Mandinga la capilla del diablo, una pieza teatral que se ofrece en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636, CABA), los sábados a las 22. La obra transita el ámbito rural y se detiene en la provincia de Corrientes –terruño del autor y director-, territorio en donde la acción teatral tiene lugar y espacio. Allí la muerte cobra vida y hasta es capaz de proponer pactos, con un ser que además de causar miedo, sabe negociar para llevarse las almas y qué pedir a cambio.
Una muerte prematura a manos de una traición y que pudo evitarse, ahora es moneda de cambio para que la vida regrese, pero su costo inevitable está en el monte, un ámbito que subyace en toda la obra con su halo de misterio y que invita al espectador a hacer uso de su imaginación: no aparece, pero está presente.
Es que para que esto suceda, los actores y actrices se valen de un recurso muy bien utilizado: la expresión corporal. Un deslizamiento expresivo que por momentos se vuelve intenso y en otra gana en sutilezas y gestos que provocan la máxima atención del público; un público que no podrá abstraerse ni detenerse de la vorágine en la que están inmersos los personajes que casi sin intervalos, las escenas se suceden y sólo hay “una vuelta de página” cuando se nombra la palabra “oscuro”.
En esos actos en que la historia –bien contada- propone una visión fantasmagórica y con la imaginería propia de la provincia de Corrientes y el monte, oculto pero presente y en una atmósfera sustentada por las actuaciones potentes por momentos y en otros tenues, gestuales que poseen un lenguaje corporal que prescinde de las palabras. Y otro de los sostenes de la obra es la música y la canción presentes en instantes oportunos; ni una nota de más y sin estridencias y que con el correr de la obra, se torna casi imprescindible, ya que tiene la virtud de formar parte de la obra y su discurso siempre presente.
Sin dudas, el cuerpo y su expresividad, el algo vivo que está presente en forma constante; en la movilidad actoral intensa y en forma sincronizadaque ofrece un excelente diseño de movilidad, sobre una exigua pero eficiente escenografía que los propios actores arman y desarman. Un vestuario que perfilan a los personajes y un juego de luces que acompañan los pasos de los actores y actrices.
La sinopsis describe que una leyenda que a finales del S XIX, un terrateniente de origen europeo, semianalfabeto, y católico ferviente -que vivió en Corrientes- tuvo una hija que falleció, pero no estaba muerta. Una carreta que transportaba troncos se salió del eje y aplastó a la niña, quien quedó inconsciente. El padre se volcó a la oración, haciendo todo tipo de promesas a Dios para que la muchacha pueda despertarse. Al no obtener respuesta, pactó con el Diablo hacer una capilla en su nombre y como insulto mayor al altísimo, la hizo bendecir por un cura.
Pero subyace en el relato una postura autoritaria que tendrá sus consecuencias, pero que no deja lugar a contradecir las órdenes y aparece oculto también un pozo que no se sabe bien qué tipo de pozo, supone el relato un abismo oscuro y hermético y que se traga la vida por una muerte que se detecta provocada.
Está claro en la obra quien pacta con el diablo para dar vida en esta tierra, sin importar la trascendencia de lo humano, mientras que lo corporal es la presencia viva del texto teatral y que deja al descubierto lo oscuro que trae la traición, el ocultamiento y el temor que causa el mito que se esconce en una plantación de naranjales.
Es que Mandinga es, ahora, un hecho escénico yponer el cuerpo, ocupar el espacio, la calle, la sala, la escena. ¿Qué otra cosa hace, si no, quien actúa? ¿Qué otra cosa, si no, es finalmente el teatro? Habitar el espacio. Y por detrás del presente se tejen recuerdos, se filtran historias de cuentos de abuelas y relatos escuchados a escondidas entre la peonada y el personal doméstico en el campo. Historias de monte, infierno y ataduras.
Los que hacen posible esta obra
Dramaturgia: Guillermo Parodi. Actúan: Julia Funari, Lucía Palacios, Camilo Parodi, Natalia Rey, Marcelo Rodríguez, Lucas Soriano, Lorena Szekely. Músicos: Nahuel Del Valle, Juan Pablo Martini, Camilo Parodi, Guillermo Parodi. Diseño de vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Diseño de escenografía: Fernando Diaz. Diseño de luces:Fernando Diaz, Guillermo Parodi. Producción musical: Juan Pablo Martini. Realización de escenografia: Talleres Del Teatro Argentino De La Plata – Tacec. Realización de vestuario: Talleres Del Teatro Argentino De La Plata – Tacec. Diseño gráfico: Leandro Almendro. Diseño de imagen:Mariana Melinc. Entrenamiento corporal: SofiaBallvé. Asistencia de dirección: Macarena López. Prensa: Paula Simkin. Dirección: Guillermo Parodi. Composición Musical: Juan Pablo Martini. Duración: 75 minutos.