En una Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, el Cardenal Sarah afirma la necesidad de volver a la normalidad de la vida cristiana, allí donde la emergencia sanitaria causada por la pandemia lo permita: asistir a una Misa a través de los medios de comunicación no es equiparable con la participación física en la iglesia. “Ninguna transmisión es equiparable a la participación personal o puede reemplazarla”, afirma Sarah.
La pandemia debida al nuevo coronavirus ha producido “trastornos” no sólo en las dinámicas sociales y familiares, “sino también en la vida de la comunidad cristiana, incluida la dimensión litúrgica”, sostiene el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano, y recuerda que “la dimensión comunitaria tiene un significado teológico: Dios es relación de Personas en la Santísima Trinidad” y “se pone en relación con el hombre y la mujer y los llama, a su vez, a la relación con Él”.
“Los cristianos, en cuanto gozaron de libertad de culto, construyeron inmediatamente lugares que eran domus Dei et domus ecclesiae, donde los fieles podían reconocerse como una comunidad de Dios”. Por esta razón “la casa del Señor presupone la presencia de la familia de los hijos de Dios”.Y agrega el Purpurado: “Tan pronto como las circunstancias lo permitan, sin embargo es necesario y urgente volver a la normalidad de la vida cristiana, que tiene como casa el edificio de la iglesia y la celebración de la liturgia, especialmente la Eucaristía, como ‘la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de la que emana toda su fuerza’” (Sacrosanctum Concilium, 10).
En el texto se reafirma que “la comunidad cristiana nunca ha perseguido el aislamiento y nunca ha hecho de la Iglesia una ciudad con puertas cerradas. Formados en el valor de la vida comunitaria y la búsqueda del bien común, los cristianos siempre han buscado la inserción en la sociedad”.
“Incluso en la emergencia de la pandemia surgió un gran sentido de responsabilidad: al escuchar y colaborar con las autoridades civiles y los expertos”, los obispos “estuvieron listos para tomar decisiones difíciles y dolorosas, hasta la suspensión prolongada de la participación de los fieles en la celebración de la Eucaristía”, acota.
Es por ello, sugiere “algunas líneas de acción para promover un retorno rápido y seguro a la celebración de la Eucaristía” y asevera que “la debida atención a las normas de higiene y seguridad no puede conducir a la esterilización de los gestos y ritos”. Además, “confía en la acción prudente, pero firme, de los Obispos para que la participación de los fieles en la celebración de la Eucaristía no se catalogada por las autoridades públicas como una ‘reunión’, y no se la considere comparable, y ni siquiera subordinada, a formas de agregación recreativa”.
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