Es martes 24 de agosto, son las 16.35 y desde poco después del mediodía en las radios y la televisión no parece importar otra cosa que la muerte a los 80 años de Charlie Watts, el stone menos stone de los Rolling Stones. ¡Charlie Watts! Uno se entera este mismo día que los Rolling Stones ya habían decidido salir de gira otra vez sin él y entonces se pregunta: ¿cómo sería eso? ¡Los Stones sin Charlie sentado a la batería es una pesadilla! Pero recordamos aquella famosa frase de Marlon Brando: “La única razón por la que estoy aquí es porque aún carezco del valor moral de rechazar el dinero”.
No hay remedio para la incredulidad. Pero Charlie Watts era tan mortal como cualquiera y soportó el cáncer de garganta que lo poseía tanto como la música sucia que accedió a tocar con los Stones (él era un tipo straight del jazz, por si no lo habían notado), donde siempre hubo mucho ruido de fondo y “…¡Oh, no, Dios, no vas a quebrar este corazón de piedra!”.
Podría decirse que el único momento verdaderamente stone de Watts haya sido la foto de aquella tapa de “Their Satanic Majesties Request” (1967), donde estaba a tono con Jagger, Richards & Cía, listos para una función del Cirque Du Soleil. Porque Charlie era un tipo del jazz y ellos lo sabían.
Sin ir más lejos, cuenta la leyenda que durante las sesiones de “Tattoo You” (1982) Mick Jagger sugirió que a dos temas del disco (“Slave” y “Waiting On A Friend”) le vendrían bien esos resoplidos latosos de alguien como Sonny Rollins, el coloso del saxo. Richards se mostró a favor, pero estaba convencido de que un tipo del prestigio de Sonny Rollins jamás aceptaría arrastrarse en el estiércol de un disco de los Rolling Stones. “¡Déjenmelo a mi!”, terció Charlie. Acto seguido: los Stones y Sonny Rollins instalados en el estudio, escuchando lo que estaba grabado. “¿Querés que cante o haga algo mientras grabamos tu saxo?”, le preguntó Jagger. “No, está bien. ¡Vos parate frente a mí y bailá, bailá!”, contestó el saxofonista ante la sorpresa del grupo.
Pero la leyenda continuó abriendo la bocota y hasta se metió en tierras sudamericanas. Asegura que en 1995, cuando los Rolling Stones vinieron por primera vez a la Argentina, Charlie Watts, un confeso amante de los caballos pura sangre, fue a comprar un ejemplar a un conocido country del sur del Gran Buenos Aires y allí conoció al hijo del dueño del haras, que tenía una batería instalada en la caballeriza. Todos recuerdan hoy su humildad y simpleza. “Sin que nadie se lo pidiera, el tipo se sentó a la batería y la afinó en cuestión de segundos. ¡Hasta nos regaló un full stroke inolvidable digno de un maestro!”, aseguran.
El timing de Charlie Watts hasta llamó la atención alguna vez de Norman Mailer, quien escribió “Masturbación eléctrica”, no sólo el mejor sino el más lisérgico de los perfiles sobre la banda inglesa. “Por allí están todos esos maullidos, todas esas amenazas a medias, todas esas amargas maldiciones resonando al fondo, toda esa sensación de desorden, como por si por allí anduviera una madre con los nervios rotos buscando el cepillo para peinarse. Los mantiene unidos el ritmo, el orden magnífico que impone la batería. Y con ese ritmo febril se puede hacer cualquier cosa. Se puede soñar con el alzamiento del tercer mundo, con la sublevación de Africa. Pero situados en ese alto nivel de actuación, al final resultan decepcionantes. Porque dependen del volumen. A medio volumen no consiguen nada”.
Fotos: Loft.it/Blick
Muy buena nota.
Muchas gracias!!!!!!