¡Annuntio vobis gaudium magnum: habemus Papam!, “Les anuncio con gran alegría: ¡Tenemos Papa!”. Hace unos instantes, desde el Balcón central de la Basílica de San Pedro, el Cardenal Protodiácono Dominique Mamberti ha pronunciado la esperada fórmula latina, comunicando a Roma y al mundo el nombre del nuevo Sucesor de Pedro:
“Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Robertum Franciscum Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinale Prevost, qui sibi nomen imposuit León XIV”.
He aquí la traducción en español: “Eminentísimo y Reverendísimo Señor, Señor Robert Francis Cardenal de la Santa Romana Iglesia Prevost, quien ha tomado el nombre de León XIV”.
Primero, el nombre: León XIV, en memoria de León XIII, el Papa de la primera encíclica social, Rerum Novarum. Luego, el rostro: la expresión de serenidad y asombro de quien, por primera vez, con vestiduras nuevas y una mirada renovada, experimenta en carne propia lo que sus predecesores vivieron en aquel primer saludo desde la Logia de las Bendiciones. Gritos, cantos, aplausos, vítores de «¡Viva el Papa!» y «¡León, León!», pancartas, banderas, luces de teléfonos que brillan bajo el cielo romano que lentamente entra en el crepúsculo. Y, por último, las palabras: las primeras palabras pronunciadas con voz firme y acento español:
“¡La paz esté con todos ustedes! Queridísimos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios. También yo quisiera que este saludo de paz entrara en sus corazones, llegara a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”
Las primeras palabras
A las 19:22, la hora de la aparición (Italia). En los minutos previos, el desfile de las bandas musicales, los himnos, el de Italia y el del Estado de la Ciudad del Vaticano, la guardia de honor, la ovación, las banderas de diferentes países entrelazándose, un ir y venir de cardenales octogenarios en el atrio, las cámaras y las cámaras fotográficas de más de 7,000 medios de todo el mundo enfocadas hacia los pesados cortinajes de terciopelo rojo. Luego, el inicio con ese «¡La paz esté con todos ustedes!», que inmediatamente estableció una cercanía, que se fue profundizando con el saludo en español a su diócesis de Chiclayo, en Perú, «donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo».
El recuerdo agradecido a Papa Francisco
Esa familiaridad se transformó en emoción con el agradecido recuerdo de su predecesor Francisco y de sus últimas horas en esta tierra. El Papa argentino que “bendecía Roma, daba su bendición al mundo, al mundo entero, aquella mañana del día de Pascua”, expresó su sucesor. Quien pidió dar continuidad a esa misma bendición: “Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en las manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos mano a mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede“.
“El mundo necesita de su luz. La humanidad lo necesita a Él como el puente para ser alcanzada por Dios y su amor. Ayúdennos también ustedes, unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. ¡Gracias al Papa Francisco!”
Un aplauso estruendoso también allí, señal de que Jorge Mario Bergoglio está presente. Desde el cielo, pero presente. Finalmente, se concedió la indulgencia plenaria a todos aquellos que en ese momento recibieron la primera bendición del nuevo Sucesor de Pedro. Comienza un camino, comienza una historia, comienza una nueva época. «¡Viva el Papa!»
Este momento marcó el inicio de un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia, con la bendición de un Papa que trae consigo un mensaje de esperanza, unidad y renovación para el mundo.
Con informaciòn de Vatican News.