Ante el inminente comienzo de la cosecha, la Federación de Acopiadores volvió a dirigirse al Gobierno nacional con el objetivo de poner de manifiesto el riesgo comercial que implica para la cadena de producción triguera, y para la economía argentina, la aprobación comercial del trigo transgénico HB4.
En la carta enviada al presidente Alberto Fernández -con copia a los ministros de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez; de Economía, Martín Guzmán; y de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero- la institución expresa la enorme preocupación de toda la cadena triguera, aporta datos concretos y solicita una reunión con el primer mandatario argentino. A su vez, solicita que “es imprescindible que, rápidamente, se adopten medidas estrictas de aislamiento y confinamiento de la producción de trigo HB4 en proceso, mientras no exista la certeza de que nuestros compradores aprobarán esa producción”.
En el texto, firmado por el presidente de la Federación Fernando Rivara, la entidad sostiene que “en los 20 meses de gestión no logramos alcanzar un diálogo franco con los funcionarios del Ministerio de Agricultura sobre los peligros que acarrearía la presencia de trigo o harina transgénicos en el complejo exportador. Cada vez que intentamos manifestarlo nos responden que están a favor de la innovación tecnológica, tema que no está en debate ya que la cadena agropecuaria es una firme defensora de esa posición”.
La principal preocupación se centra en el enérgico rechazo de todos los compradores de trigo argentino a adquirir trigo o harinas OGM. Abitrigo (la Cámara que agrupa a los molinos brasileños) ya informó que si Argentina autoriza un trigo transgénico, ellos comprarán en otros países -además, esto da una gran oportunidad al país vecino para que cancele el Arancel Externo Común-. Lo mismo ocurrió con Bolivia, los países del Sudeste Asiático y África, adónde va aproximadamente el 50% de nuestras exportaciones trigueras.
En la carta, Acopiadores recuerda que hoy los trigos argentinos son reconocidos en el mundo por su buena calidad, su nivel proteico y de gluten; y que la aprobación del HB4 hará que Argentina pierda mercados de excelencia y tenga que buscar mercados menos exigentes, que requieran trigos de calidad forrajera. Para Rivara, “esto significaría destruir un virtuoso proceso de aumento de nuestras exportaciones trigueras que han conquistado, con gran esfuerzo, nuevos mercados”.
Las pérdidas en números
Hoy Argentina produce unas 20 millones de toneladas de trigo convencional, de las cuales 14 millones se exportan como granos y 800.000 toneladas como harinas y pellets. Por esas ventas ingresan al país divisas por más de 4.500 millones de dólares y el Estado recauda en concepto de Derechos de Exportación unos 530 millones de dólares.
Analistas de mercado aseguran que el precio del trigo argentino caería, como mínimo, un 20% (deducción que sale de tomar el precio del “feed wheat” del ICE de Londres vs. el “hard red winter wheat” de Kansas). Eso representaría unos 600 millones de dólares de pérdida para todos los productores trigueros y el cierre de los mercados de harina que tanto costó conseguir.
¿Vale la peña tamaño sacrificio de toda la cadena para generar grandes ganancias a una empresa comercial? “Si esa pregunta no tiene respuesta, es porque lamentablemente no hemos logrado un diálogo real con los funcionarios”, reflexionó el titular de la institución.
“Podemos seguir afirmando que son granos seguros, que los consumidores ya utilizan maíz y/o soja transgénicos, que se amplían con esto las fronteras agrícolas y muchas cosas más, pero como usted bien sabe, la única verdad es la realidad”, marcó la carta, y enumeró los siguientes hechos: nuestro país representa el 7% de las exportaciones mundiales por lo que es fácilmente reemplazable por los competidores; los compradores rechazan el trigo transgénico porque sus clientes internacionales y los propios consumidores no aceptan consumir productos derivados de una harina elaborada con esos trigos OGM.
Basada en esa realidad es que la Federación recuerda que en el comercio rige principalmente una regla: “Hay que producir lo que los consumidores demanden”. Y los mercados no demandan trigo transgénico, de hecho lo rechazan. Sobre todo, porque, como se sabe, no es posible segregar un trigo de menor valor con el resto del trigo y eso implica que la contaminación, tarde o temprano, sea un hecho.
“Quizás sea ese el motivo por el que no se conocen todavía los protocolos de control, ni dónde están sembrados los trigos OGM, ni mucho menos quién correrá con los costos cuando aparezca la contaminación”, destacó Rivara, y aseguró que hoy Argentina tiene 55.000 hectáreas sembradas con HB4 en 350 lugares distintos, sin ningún tipo de control del Estado y únicamente controladas por la empresa que pretende liberarlo. “Es una situación insólita que contó con acompañamiento de su Gobierno y que generará que haya unas 180.000 toneladas de ese trigo, un volumen que es exorbitante, desproporcionado y fuera de lógica, para un grano cuya comercialización hoy no está autorizada”, agregó.