A 32 años de su muerte, periodo en el cual hubo ingratos desplantes y censuras, nuestro Copi, genial novelista, dramaturgo y actor en partes iguales, resucitó con una verdadera invasión de su obra y es revisitado por nuevas generaciones con una pasión virulenta que no conoce fronteras.
Es como que, de pronto, todo el pasado vuelve como una ola. Una ola que trae surfeando de regreso a Copi, grotesco e inigualable, haciendo equilibrio en calzoncillos a lunares y tacos altos sobre su propio drama, el chiste perspicaz y la vertiginosa locura que rechaza la caligrafía difícil de cualquier prescripción médica.
“Me llamo Raúl Damonte, pero firmo Copi porque así me ha llamado siempre mi madre, no sé por qué”, retumbaba su voz en el confesionario de una de sus más divertidas novelas, “El Baile de las Locas”. Pero en realidad su voluntad era otra: el tipo empezaba a bosquejar la verdadera historia del personaje que nadie sospechaba bajo semejante capa de make-up, el de Raúl Damonte Botana Taborda.
Como bien lo compactó Eduardo Muslip, “Copi era un argentino que vivió en Francia, del cual se conoce su Mujer Sentada, el más exitoso de sus personajes de historieta que publicó en los diarios franceses. También la representación de su Eva Perón, una fantasía sobre los últimos días de Eva interpretada por un travesti, que fue objeto de un atentado de la derecha peronista en un teatro de París. Se sabe que Una Visita Inoportuna puso en escena su propia agonía por el sida. Se conocen su humor, sus personajes del teatro o de su narrativa que desafían cualquier categoría tradicional de sexo y género, y su propio placer por el transformismo al subir a un escenario”.

Cuando las marchas militares se replegaron a silencio y Raúl Alfonsín se había acomodado en el vetusto sillón de Rivadavia, Copi amagó con volver al país desde su exilio francés. Pero pisó el freno. “Creo haber ahogado todos mis tangos en las arenas movedizas del olvido en el curso de los quince años durante los cuales fui muy mal visto en los medios intelectuales por una parte, a causa de una obra de teatro representada en parís en 1969 y en la que la prensa argentina creyó ver un insulto a la memoria de la señora Eva Perón. Si la situación política no hubiera sido la que todos conocemos -se lamentaba- seguramente habría mantenido lazos más estrechos con el país”.
Así entonces, lacrimae rerum, Copi se vio obligado a elastizar todavía más su exilio hasta que le cayó encima el pesado e inexorable telón de la muerte: “Hemos cambiado de continente, de profesión, de modo de vida y de costumbres sexuales al menos una vez en nuestra vida, sino tres o más. Descendientes de inmigrantes, hemos conservado la facilidad de adaptación y el gusto por el enmascaramiento y la aventura”.
Su madre era la hija menor de Natalio Botana, fundador y propietario del recordado diario Crítica, casado con Salvadora Onrubias, anarquista feminista. La abuela escritora y dramaturga que tendría decisiva influencia en Copi. Tal vez quien lo envalentonó a sacarle punta al lápiz cuando apenas tenía 16 años para dibujar sus precoces tiras cómicas, publicadas en los ’50 en la revista Tía Vicenta.

Conflictuados con el gobierno de Juan Domingo Perón, los Damonte se exiliaron en Uruguay y después trasplantaron la prole a París, donde Copi terminó su bachillerato hasta que, en 1962, se instaló allí en forma definitiva. Era el mismo año que Fernando Arrabal, Alejandro Jodorowski y Roland Topor fundaron el grupo de teatro Pánico, que lo tendría entre sus reclutas.
Lo mejor (o lo peor) estaría por venir: mientras trabajaba con Pánico comezó a vender sus dibujos en las calles parisinas hasta que logró colar una de sus historietas en el diario Le Nouvel Observateur, la desopilante tira semanal La Mujer Sentada.
Entre las páginas más inspiradas de Copi hay una que hace blanco en La Internacional Argentina, donde el creador rememora aquellos años junto a tantos otros exiliados, rebotando por las calles de París. “Estábamos nosotros, que habíamos huído no de la dictadura militar, sino de todo lo que hacía posible su existencia en la sociedad argentina: la hipocresía católica, la corrupción administrativa, el machismo, la fobia homosexual, la onmipresente censura hacia todo”.

Copi es un personaje único e irrepetible cuya humanidad superfreak, maricona y mundana lo sitúa en la cúspide de los valientes e inolvidables creadores que desovó este bendito país. Como decía su entrañable Raulito en un fragmento de su obra Cachafaz, “tengo chic y tengo garbo, ¡pero es porque tengo tango!”.
Una quebrada de la cual Copi, inflado de felicidad o agonizando en su pasteurizada globalidad, nunca supo renegar.
VUELVE COMO UNA OLA
Copi nació en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1939 y murió en París el 14 de diciembre de 1987. De su imperecedero y divertido legado, escrito mayormente en francés, se consiguen en las librerías los cuentos reunidos en Virginia Woolf Ataca de Nuevo, Las Viejas Travestis, la novela El Baile de las Locas, y otras como El Uruguayo, La Vida es un Tango y La Internacional Argentina, que Anagrama editó en un solo volumen. Además, claro está, del teatro insolente de Eva Perón y Cachafaz (publicadas por Adriana Hidalgo Editora) y la deliciosa fábula La Ciudad de las Ratas, traducida por primera vez al castellano y editada aquí por El Cuenco de Plata junto a otra revelación incunable, La Guerra de las Mariconas.