Hoy viernes 8 de abril se (presenta la exhortación apostólica Amoris Laetitia“La alegría del amor”), del papa Francisco, sobre el amor en la familia. Es un documento donde toma los trabajos y conclusiones del Sínodo de Obispos sobre el tema, pero con un tono personal del papa Francisco, que se notará en el estilo y en algunas concreciones. Es un documento más pastoral que doctrinal, más espiritual que jurídico.
El padre Alejandro José Puiggari del Arzobispado de Buenos Aires da una explicación sencilla del escrito.
Son tres pistas… sencillamente a modo de aperitivo de algo grande que exigirá también lectura atenta y tiempo de maduración.
La primera pista surge de su mismo título: Amoris Laetitia (“La alegría del amor”).
Está en la línea de la Buena Noticia que alegra la vida… Quiere ser un texto propositivo, que de alguna manera ayude al anuncio Kerygmático que debe caracterizar toda la enseñanza de la Iglesia!
Pero además, trata sobre el amor…
La familia, el matrimonio debe ser entendido y pensado dentro del marco vocacional de todo hombre y de la humanidad: llamados a amar habiendo experimentado el amor… La alegría del amor, vocación al amor… que tiene como marco fundante un Dios que es AMOR.
La segunda pista nos lleva a detenernos en algunas características del documento Papal. Francisco vuelve a sorprendernos con un documento extenso, de fácil lectura pero a la vez complejo a la hora de quererlo sintetizar.
En sus 200 páginas y 325 párrafos el Papa nos ofrece toda la riqueza y complejidad de lo tratado en los dos Sínodos. Su lectura exige atención, ya que su discurso no tiene como intención última ofrecer una síntesis doctrinal que unifique en la uniformidad de respuesta, sino en la riqueza de unidad en el modo de abordar teológicamente el vasto mundo de la familia, para orientar actitudes que posibiliten una renovada pastoral familiar con fidelidad al evangelio. Es un documento que ofrece una síntesis pero no un punto final… muy al estilo de nuestro Papa Francisco. Mas que cerrar sigue abriendo horizontes!
La tercera pista nos lleva a un principio hermenéutico que ha de tenerse en cuenta siempre a la hora de leer un texto o intentar interpretar los gestos del Papa Francisco. El mismo los ha explicitado en la exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (223-236). Son los cuatro principios que ya desde su época de provincial de los Jesuitas en la Argentina, le ayudaron a tener como principio y fundamento de su reflexión y praxis pastoral. Cuatro principios que ayudará también hoy a leer en contexto esta nueva Exhortación Pastoral.
Y creo que esta tercera pista será fundamental a la hora de recibir lo mucho que se ha de opinar, escribir y analizar de la nueva exhortación.
De ahí que sea bueno, poder tener una guía, a modo de antigua brújula o moderno GPS para saber qué privilegiar, qué claves detenerse, desde dónde intentar entrever la novedad y los acentos…
El Papa Francisco nos invitaba en el año 2013 en EG:
1) En primer lugar, el papa señalaba la importancia “de iniciar procesos más que de poseer espacios” (EG 223). Esto significa que, aún más importante que el documento final y que la literalidad de tal o cual expresión concreta, es el mismo proceso de diálogo, deliberación y discernimiento.
En concreto, el Papa Francisco no pretende cerrar cuestiones con sus documentos magisteriales, sino ofrecer principios para seguir caminado como Iglesia en estado de asamblea, que no teme de la sinodalidad, del sensus fidei y en última instancia del Espíritu Santo.
De ahí, que Francisco asume el momento eclesial de ambos Sínodos camino (2014 y 2015) con todo un proceso participativo en donde se privilegio la escucha y la deliberación. Estilo pastoral que expresamente el Papa quiere siga vigente a la hora de darle forma a algunos núcleos y contenidos centrales desde donde se debe seguir acompañando procesos y discernimientos que hagan posible un auténtico acompañamiento pastoral de todas las familias, en sus diversos momentos y situaciones.
2) Ante una realidad tan compleja como la familiar hoy el Papa Francisco nos recuerda un principio vital para la vitalidad pastoral de la Iglesia. El Papa afirma que “el conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido” (EG 226). De nuevo, este principio arroja luz tanto sobre el proceso sinodal como sobre el tema específico. No podemos negar el hecho que hay muchas familias rotas, heridas, desgajadas… Hay tensiones y conflictos cotidianos que claman por el bálsamo de la alegría del amor. Y hay rupturas que ya no tienen posible marcha atrás. Sin embargo, constatamos que el El amor de Dios es más fuerte que el fracaso de los proyectos humanos. Por eso, “la unidad prevalece sobre el conflicto“. Y misteriosamente el corazón auténticamente humano, libre de tantos condicionamiento que lo aliena y lentifica en su vocación originaria, sigue siendo buscador y peregrino de un amor que balbuceo al menos eternidad… De ahí que la Iglesia, no pueda cerrarse a los signos de los tiempos, y en la búsqueda del cómo surgirá como en toda su historia tensiones y discusiones, que será el mismo Espíritu Santo el que irá guiando y recreando la comunión.
No ha de asustarnos que este documento traiga lío y haga ruido… Las hubo también en los dos Sínodos. Pero, también será oportuno recordar que el documento sinodal fue aprobado, en votación individual secreta, con una mayoría superior a los dos tercios, en todos los puntos, incluidos los más polémicos. En estos puntos, habrá que estar atentos a la formulación concreta y al tono empleado por Francisco.
3) El tercer principio a no olvidar que nos proponía Francisco en EG dice que “la realidad es más importante que la idea” (EG 231). El documento se refiere a las familias concretas: con sus sueños animosos, con sus intentos logrados, con sus anhelos esperanzados, con sus trayectorias vitales, con sus fracasos dolorosos, con sus gozos cotidianos, con sus perplejidades crecientes, con sus retos y amenazas. El papa habla de las familias desempleadas, de las familias desgarradas por la guerra, de las familias desahuciadas de sus viviendas, de las familias refugiadas. Habla también de los ancianos, de los menores abandonados, de las parejas homosexuales, de quienes conviven sin casarse, de la viudedad, de quienes han tenido que divorciarse, de quienes sufren violencia doméstica, etcétera. No es un documento que hable de la familia en abstracto ni que se quede en el mundo de las ideas, sino que baja a la tierra, para dar una palabra de ánimo a todas esas personas, en todas esas situaciones. Esta catolicidad en sus destinatarios e interlocutores, debe cuestionarnos y desafiarnos a quienes normalmente vemos más acotados nuestro campo pastoral. Una Iglesia y una pastoral de conservación, centrada en nuestro resto fiel, no sólo no podrá hacer realidad una Iglesia en salida, sino que recortará enormente la alegría del amor, pudiéndose verse infectada del virus de la acedia.
4) Finalmente el Papa Francisco nos recuerda que “el todo es más que la parte y que la suma de las partes” (EG 235). Este principio nos ayuda a correcta y sapiencial lectura del documento y nos alerta con una posible deformación a la hora de ser abordado por los medios de comunicación. No hay que quedarse en los fragmentos parciales ni en las cuestiones mediáticas que seguramente serán titulares de diarios y noticieros (divorciados vueltos a casar, atención pastoral a las personas con orientación homosexual, anticonceptivos…). El papa Francisco nos pide una Iglesia en movimiento, no instalada… recordándonos que el modelo de la sociedad, de la Iglesia y de la familia “no es la esfera sino el poliedro” (EG 236): no la equidistancia que anula las diferencias, sino la complejidad dinámica que busca la armonía respetando las diferencias.
En este año Jubilar de la Misericordia, quizás sea bueno pedirle a la Virgen Madre que nos cuide el corazón para que la llegada del documento Amoris Laetitia nos encuentra en el confortante cansancio de una pastoral que sabe de caminos y de encuentros, con la mente abierta y el corazón desbordante de ternura para no dejarnos esclavizar de vanas discusiones ni de miedos paralizantes.
Solo así, renacidos de lo alto, podremos ofrecer nuestro humilde oficio de amor, facilitando con nuestra pastoral de cercanía y acompañamiento a que en medio de una sociedad enferma de vínculos e ídolos deshumanizantes la familia sea hoy más que nunca oasis de misericordia (MV 12)