Cuando aflora el hartazgo de hacer siempre lo que el mandato cultural ordena aparecen las crisis y con ellas el estigma de la irresponsabilidad; aquello que está bien y lo que no. Una doble vara en la que quedan atrapadas tres mujeres, durante un fin de semana en algún lugar lejano a la ciudad.
Tres mujeres de mediana edad, esa edad en que algunas cuestiones sobre la estabilidad amorosa debieran estar resueltas, pero no en este caso en que una de ellas –Julieta Díaz- atraviesa un abandono que a sus cuarenta años le desacomodó la vida. Su hermana –Gloria Carrá- le suelta algunos reproches, algunos de la juventud y otros actuales. En tanto la otra que oficia de “la mejor amiga” –Paola Krum- trata de atenuar la crisis, una crisis que termina por envolverlas a las tres.
Un hecho inusual desencadena una situación que amerita ser resuelta, pero que las lleva a esgrimir argumentos, propuestas y diálogos entre ellas que se superponen, pero que en determinado momento se corta y avanza hacia un silencio entre las tres, muy bien logrado.
Un teléfono celular que provoca sobresaltos, pero que es el mecanismo que activa un diálogo con alguien (Gustavo) a quien se lo tiene presente y le deben una explicación.
Una conversación telefónica provoca un final feliz y esperado, a todo ritmo y a puro abrazo. Dejan atrás las quejas, las frustraciones que arrastran las tres mujeres, para comenzar aquello de lo que son capaces de hacer.
Una comedia fresca, desopilante por momentos y otros en que la ternura y el amor entre ellas surge gracias al devenir de la obra y la pluma de su autor: Javier Daulte, quien también asumió la dirección.
Los hechos ocurren en una única escenografía en la que estos personajes la transitan totalmente y son las actrices quienes la acomodan para la siguiente escena que se corta con un tema musical.
La obra se ofrece en el céntrico Teatro Astros (Corrientes 746, CABA), con la dirección artística de Andrea Stivel.
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Con esta pieza teatral, su creado Javier Daulte reflexiona sobre la temática que aborda la puesta: “Cada época plantea y va renovando las normas del comportamiento en sociedad. Nos indican cómo debemos obrar con nuestra familia, con nuestra pareja, con nuestros amigos, con el prójimo. Nos han enseñado qué está bien y qué está mal hacer. Hasta que un día sentimos que esas normas son una especie de celda que retienen y encorsetan una parte de nosotros mismos. ¿Qué hacer entonces? ¿Qué hacemos con esa parte nuestra que no quiere (no puede) ser normalizada, domesticada? Cruzar los límites es un anhelo inalienable. Forma parte de la condición humana. Es un anhelo que está siempre allí y que es legítimo. Podemos llamarlo rebeldía, desborde o inconformismo. O sencillamente, estar hartos. Hay un día en que necesitamos imperiosamente ser irresponsables”.
Que critica mas vacia , son renglones descriptivos.
El Ágora no hace críticas culturales, consideramos que cada uno tiene la posibilidad de tener su propia consideración sobre los espectáculos. No bajamos ni subimos el pulgar del trabajo de otro.