Resistencia, rechazo, desconfianza. No, no son estas las definiciones sobre oposición, si no una reacción interna que se manifestó cual reflejo apenas nuestro comunnity manager y alma mater de Oxímoron, Alberto Oneto, sugirió ese tema como posible nota.
“Hablemos de la oposición”, fue la premisa disparada recurrentemente desde el segundo o tercer Newsletter de El Ágora.
“Ehh, bueno”, balbuceé.
Entonces, el rescate de la serie danesa Borgen apareció como principal motivación y con cierta lógica. Allí a Birgitte Nyborg, la líder del partido moderado, una “afortunada” primera ministra del gobierno de coalición, aunque en franca minoría, le toca equilibrar tensiones entre su entorno, los laboristas y verdes.
Imagínense a la muchacha confiando en la buena voluntad de sus supuestos aliados quienes, lejos de trabajar en favor de la gobernabilidad, reclaman cual cuervos hambrientos repartir su botín, según la proporción de electores obtenidos. Ministerios para todes. Respecto del nombre ‘Borgen’, refiere al palacio de Christiansborg, la sede de los tres poderes del Estado, junto con la oficina del Primer Ministro. Algo así como un Congreso encastrado en la Rosada (o viceversa).
Pero bueno, nosotros estamos bien lejos de ser un país escandinavo, privilegiado con políticos auspiciosos para esa población de tan solo cinco millones de habitantes. Ni son nuestros partidos ni alianzas. Aunque la ficción exitosa de Netflix diste de ser un modelo de honorabilidad política, no estamos ni remotamente cerca. Tomémonos un tiempo hasta llegar a la definición que hoy nos convoca y sigamos con nuestros opositores, tratando de desentrañar una explicación que se ajuste a la tan reivindicada idiosincrasia.
Lo más saludable y práctico sería hablar con algunos destacados referentes, opinólogos y ceos de las principales encuestadoras y aventurarnos a sus estimaciones de acuerdo a los candidatos que les resulten convenientes. Por el momento preferimos eximirlos de los influencers del rubro (Artemio, Poliarquía, Graciela Romer y Aurelio). Seguramente de aquí a las PASO apuntalaremos este concepto, más en función de lo que aspiramos, antes que de una voluntad por ensanchar grietas y agudizar distancias y angustias y ellos darán su versión.
De RAE y Astronomía
No se apresuren, acompáñenme con la misma paciencia de quien intenta transformar la pesada mochila en equipaje sustentable. Es que para Oxímoron, la Oposición debería ser superadora de previsibles definiciones. Aquí un par de razones vía RAE (Real Academia Española) Del lat. oppositio, -ōnis: Acción y efecto de oponer u oponerse. Disposición de algunas cosas, de modo que estén unas enfrente de otras. Conjunto de grupos o partidos que en un país se oponen a la política del Gobierno o al poder establecido. En los cuerpos legislativos, minoría que habitualmente impugna las actuaciones y propuestas del Gobierno (imagino en quién/quienes pueden estar pensando). Situación relativa de dos o más cuerpos celestes cuando tienen longitudes que difieren en dos ángulos rectos (hay quienes se miden pero nada tiene que ver con la visión de oposición, según la Astronomía) Bueno aquí encontré una que me gusta y viene de la lingüística. “Relación distintiva que existe entre dos unidades del mismo nivel pertenecientes al mismo sistema lingüístico”. Eso, eso.
¿Trae suerte?
“Tengo una señal”, advierto. Pero no, no es ningún fusilado que vive, arrancando a Rodolfo Walsh de su modorra platense. Tan solo la cuasi cumbre televisiva que incomodó al FDT y JxC días atrás.
“¿No vieron a (Diego) Santilli con Santoro (Leandro) en lo de Juana Viale?”
– ¿Se mataron?
“Para nada, fluyó una buena energía, tanto que la nieta de Mirtha quedó eclipsada. No paró de reírse. Es por ahí”, agregué como si estuviera pensado en aquel atisbo de gloria que desperdició Palacio en la Selección.
Por abajo o por arriba, descular una oposición inteligente, pertinente, creativa de aquí y allá (en el mundo tampoco estarían abundando ejemplos donde colgarse), serviría para reparar esa hendija que nos daña, nos duele y distancia. Así, el aporte de un diccionario político vuelve más pertinente esta pretensión de nota seria. “La forma más elaborada y efectiva de oposición, es la de los partidos políticos en los estados democráticos, pues en este caso la oposición no pretende la destrucción del Estado, sino exclusivamente su reforma dentro del cauce previamente acordado o menos aún, lo que persigue es formar el gobierno, es decir nombrar a los funcionarios públicos que lo dirigen”.
En este sentido, el Derecho Constitucional de Colombia, (NdeR: no sé si es el mejor momento para citarlo ¡claro que sí y hoy más que nunca!), destaca la diversidad en lo político. Para el funcionamiento del sistema democrático resulta esencial la existencia de una oposición y que ella esté rodeada de todas las garantías para desarrollar su actividad. Acaso por esto la descripción no se ajusta únicamente a confrontar y discutir si no a otras expresiones que permiten pensar un ámbito de creatividad fundamental. “Exponer, desarrollar argumentos contra el gobierno en ejercicio; presentar opciones diferentes; tener y proclamar una visión distinta, presentar proyectos en donde plasmar las propias ideas, criterios acerca de distintos temas”, podrían significar una verdadera caja de Pandora en esto de tomar posición desde otro lugar.

En el fondo. Debo admitir las dificultades propias sobre este asunto. No, no son únicamente la larga lista de nombres de candidatos, dirigentes (novatos o históricos) lo que daña la consigna de esta karmática nota pseudoperiodística. El fastidio en relación al momento de referirme a la oposición no tiene ni más ni menos que ver con uno. Se hace duro, lo admito, conciliar con quienes están en las antípodas de nuestras ideas. Tampoco voy a simular un manual del buen Coelho político y ensalzar la tolerancia, como quien se ve satisfecho tras opípara cena y, acaso algo entonado, se siente capaz de piropear hasta el peor enemigo. Sí digo que la sola aparición de frases sobre aquello que nos enfrenta, se vuelven sorprendentemente espejos que pueden interrogarnos. A saber:
“No escuchan”
“No reconocen nada”
“No admiten sus errores”
“Les cuesta compartir o encontrarse”
“Hablan solos”
“Hablan entre ellos y sobre ellos mismos”
“Se creen dueños de la verdad”.
Si opositores y oficialistas nos representan, si el pueblo no se equivoca, si estamos hartos de lo evidente, a repensarse entre nosotros, opositores tuiteros, whatsapperos, contreras de ahora o de antaño. Rebeldes porfiados de lo ajeno, reivindicadores de principios acuñados como nostalgia. Escuchar. Escucharnos mejor. Mirar los contextos de los otros (además de los propios, desde ya)
Evitar transformarnos en replicantes, loros. Preguntarnos cuándo nos volvimos tan quejosos, tan previsiblemente intolerantes. Y pensar una respuesta, no para cerrar el debate, si no para abrir la cabeza, la propia. Así nace la idea y con ella, quizás (por qué no) las ganas de compartirla.
Reflexiones de aquí y allá, de adentro y afuera
Patricia Valdez

Me invitaron a reflexionar acerca de la oposición política. “Conjunto de grupos o partidos que en un país se oponen a la política del Gobierno o al poder establecido”, dice la RAE y agrega “En los cuerpos legislativos, minoría que habitualmente impugna las actuaciones y propuestas del Gobierno”. Desde el inicio, esta definición nos da a entender que es un movimiento que se manifestaría al contrario de la gestión y la política del partido gobernante (oficialista). Ahora bien, considero que hay muchas y diversas maneras de “oponerse”. Una podría ser, por ejemplo, criticar determinada política con sus correspondientes argumentos y a la vez, generar y proponer alternativas. Podríamos pensar que esta sería una manera de “ser oposición”, de una forma constructiva y propositiva. En el otro extremo, ubicaríamos aquella oposición que sólo critica (sin ofrecer alternativas), y que incluso puede llegar al extremo de judicializar las políticas de gobierno realizando denuncias, que muchas veces son falsas y malintencionadas (creo que por acá nomás encontraríamos ejemplos de esto), además de adjetivar las propuestas de la gestión del partido gobernante de manera peyorativa e insultante. Ahora bien, ¿es posible que se genere y que exista una oposición menos destructiva y más constructiva? ¿O es una utopía?
¿Qué sucede en otros países?
Si comparamos cómo funcionan los países con gobiernos que tienen sistemas parlamentarios, por ejemplo, Alemania, el mismo sistema de formación de gobierno los obliga a buscar consensos y generar acuerdos. Sólo de esta manera es posible instalar un gobierno. ¿Cómo funciona? Brevemente, es el Congreso, con sus representantes, que mediante acuerdos y coaliciones elige a quien va a ser el Jefe de Gobierno y a sus ministros. Es un sistema de elección indirecta. En cambio, buena parte de los países del mundo se rige por el sistema presidencialista, en el cual el presidente se elige de manera directa y los acuerdos se generan (o no) dentro del Congreso en el tratamiento de las leyes. Cada sistema tiene sus pros y sus contras. No existe el país donde la oposición se comporte mejor que en otros y sabemos que en todos lados se cuecen habas. Pero si podemos decir que tal vez los países que cuentan con un sistema parlamentario estén más habituados y sean más flexibles a la negociación en pos de la conformación de una coalición de gobierno.

Y por casa
En nuestro país la oposición no siempre se ha comportado de la misma manera que en la actualidad. Cuando se recuperó la democracia, en el año 83, la oposición, desde el Parlamento acompañó al Poder Ejecutivo, que había ganado las elecciones, de una manera mesurada y constructiva. También, desde momento se generaron consensos básicos que, oficialismo y oposición respetaban de manera inexorable. Especialmente, desde el ámbito de los derechos humanos, las consignas “Nunca más”, “Memoria, verdad y Justicia” y “fueron 30.000” atravesaban a todas las fuerzas políticas y a la población en su conjunto. Nadie osaba cuestionar esas afirmaciones tan encarnadas en nuestra historia reciente. Han pasado muchos años y muchas cosas desde entonces.
El mundo ha cambiado. Desde el punto de vista económico, el capitalismo ha mostrado su estrepitoso fracaso llevando a la exclusión a millones de personas y generando la mayor desigualdad entre ricos y pobres desde que se tenga memoria. Es un capitalismo que se centra, no en la producción generando bienes de consumo, es decir, el trabajo, sino que se enfoca en maximizar las ganancias en el menor tiempo posible.
Veamos algunos datos: La brecha entre ricos y pobres, llamada también “desigualdad económica”, que empezó a crecer a pasos agigantados cuando en el mundo se difundió la “globalización”, por el contrario de lo que algunos pensaban, parece no tener límites y sigue creciendo cada día más. Según el informe anual “Time to care” (Tiempo de cuidar) elaborado por la organización no gubernamental Oxfam Internacional (comité Oxford contra el hambre) difundido el lunes, los 2.153 multimillonarios más ricos del mundo poseen una riqueza equivalente a la de 4.600 millones de personas, es decir, el 60 por ciento de la población mundial.”
“En América Latina y el Caribe, el 20 por ciento de la población concentra el 83 por ciento de la riqueza y el número de multimillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde el año 2000”. En 2019, 66 millones de personas, es decir el 10,7 por ciento de la población vivía en extrema pobreza, de acuerdo con datos de la Cepal”*1
En sintonía con este capitalismo desquiciado y acompañando la caída del ideal del progreso económico relacionado con el trabajo, también se ha producido el derrumbe de estructuras simbólicas que antes funcionaban. Las figuras que antes producían un cierto ordenamiento, hoy se han devaluado. Por ejemplo, la autoridad del padre, del maestro, del docente, ya vale muy poco. Casi nada. Se han pulverizado en este mundo global. Ya no hay garantías ni seguridades. En un mundo donde reina la incertidumbre y donde nada ya perdura, se produce un viraje hacia los extremos, como una forma de aferrarse a alguna idea que se sostenga donde todo se cae.
En el ámbito político, se manifiesta el fenómeno de la polarización. ¿En qué consiste? Los partidos políticos (oposición y oficialismo) toman posiciones extremas, generando un discurso casi caníbal. Se puede decir y afirmar cualquier cosa, en pos de llevar al extremo la confrontación política. En este contexto, es muy difícil que haya lugar para los consensos (ni chicos ni grandes). En nuestro país, y a diferencia de lo que se dijo en los párrafos anteriores, las afirmaciones que nadie osaba cuestionar, como, por ejemplo, “son 30.000”, hoy son puestas en duda por figuras políticas relevantes. Los grandes consensos se agujerean.
Este fenómeno no ocurre solo en nuestro país. El contexto que describimos está en escala planetaria. Sin ir más lejos, recordemos el debate que se produjo en España entre Podemos y Vox, partido de ultra derecha, donde se afirmaron cosas que a nadie se le habría ocurrido decir en otra época. Vox es un partido que quiere derogar la ley de violencia contra las mujeres porque considera que “discrimina un sexo sobre otro” y además plantea la “supresión de organismos feministas radicales subvencionados”. También buscan prohibir el aborto. Este partido, obtuvo 13 bancas en las últimas elecciones en Madrid, en mayo pasado de un total de 113. Y viene creciendo. Y España tiene un sistema de elección parlamentaria. (¿Los grandes consensos y acuerdos? Te los debo).
Entonces, ¿no hay salida? ¿No es posible que haya en esta realidad actual una mejor oposición? Pienso que sí, que es un desafío difícil pero no imposible. Se trata de no permitir, cada uno desde su lugar, que se arrasase (ni en lo discursivo ni en los hechos) con lo más preciado de la humanidad: su dignidad de sujeto.
- 1 Fuente: Oxfam Internacional
- Patricia Valdez. Es psicoanalista, miembro del equipo de adolescentes turno mañana del Centro de Salud Mental
- Directora del Área cualitativa de CEOP