Cuando Peter Mock, dirigente medioambiental alemán y su contraparte norteamericano John German, se propusieron junto a un equipo de ecologistas demostrar que los controles de emisiones contaminantes europeos no eran lo suficientemente eficaces, nunca sospecharon lo que se iban a encontrar.
En tal sentido, diseñaron un equipo portátil que instalaron en varios vehículos de procedencia alemana que circulaban en Estados Unidos, con toda la intención de que los países de la unión europea endurecieran y aggiornaran sus controles luego de los resultados que hipotéticamente se obtendrían del otro lado del océano.
Los datos fueron contundentes y devastadores pero no en la dirección pensada.
Con este sencillo sistema, y luego de involucrar tambien en la investigación a la agencia de control norteamericana, se descubrió que los modelos diesel alemanes no solamente contaminaban entre 30 y 40 veces más de lo permitido por estas mismas agencias,sino que su computadora de a bordo poseía un software “especial” que falseaba los datos cuando descubría que el vehículo estaba siendo sometido a control.
Martin Winterkorn, CEO del grupo, duró pocos minutos en su cargo antes de ser eyectado por el descubrimiento de la trampa.
Hasta la canciller alemana, Angela Merkel, tuvo que salir a pedir transparencia y buenas prácticas empresariales ante la debacle económica que esto le significará no solamente a la principal automotriz del mundo, sino a la credibilidad de la industria alemana en general.
Once millones de vehículos citados para verificación y corrección, no menos de 18 mil millones de euros de multa solamente en EE.UU, investigaciones en todos los productos del gigante automotriz en todo el mundo y la posibilidad cierta de enfrentar demandas legales en decenas de países por contaminación deliberada, caida del valor bursatil no menor a un 30%, planes de reestructuración y ajustes económicos a nivel global como consecuencia del escándalo.
En momentos en que los debates por la protección del ambiente son moneda corriente, llama poderosamente la atención que ya no solamente se siga contaminando en forma desembozada y evidente, sino que se lo haga de forma oculta y disfrazado con una imagen de calidad y excelencia.
Pocos son los individuos que se animaban a dudar de la calidad de un producto alemán, y menos que esa calidad sea producto de una trampa.
Es hora de replantear las ideas amigos míos.
Da una mezcla de gracia y pena cuando en cualquier esquina escucho a algún argentino decir que los únicos chantas somos nosotros….