La Operación Contención, realizada el martes 28 en los complejos de favelas de Alemão y Penha, dejó más de un centenar de muertos y generó un fuerte repudio en Brasil y a nivel internacional.
El gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, calificó como un “éxito” la Operación Contención, el operativo policial más violento en la historia del estado. Según sus declaraciones, “las únicas víctimas fueron los cuatro policías muertos”, en referencia a los dos agentes civiles y los dos militares que perdieron la vida durante el enfrentamiento.
Sin embargo, los datos oficiales y los testimonios en el lugar contradicen esta versión. De acuerdo con la Agência Brasil, la cifra de fallecidos asciende al menos a 119 personas, aunque los residentes de las comunidades hablan de más de 130 cuerpos recuperados de la zona boscosa que rodea los complejos de Alemão y Penha.
El gobernador sostuvo que los muertos eran “delincuentes” y que el enfrentamiento ocurrió “en el bosque, no en un área urbana”. Pero en la zona, los testimonios de vecinos y familiares relatan escenas de ejecuciones, torturas y mutilaciones, con cuerpos decapitados o con signos de haber sido acribillados a corta distancia.
“Entramos al bosque a las tres de la madrugada y encontramos decenas de cuerpos, muchos con las manos cortadas y otros decapitados. Intentamos ayudar, pero la policía seguía disparando”, contó un residente de Penha a Agência Brasil EBC.

Alrededor de 2.500 policías y soldados brasileños participaron en el masivo operativo que aseguran estuvo dirigido contra miembros de la banda de narcotraficantes Comando Vermelho o Comando Rojo, en Río de Janeiro el martes 28 de octubre.
Los objetivos declarados de la operación eran capturar a los dirigentes de la organización criminal y limitar la expansión territorial del grupo, una banda que ha incrementado su control sobre las favelas en los últimos años.
Pero los hechos desencadenaron enfrentamientos armados y represalias por parte de pandilleros, lo que generó escenas de caos en toda la ciudad.
El operativo, destinado a combatir al grupo criminal Comando Vermelho, paralizó buena parte de la ciudad. Hubo bloqueos en 35 calles, quema de vehículos y contenedores, y miles de personas no pudieron regresar a sus hogares.
Desde el Palacio de la Alvorada, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva convocó una reunión de emergencia con su gabinete para analizar la situación y los efectos del operativo.
Distintos sectores académicos y organizaciones de derechos humanos condenaron la acción. La profesora Jacqueline Muniz, del Departamento de Seguridad Pública de la Universidad Federal Fluminense, calificó la operación de “desastre político-operativo”, mientras que la directora ejecutiva de Amnistía Internacional Brasil, Jurema Werneck, la consideró “desastrosa y desproporcionada”.
“La seguridad no se logra con derramamiento de sangre”, afirmaron en un comunicado los movimientos comunitarios de las favelas afectadas.
El presidente de la Asociación de Residentes del Parque Proletário de Penha, Erivelton Vidal Correa, informó que fueron retirados al menos 80 cuerpos de la zona conocida como Mata da Pedreira, donde se registraron los enfrentamientos más intensos.
Mientras el gobierno estatal sostiene que la operación fue “un éxito”, las imágenes y los testimonios recogidos en el lugar muestran una realidad muy distinta: una tragedia humanitaria que abre un nuevo capítulo en el largo historial de violencia policial en Brasil.




