A un mes del comienzo del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania se mantiene un alto grado de incertidumbre sobre la dimensión que puede tomar la continuidad de la guerra a nivel social, geopolítico y económico. Sin datos totales confirmados a la fecha de muertos y heridos la ONU informa que al menos 1.035 civiles han muerto y 1.650 han resultado heridos en esta guerra, aunque podrían ser mayores por la falta de datos en zonas de difícil acceso.
El dolor y la impotencia se desprenden de las historias desgarradoras, que los cronistas en base en las distintas regiones ucranianas comunican diariamente, sobre lo que viven más los 3,67 millones refugiados y los 4,3 millones de niños que partieron de sus casas. Además, la situación no es mejor en materia sanitaria al existir problemas tanto para suministrar atención de emergencia a los heridos, como para atender las necesidades rutinarias, entre ellas las relacionadas con el covid-19.
En las instancias de negociación el Gobierno ruso dio a conocer sus objetivos que motivan esta invasión. Solicitan el cambio de la constitución de Ucrania donde establezca el estatus irreversible o sea la no pertenencia a ningún bloque militar como a la OTAN; el reconocimiento de la anexión de la península de Crimea a Rusia en el 2014 y la soberanía de las dos repúblicas de lengua rusa ubicadas en el este de Ucrania.
A partir de estos requisitos se vislumbra que Rusia no está dispuesto a perder un punto estratégico como es la zona del Mar Negro y que se comienza a armar un nuevo escenario internacional a nivel de seguridad.
Como respuesta a la invasión el 24 de marzo las principales potencias de Occidente refuerzan su apoyo a Ucrania y amplían sanciones y advertencias a Rusia. La OTAN, el G7 y la Unión Europea (UE) acuerdan además desplegar 40.000 soldados adicionales en países de Europa del Este y suministrar más armas a Ucrania, aunque sostuvieron que no mandarán tropas a Ucrania, ni de combate ni de paz, y que tampoco desplegará aviones sobre su espacio aéreo para proteger a civiles o establecer una zona de exclusión aérea.
Al respecto, algunos analistas también consideran que la reacción de Moscú estalla ante los planes de Kiev de unirse tanto a la OTAN como a la Unión Europea (UE). Si bien Ucrania no es miembro de la alianza militar, sí ha mostrado su inclinación hacia la organización que le ha ofrecido completo respaldo para preservar la soberanía de la exrepública soviética, así como la promesa de una eventual adhesión.
El contexto es complejo porque los dos países están íntimamente relacionados en su historia y cultura y a nivel internacional existe una importante asociación económica entre Rusia y la Unión Europea.
La demografía ha resultado ser un factor clave para el conflicto. Alrededor del 17% de la población ucraniana se identifica con la etnia rusa y para un tercio ese es su idioma nativo. La mayoría se encuentra en Crimea, la península que Rusia se anexionó en 2014.
Motivos de la invasión a Ucrania
El origen de Rusia y Ucrania se sitúa hace más de 1.200 años en la llamada ‘Rus de Kiev’, enorme federación de tribus eslavas que dominó el noreste de Europa durante la Edad Media y tenía su epicentro en la capital ucraniana.
Los eslavos orientales tuvieron una cultura común en la que prevaleció el cristianismo ortodoxo y el idioma ruso. Sus bases se fortalecieron con el nacimiento de la Unión Soviética en 1922, pero más tarde llegó la ruptura con la caída de esta en 1991. La historia de la nación ucraniana ha estado durante siglos fuertemente ligada a Rusia.
Ambos Estados reclaman su origen en Rus de Kiev medieval, aunque no se puede hablar de un estado ucraniano como tal hasta 1917. En este último siglo, Ucrania ha vivido durante décadas bajo el poder de Moscú y también ha afrontado desastres humanitarios como la hambruna en la década de 1930.
Con la llegada de su independencia en 1991 los gobiernos tuvieron momentos de armonía pero también de mucha tensión porque para los funcionarios de Moscú millones de personas de habla rusa quedaron bajo Estados no rusos como Ucrania, Lituania y Kazajistán.
Crimea
La anexión de Crimea fue vista como la recuperación de un territorio que les pertenecía a Rusia y el idioma compartido fue una de sus justificaciones, aunque desde 1954 se había convertido en una región ucraniana tras un amplio reclamo de esa parte.
Su vinculación posterior a Rusia, mediante un referendo considerado ilegal por Kiev, generó una fuerte oposición de la mayor parte de la comunidad internacional, que emitió sanciones contra Moscú.
El año 2014 marcó un quiebre. El conflicto, también denominado guerra del Donbás, fue la respuesta al Euromaidán, que a través de protestas pedían revivir el Acuerdo de Asociación y el Acuerdo de Libre Comercio que estaba próximo a acercar oficialmente a Ucrania con la Unión Europea pero que el presidente Victor Yanukóvich suspendió la firma prevista en noviembre de 2013.
Crimea, aprobó un referendo para unirse a Rusia en marzo de 2014 que no fue reconocido. Sin embargo, su anexión se efectuó pese a las protestas de la comunidad internacional. Y en junio, las regiones de Donetsk y Lugansk votaron en dos referendos convertirse en Republicas Populares independientes. La razón aducida fue también que la mayoría de su población es rusa.
Este último paso desató un conflicto armado entre prorrusos y el poder central, ya en manos del expresidente Petro Poroshenko, que hasta la fecha ha dejado más de 14.000 muertos y que no se ha detenido en más de 8 años a pesar de la firma de un acuerdo para poner fin a la guerra en Minsk en 2015.
En este contexto se produce la invasión impulsada por el Gobierno de Vladimir Putin a Ucrania. Con la excusa de que se estaba cometiendo un genocidio contra las poblaciones de Donetsk y Lugansk el Presidente ruso reconoció sus independencias e intervino en Ucrania. Pero su ofensiva militar no se circunscribe a estas regiones, sino que avanza en distintas ciudades de Ucrania.
Putin el día de comienzo de la guerra expresa que la la invasión a Ucrania es para garantizar la seguridad de Rusia. “Lo que estaba pasando no nos dejó otra opción”, sostiene en un encuentro televisado con representantes empresariales, y agrega que “es una medida que nos hemos visto obligados a tomar, porque ellos (en Occidente) podían crear tales riesgos para nosotros que no está claro cómo nuestro país podría seguir existiendo”.
Consecuencias en el comercio de alimentos y energía
Marcada inflación, aumento de materias primas, faltante de alimentos, incertidumbre en los mercados internacionales son algunos de los aspectos del actual escenario económico internacional.
Rusia y Ucrania desempeñan un papel clave en el suministro mundial de materias primas estratégicas para uso industrial y alimentario. Desde el inicio de la invasión rusa, los precios de muchas de estas materias primas superaron los valores a niveles nunca vistos.
“Hay una perspectiva de empeoramiento rápido para la economía mundial en 2022. Después de dos años de crisis con la pandemia de covid-19, la tasa promedio de crecimiento de la economía mundial será del 2,6%, por debajo del 5,5% del año pasado y de las proyecciones que se hicieron en el último trimestre de 2021”, subraya la secretaria general de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y desarrollo (UNCTAD).
El conflicto trae aparejado un fuerte impacto en el comercio internacional de granos. Ambos países son actores importantes en la producción y comercialización de alimentos. Turquía y Egipto son los principales destinos del trigo ruso, mientras que Indonesia y Egipto son los compradores más destacados del trigo ucraniano, de acuerdo con datos de Chatam House para 2020.
“Con los puertos del Mar Negro cerrados, de no reanudarse con énfasis en este mes el comercio se espera que la exportación de trigo de Rusia y Ucrania llegue a mínimos históricos”, opinan desde la Bolsa de Comercio de Rosario.
“La guerra está generando un montón de interrogantes. La volatilidad de los mercados en este contexto es justificada. Es dramático y complejo. Tendremos precios altos por otro año más, pero la cuestión geopolítica determinará si los costos aumentarán también”, determina el consultor de mercados y presidente de Nóvitas, Enrique Erize.
“La situación es muy seria. El Mar negro es estratégico porque los países de la zona son grandes jugadores en el mercado de trigo, maíz y girasol. Rusia es el principal exportador de trigo, y junto a Ucrania (el tercero a nivel mundial) son casi el 30% de exportadores de trigo del mundo”, sostiene Erize en el programa radial Campo Minado.
Sobre las posibles consecuencias de un conflicto sostenido en el tiempo el analista Leandro Pierbattisti explica que “hoy Europa se convirtió en el principal importador mundial del maíz no solo es energética sino también alimentaria porque el 50% de importación depende de Ucrania. Es extremadamente complejo la salida de este conflicto”.
Para Pierbattisti los países europeos tienen “una dependencia y alimentaria” con Ucrania y Rusia. A modo de ejemplo detalló que “Alemania tiene un 40% de dependencia al gas ruso, Francia el 20% e Italia un 80%”. Además “hay una estructura inflacionaria a nivel mundial extraordinaria” previo a la guerra. Frente a este escenario “hay que tener mucha cautela porque perdemos todos”.
A nivel energético Rusia es uno de los mayores productores de gas y petróleo del mundo, y el primer productor de fertilizantes, que constituyen un insumo crucial para la producción de agroalimentos. Si bien en los últimos 12 meses las subas de costos de los fitosanitarios han sido extraordinarias en la Argentina, con distintos productos de uso extendido subiendo entre 50% y 60%, y los glifosatos subiendo entre 140% y 180%, subas en dólares, el tema que más preocupa son los fertilizantes. El precio de la UREA se incrementó 170% y PDA 155% en los últimos 15 meses en dólares. Pero más allá del precio, preocupa el abastecimiento de fertilizantes por la guerra de Rusia y Ucrania. Rusia es el segundo exportador mundial de fertilizantes nitrogenados, en 2020 representó el 17% de las exportaciones a nivel mundial.
Al escalar el conflicto preocupa un posible desabastecimiento de productos esenciales, en particular a poblaciones económicamente vulnerables. Ante este panorama el subdirector General de la FAO y representante regional para América Latina y el Caribe, Julio Berdegué, aboga a “reforzar esfuerzos para que esta guerra no aumente el hambre ni la malnutrición” y hace un llamado urgente a la comunidad internacional para adoptar cinco medidas claras. La primera es “mantener abierto el comercio de alimentos y fertilizantes”; la segunda, “buscar y diversificar los proveedores de alimentos” y los países que dependen de las importaciones de la Federación rusa y de Ucrania “tienen que aprovechar sus reservas de alimentos y diversificar sus producción interna. La tercera medida busca “apoyar a los grupos vulnerables para proteger a los mas pobres del alza de los precios de los alimentos, la cuarta “evitar reacciones unilaterales en materia de políticas. Llamamos a los gobiernos a considerar los posibles efectos de sus intervenciones en los mercados internacionales para no provocar más aumentos indeseados en los precios”, y la quinta “reforzar la transparencia del mercado mundial de alimentos a partir de compartir información y del dialogo multilateral para disminuir la volatilidad”.
Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, propone hoy un plan de urgencia para la seguridad alimentaria mundial y la producción de cereales, a nivel de la Unión Europea (UE) y el G7, para responder al riesgo “inevitables” de “hambruna” a causa de la guerra en Ucrania. “Este mecanismo de repartición es similar al de la distribución de vacunas anticovid en los países más desfavorecidos”, aclara.
Quizás sea hora de que los mandatarios mundiales desplieguen sus recursos también para librar esta batalla que muchas veces es producto de las malas y especulativas decisiones en materia de comercio internacional.
Con información de Reuters, Telam, France24, AFP y medios locales.