lectoras en cuyo juicio confío y que son muy poco condescendientes). Pero hay mucha hipocresía en eso de decir que no te importa si te leen y no es contradictorio querer escribir bien y tener personas que se vean afectadas por tu literatura, y si con eso le das un goce estético e intelectual, está buenísimo”, celebra aunque asuma su percepción, según su tarea. “Puede sonar egotrip pero más egotrip es negarlo con falsa modestia. Ojo: también la literatura es una actividad sumamente marginal. Quién pudiera crear música pop para llegar más masivamente y hacer lo mismo en más gente. Los literatos suelen darse una importancia excesiva que me causa a veces gracia, otras, vergüenza. Pero también pienso: a quién no le gustaría influir en el curso del mundo haciendo arte”.
¿Cómo es trabajar la literatura en tiempos de algoritmos y redes sociales?
-Está buenísimo, la realidad es más densa, los conflictos se acentúan, aparecen más trampas, más contradicciones, más esquemas que generan poder pensar narrativamente cada historia. Ahora no solo un personaje puede pelearse con otro en el trabajo porque lo miró mal, le robó una oportunidad, lo buchoneó con su jefe: además está el plano virtual donde puede lanzar una ironía hiriente tan significativa como sus actitudes materiales de querer robarle el puesto con gestos de mezquindad e injusticias.
Asimismo, el interrogante se extiende a su rol docente. “Siempre me pregunto qué es transmisible pero lo básico es leer, leer, leer buscando las estrategias de cada narradora o narrador. Analizar. Leer reseñas. Hoy todo es muy accesible: aprovechar eso. Hay mil cursos, conferencias, entrevistas y libros online. Bajar el ego. Corregir y leer. ¡Ah creo que ya lo dije mucho! Tomé una conferencia en Filba (Festival de literatura referente para el ámbito cultural latinoamericano que se realiza en Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile) el año pasado y el gran escritor estadounidense James David Poisant, autor de ‘El paraíso de los animales’ (Editorial Edhasa) decía que es inadmisible que quienes quieren ser escritores no quieran leer. Hacía una analogía interesante que me interpela con mis estudiantes y talleristas. No lo cito textual pero es algo así como que es inadmisible que un chef no guste de comer, que a un arquitecto no le guste disfrutar de las construcciones pero ¡es frecuente que quienes quieren escribir no lean!
Los premios
El reconocimiento del Fondo Nacional a su libro, lo vive como un estímulo “Una suerte de palmadita en la espalda que viene bien, pues además está muy prestigiado y es de los que a nivel global tiene una trayectoria de transparencia. Trabajamos en literatura porque queremos, sin esperar nada, robando tiempo al ocio, sin romantizar, ¡es lo que elegimos! Así que un reconocimiento siempre es una alegría. Admite que el periodismo “profesión que adoro, fue una excusa para canalizar mi vocación para escribir ficción; el periodismo literario y la crítica cultural fue una trampa que logré tenderle al sistema para ganar ese tiempo para leer y escribir ficción y ganar unos pesos”, realza dándole un marco más amplio a la cultura. “Me encanta meterme de manera desfachatada, con total libertad a hacer literatura de no ficcción en el mundo del deporte, por ejemplo. Haciendo crítica de series. El periodismo cultural, que abracé desde chica, me sigue seduciendo aunque sea cada vez más marginal”.
-Fuiste por Apache, por las monjas ¿qué te queda hacer en esa dinámica de relato e investigación?
-Toda realidad presenta capas que está bueno hurgar, salirse de los lugares comunes, de lo que damos por supuesto. Me interesa buscar en esos interesticios, pero ahora lo estoy haciendo a través de la ficción. Cómo se mete la nostalgia en nuestra relación con los consumos culturales. Las canciones citan marcas de ropa. Lo aspiracional está presente en nuestra manera de sentir y concebir la política, el amor, la amistad de una manera tan obvia que aterra. Prefiero contarlo a través de historias sin bajar línea en vez de militando de otro modo porque es el modo que mejor me sale.
– ¿Cuál es el personaje que más se acerca a Sonia Budassi?
-Todos los personajes se me acercan desde el punto de vista en que me interesa mirar a otros personajes que no son yo pero que son temas, problemas, que creo nos interpelan, nos preocupan a varios. Es medio paradójico: estoy un poco en todos. En un jardinero a quien el sistema de salud hace todo lo posible por quebrar su libertad, en el pibe que le preocupa más alardear su instagram y militar por las redes para encontrar a su mascota,
Entre tantos intereses de su ficción, aparecen desde autos de alta gama hasta un notorio relevamiento respecto de la fauna de Oceanía, “Los autos me interesan en relación al poder que es un tema que también me interesa literariamente; los objetos como parte de las personas, como deseo, como represetanciones de la libertad, como una forma de cumplir lo que se quiere, y que puede concretarse pero no alcanza”, esboza quien asume su vínculo de modo eventual manejando “a duras penas y en coches prestados”.
En cambio, el vínculo con los animales la remite a su infancia. “Me crie en un campo seco y pobre del sur de la provincia de Buenos Aires, conviví con conejos extraídos de su hábitat natural que se veían felices en un jardín de cemento, con lauchas de laboratorio, pero también con vacas, caballos. Comí testículos de terneros cuando no sabía el significado de la palabra “testículo” durante las yerras donde trabajaba a la par de mi madre y de mis hermanos. Tuve trato asiduo con gallinas, teros a los que mis hermanos les cortaban las alas para tenerlos como mascotas, con lechuzas y buhos. Y más tarde, gané una beca para viajar a China. Y otra a Oceanía, cuyos animales aparecen en varios cuentos”, revela.
Sin eufemismos, Sonia realza “una cosa mágica acerca de los animales australianos”, diferenciándolo de la ficción. “No de Disney sino de la realidad. Lo descubrí al ganar una beca para ir a pasar una estadía a conocer su cultura, que tienen muy integrada a la creación pero también a la naturaleza y a los derechos indígenas, siempre en tensión. La fauna que vive allí no nació en otra parte del mundo. Por momentos Australia es vivir en la Prehistoria, en un mundo que no existe dentro del mismo en el que existimos nosotros. Canguros, koalas, dingos, solo nacen y crecen ahí. Y solo nacieron ahí”, confirma. Por último y en relación a sus asignaturas, Budassi concluye: “No hay pendientes sino deseos. Estoy por publicar un libro que ya sale de imprenta, de ensayos literarios y crónicas, que publicará HD Ediciones, y estoy terminando una novela llamada Realidad Artificial”. A estar atento entonces a sus próximas formas de provocar.