Las microalgas pueden presentar múltiples usos, desde medicinales hasta alimenticios. Estos organismos protagonizan la primera planta de la Argentina que busca tratar aguas residuales urbanas y producir biofertilizantes, un proyecto de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), la empresa Agua y Saneamientos Argentinos (AySA) y otras instituciones. Con sus tres reactores de 40 m², en un día, es capaz de disminuir el 90% de la materia orgánica, el 95% del nitrógeno y el 50% del fósforo, entre otros contaminantes, de hasta 12 mil litros de agua y generar casi un kilo de materia prima para elaborar bioinsumos. Al ofrecer oportunidades ambientales y productivas con bajos costos energéticos y económicos, proponen replicar la experiencia en municipios y empresas del agro del país.
“Las microalgas son microorganismos fotosintéticos que se encuentran sobre todo en ambientes acuáticos como ríos, lagunas, piletas o floreros, y tienen diversos usos. Actualmente, por ejemplo, se las utiliza como suplementos dietarios para humanos o peces”, comentó Agustín Rearte, docente de la cátedra de Química Inorgánica y Analítica de la FAUBA, y agregó: “Además, cada vez se investiga más su aplicación como biofertilizantes y para tratar aguas residuales”.
Esas dos propiedades se aplican en la primera planta de tratamiento de aguas con microalgas de la Argentina. “Las microalgas sacan los nutrientes y la materia orgánica del agua residual, lo que sería ‘tratar el agua’. De esta manera, al aumentar su biomasa, luego se las puede usar como biofertilizante. Tras buenos resultados a escala laboratorio, quisimos validar esta tecnología en un escenario más grande”, contó Rearte, quien también es investigador del Conicet.
La planta basada en microalgas se encuentra en la Planta Depuradora Sudoeste de AySA, que trata aguas residuales cloacales urbanas del partido bonaerense de La Matanza y sus alrededores. En un día, las algas fueron capaces de tratar 12 mil litros de agua y de reducir el 90% de la materia orgánica, el 95% del nitrógeno y el 50% del fósforo, entre otros contaminantes. La productividad máxima diaria de biomasa microalgal fue 760 gramos.
Luz verde para la sustentabilidad
Rearte explicó que la planta piloto funciona con tres reactores de 40 m² llamados raceway por su forma de pista de carreras. “Cuenta con un sistema de agitación que impulsa el agua y distribuye las algas de forma homogénea. Los reactores son de baja profundidad para que la luz del sol llegue a las microalgas. Este sistema reduce los costos energéticos y económicos de una planta convencional y además produce un bioproducto para aplicar en la agricultura”.
Además, la instalación cuenta con un sistema que registra y analiza cómo funciona la planta. “Usamos modelos de aprendizaje virtuales e inteligencia artificial que nos permiten eficientizar y automatizar sus tareas, y también predecir cómo funcionaría en otros lugares del país”, añadió Rearte.
“La idea es que la tecnología se afiance y se reproduzca tanto en el sector público como en el privado. Las plantas de tratamientos de microalgas se podrían aplicar para municipios que no tengan tratamientos de agua o tengan procesos deficientes y que cuenten con el espacio suficiente, y para establecimientos agropecuarios como feedlots, tambos y otras producciones animales intensivas”, dijo el docente.
Los afluentes y el territorio
Por su parte, Carolina González, profesional del Centro de Investigaciones de AySA, señaló que considera clave el vínculo de la empresa con el ámbito académico: “Podemos intercambiar conocimiento y generar proyectos como esta planta de microalgas”. Otros colaboradores del proyecto son la Universidad de Almería, la empresa de inteligencia artificial TDK, el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, UBATEC y la Fundación Bunge y Born.
Para finalizar, Carolina resaltó: “Es muy importante poder aplicar estas innovaciones en territorio y que los proyectos tengan un gran impacto social. Que lleguen a la mayor cantidad de gente posible”.
Sobre La Tierra (SLT-FAUBA)