Se están viviendo transformaciones simultáneas que se han acelerado en los últimos años por los efectos de cambio climático, del covid y los geopolíticos por la guerra en Ucrania con tensiones en los mercados globales de alimentos sumado a la quiebra de bancos internacionales. Argentina se enfrenta ante este panorama con un fuerte endeudamiento, con las consecuencias de una pandemia que paralizó al mundo y al país, y una inflación endémica que no da tregua. Y como esto era poco….Tres años de sequía.
“La magnitud del impacto de la sequía redujo los derechos de exportación en un 45% interanual (i.a.) y se estima que la pérdida de estos alcanza los $200.000 M durante el primer bimestre. Excluyendo los tributos del comercio exterior el incremento de los ingresos ascendería a 105,1% i.a.”, detalla la situación el Palacio de Hacienda.
No es solo propio de Argentina este fenómeno climático con altas temperaturas provocando pérdidas de cosechas y poniendo en riesgo el acceso al agua, la salud de las personas y también los ecosistemas, sino también de Uruguay y Chile, aunque tienen otro contexto macroeconómico.
Un factor probablemente importante en la escasez de precipitaciones es que América del Sur ha experimentado actualmente los efectos de un tercer año consecutivo de La Niña, un fenómeno natural con gran influencia en los patrones climáticos de diversas partes del mundo y que causa una mayor probabilidad de menores precipitaciones en muchas partes de esta región.
Según informes de la Atribución Meteorológica Mundial, la sanidad de los cultivos en Argentina es la peor de los últimos 40 años, con graves repercusiones previstas en las cosechas de trigo y soja. Entre enero de 2022 y enero de 2023, los ingresos por exportación de cereales y oleaginosas de Argentina ya han disminuido en un 61%.
Por su parte, Chile atraviesa la sequía más larga de la región en al menos mil años. Tras 13 años de escasas precipitaciones, la situación agrava la tendencia a la desecación y sitúa al país a la cabeza de la crisis hídrica de la zona.
Consecuencias en la actividad agropecuaria
En momentos donde los precios internacionales de los principales granos -maíz, soja y trigo- estuvieron en buenos niveles, pero que el país no pudo aprovechar en la campaña 2022/23 por un problema serio en la oferta.
“Esto complicaría las arcas nacionales en un año ’atípico’ que estamos transitando (sequía+elecciones) esté acompañado por bajas en las cotizaciones internacionales de precios, lo que daría una combinación de factores que podemos definir como la ‘tormenta perfecta’ para el negocio agrícola”, analiza la consultora Zorraquín + Meneses, quienes señalan que “el precio de los granos mantiene su divorcio entre el mercado interno y el externo”.
La zona núcleo atraviesa un momento crítico sumada a la ola de calor de marzo que está condicionando el rendimiento de los principales cultivos. A modo de ejemplo, la estimación de producción en la soja podría registrar una “actualización” según la BCBA de un recorte de 4 millones respecto a la semana anterior, de 29 millones a 25 millones de toneladas, el nivel más bajo de las últimos 23 años.
La entidad bursátil también reduce la previsión de cosecha de maíz en 1,5 millones de toneladas, de 37,5 millones a 36 millones de toneladas. Además de la desaparición de producciones de las economías regionales como en la actividad vitivinícola que en los últimos años hay 2.000 viñedos menos.

Entonces, el volumen total perdido hasta el momento en la campaña 2022/23 producto de la sequía, heladas y olas de calor, contabilizando soja, maíz, trigo, cebada y sorgo alcanza las 54 millones de toneladas respecto al ciclo anterior. En base a este cálculo la producción total de todos estos granos rondaría los 84 millones de toneladas en la actual campaña.
De concretarse estos nuevos ajustes en el nivel de producción, las pérdidas por exportaciones de todos los granos de la actual campaña superarían los USD20.000 millones, representando una merma en la recaudación de alrededor de USD7.376 millones.
“La ausencia de precipitaciones sobre los núcleos sojeros del centro del área agrícola, heladas tempranas durante mediados del mes de febrero y temperaturas medias por encima a los promedios durante etapas críticas para la definición de los rendimientos reducen a 25 millones de toneladas nuestra estimación de producción de soja”, aclara el informe de la Bolsa de Cereales.
Ante este panorama la actividad se plantea cómo transitar el plano cambiario en un contexto de sequía histórica y con una cuenta financiera más ajustada que en el 2022.
Es por ello que entre los productores agropecuarios está como principal preocupación ver cómo superar esta campaña y de qué manera sobrellevar la que viene con este escenario de sequía “permanente”, aunque las perspectivas es una mejora con la llegada del “Niño” en la región.
Los cambios climáticos han existido desde el inicio de la historia de la Tierra. La novedad reside en que a viene a sumarse el actual cambio en el clima causado directa o indirectamente por la actividad humana. Incluye alteraciones en la temperatura, pero también en las precipitaciones, en la velocidad del viento, en la presión atmosférica, en la frecuencia de eventos extremos. En esta carrera contra el tiempo hay intereses y mezquindades, oportunidades y desencuentros. Negocios y grandes pérdidas, oportunidades y desamparados.
El alto impacto de la sequía en la agricultura y la actividad económica pone de manifiesto la necesidad de reducir la vulnerabilidad ante la falta de precipitaciones, tomar medidas que mejoren la gestión del agua y la anticiparse a años secos mediante previsiones estacionales y mecanismos de seguro para ayudar a los productores a hacer frente a estos fenómenos y mejorar la resiliencia.
Siendo en Argentina el complejo agroexportador el mayor generador de divisas no es un tema menor para la estabilidad y desarrollo económico, y la tranquilidad social de sus habitantes, cómo repercute los fenómenos climáticos en particular en estos años la merma de precipitaciones.
Sin embargo ni el cielo nos salva, en estos tiempos elevar la vista y esperar al menos la lluvia necesaria para que modifique el ambiente y mejore la productividad es algo que hay que seguir esperando.