Las precipitaciones ocurridas la semana pasada en gran parte de la provincia de Buenos Aires, y en particular en la zona más afectada por las inundaciones —Bolívar, 25 de Mayo, Carlos Casares, Hipólito Yrigoyen y 9 de Julio como los más comprometidos, a los que ahora se suman Pehuajó, Lincoln, Viamonte y otros—, que recibieron entre 80 y 100 mm adicionales, agravaron de manera dramática un escenario que ya estaba colapsado. Se estima que en el centro de la Provincia hay 1.000.000 de hectáreas anegadas.
En esta zona se produce aproximadamente el 15% del maíz y la soja de la Argentina. Estas áreas ya se descartan para la próxima siembra de maíz temprano —cuyo ciclo está a punto de comenzar—, y se desconoce si podrán destinarse luego a soja, girasol o incluso a maíz tardío.
Según un informe realizado por Carbap “la superficie afectada en estos distritos creció en la última semana (18 al 20 de agosto) entre un 30% y un 40% respecto de la situación registrada apenas 10 días atrás. Se trata de un panorama que hacía muchísimos años no se veía en la provincia”.
“Esta realidad pone de manifiesto la necesidad de una acción inmediata por parte de las autoridades provinciales y nacionales, a fin de poner a disposición de los productores y municipios herramientas que permitan paliar el impacto”, sostienen desde la Confederación rural.
Consideran que “se requieren medidas urgentes de asistencia a los productores, ya que en muchos casos no tienen posibilidad de sacar la producción de los campos” y solicitan “financiamiento específico, con tasas diferenciadas y razonables, ya que las actuales resultan absolutamente inviables en este contexto”. Además, “la puesta a disposición de maquinarias (camiones, palas, retroexcavadoras) para ayudar a recomponer caminos y limpiar canales”.

“La crisis actual no solo expone la gravedad de las precipitaciones, sino también la inoperancia de no haber concluido en tiempo y forma el Plan Maestro del Río Salado, como así también la falta de mantenimiento de los caminos rurales. Los productores realizan aportes millonarios en concepto de tasas viales, que muchas veces se desvían hacia otros fines municipales, y hoy las consecuencias de esa desatención afloran con crudeza. Una obra estratégica como el Salado y el mantenimiento adecuado de los caminos rurales y canales no hubiera evitado las lluvias ni la totalidad del daño ocasionado, pero sí habría permitido morigerar el impacto y facilitar el drenaje de las aguas en plazos más razonables”, expresaron en una comunicación a la prensa.
Remarcan también la complejidad de la vida rural de la región por “la falta de caminos transitables impide en muchos casos el acceso normal a las escuelas rurales, dejando a niños y jóvenes sin clases durante días o semanas. Asimismo, dificulta la llegada de ambulancias, transporte y provisión de insumos básicos, profundizando el aislamiento y la vulnerabilidad de las familias que habitan en estas zonas”.