En un mano a mano Marcelo Piñeyro nos cuenta cómo nace la idea de la serie “El Reino”, cómo es trabajar para Netflix, y exponer el lado más oscuro de la política y el mundo religioso.
¿Recordás cuál fue el primer disparador para hacer ‘El reino’?
-Después de hacer ‘La viuda de los jueves’ con Claudia (Piñeiro) nos habíamos dejado de ver. Por esas cosas de la vida, hace tres años, nos llama un productor español para proponernos hacer una serie. El proyecto no nos interesó, por supuesto lo agradecimos y sirvió para reencontrarnos. Fuimos a cenar, hablamos de nuestras vidas, de lo que estábamos haciendo y queríamos hacer y después nos pusimos a charlar de nuestras vidas. De pronto nos dimos cuenta que éramos admiradores de las mismas series y al charlar acerca de lo que pasaba en el mundo, pensamos por qué no hacemos algo y así empezamos a tirar ideas. Esta fórmula presidencial, el atentado, estos personajes y no mucho más que eso. Si en ese momento nos preguntabas cómo termina esto no teníamos la menor idea. Así fui a ver a Francisco Ramos a Netflix, se lo propuse y se fascinó de entrada. Inmediatamente nos pusimos a trabajar con Claudia en los guiones, llevó un tiempo.
Desde cada personaje y actor se nota que fue un trabajo arduo…
-Esa fue la intención, te agradezco que lo hayas notado. Se trataba de construir personajes de un modo muy tridimensional, con contradicciones, nunca generalizarlos. En ese sentido hemos tenido la suerte de contar con un elenco de lujo que le sacó punta finita finita al material que le dimos y lo hizo crecer mucho. Todos le han sacado un provecho enorme al material y casi todos han hecho personajes muy diferentes a los anteriores y eso también es un enorme estímulo. Por otro lado con actores del tamaño que tuve enfrente es un placer, cada día era una gloria.

¿Concibieron al elenco de entrada? Hay muchos que ya habían compartido otros trabajos, ¿buscaron también recuperar esa química?
-Es muy posible, la química entre Mercedes y Diego es esencial, que ellos se conocieran y sintieran placer para trabajar con el otro es clave. Con su trayectoria, se tiraron igual al riesgo permanente. Hubo días que después de decir ‘corte’ estaba emocionado por lo que había sucedido delante de mí. Eso no es de todos los días, pero aquí fue casi de todos los días.
¿Cómo se vive el post estreno en estas circunstancias? ¿Cuáles fueron las primeras devoluciones?
-Hasta aquí yo he hecho películas. Cuando uno llega al estreno de la película ya ha sido vista; tuviste funciones con público, hay una energía de la sala que sentís, en cambio acá llegué totalmente carente de feedback. El explosivo mix entre pandemia y Netflix que se maneja con mucho secreto hicieron que ni mi familia pudieran ver la serie. Esta mañana cuando abro twitter y descubro que hay gente que ya vio los 8 episodios, las cosas que escriben o las críticas que salieron, me dejaron loco. Estoy en el cielo, no me despierten.
¿Qué representa para vos tu trabajo en modo Netflix?
-Es muy diferente la relación con el espectador en una sala de cine, con la serie donde hay una relación más privada, íntima que uno maneja como quiere. Decidís si la ves de un tirón, en el horario que quieras. En este sentido es muy parecido a la lectura de un libro. Aunque este es en solitario, la serie la podés ver con amigos y en pareja. El peso simbólico de Netflix es real pero cuando uno trabaja no lo pensás, como cuando pensás en una nota y tratás de hacerla lo mejor posible. Lo que sí tuve con Netflix y la productora fue un apoyo incondicional, una libertad absoluta a la que admito, le tenía miedo como empresa multinacional. No hubo cuestionamientos por los recursos, ni por los contenidos.
–Hoy vi un título en relación a ‘El Reino’ que aludía a la mugre de la política ¿por qué crees que los palos van más a este aspecto que a la influencia religiosa?
-Cuando comenzamos a charlar con Claudia, cuando todavía no existía ‘El Reino’ pensamos en nuestra preocupación como habitantes de este planeta sobre esta contemporaneidad que estamos viviendo. Una característica de este siglo XXI tiene que ver con vaciar de contenidos los conceptos, con la posverdad que en realidad lo que hace es la destrucción del concepto de verdad. Se instala la mentira como verdad y el regreso de las religiones como herramienta política. Han vuelto las guerras religiosas que uno creyó que ya fueron y sin embargo regresaron. Uno ve en las tres Américas que las iglesias evangélicas han sido el ariete de esta nueva derecha. Con un objetivo clarísimo que es la restauración conservadora que nos hace a la humanidad retrasarnos un siglo, ‘vuelva cuarenta casilleros atrás’. Eso como habitantes del planeta nos asusta y ese fue el germen creativo, a partir de ahí dijimos qué pasaría su sucediera en la Argentina. Esto fue hace tres años y medio. Me acuerdo que estaba con unos amigos en San Pablo y les cuento lo que estaba haciendo y lo veían como una distopía loca. Entonces Bolsonaro era un personaje, una caricatura que invitaba a la risa, unos meses después fue presidente. Nunca las cosas están tan lejos, nunca hay que subestimar a los peligros de la realidad.

¿También puede llegar la crítica desde lo religioso?
-No tengo nada en contra el sentimiento religioso, me parece que es genuino y una necesidad que ha tenido a lo largo de la historia de la humanidad para explicarse a sí mismo en el universo. El sentido de su vida es algo absolutamente genuino y respetable. Lo mismo en relación a la política. Hasta hoy el hombre no ha encontrado otro elemento para transformar la realidad que la política, este es el modo. El punto siempre son las manipulaciones y utilizaciones que se hacen de esto.
Cuando un sentimiento religioso vos lo utilizás para crear una máquina de hacer dinero y de crecer en poder y utilizás el genuino sentimiento religioso de tus seguidores para lograr tu propia construcción, ahí digo ojo. Del mismo modo cuando la política deja de ser una herramienta de transformación para preservar lo peor y consolidar a un pequeño grupo cada vez más pequeño del planeta tierra dueño de todo. Eso me aterra porque yo no pertenezco a ese grupo si no a los otros, a los que cada día estamos más jodidos.
En ese sentido y con el peso específico de lo religioso en los medios, ¿tenés algunas reservas, preocupaciones?
-Por un lado cuando uno empieza a trabajar en esto, somos Claudia y yo en un bar, donde la libertad es pensar casi de manera irresponsable en la ficción que estamos armando. Cuando se pone en marcha y ya participan más jugadores, técnicos, actores, todavía uno no piensa mucho en las consecuencias. Te soy sincero, con la serie vista, empiezo a pensar en serio. Pero tanto Claudia como yo nos hemos metido en temas álgidos y en ese sentido también tenemos la piel un poco dura, tampoco estamos aterrados. Yo recuerdo que cuando estrenamos ‘Cenizas del paraíso’, el teléfono sonaba y me decían cosas horribles que daban miedo.
El vínculo de Nancy y su asistente es como un permitido dentro de la historia dramática…
-Sin dudas es una zona luminosa en una serie tan oscura. Un temor que teníamos cuando arrancamos con esta familia que tiene como negocio la religión, era no caer en la caricatura por eso investigamos mucho y por eso la construcción pasó no por hacer un pastor y la pastora, si no a Emilio y a Elena. Esa familia, esas individualidades, cosmovisiones con historias pasadas, miedos y fantasías. En ese sentido los actores entendieron y ayudó mucho. A la vez, el formato serie te permite una forma diferente del cine. Son dos horas con una historia central y otras paralelas funcionales a ella. Acá tenés otros puntos de construcción, que haya secretos que aparezcan recién en el tercer capítulo, en un film es muy diferente. Eso es lo apasionante de la serie.
¿Pudiste disfrutar entre tanto vértigo?
Creativamente es otra manera de escribirla, de editar, son otras estructuras. La pasé tan bien disfruté tanto que mientras uno está rodando duerme muy poco, pero a pesar de eso te levantás con alegría, con ganas unas bárbara de laburar. Me di cuenta de lo cansado que estaba al final del rodaje. Imaginate, dormí un fin de semana entero.

¿Ayudó la pausa obligada de la pandemia?
-Cuando nos agarró ya habíamos filmado la tercera parte de la serie. El confinamiento que al principio creíamos que eran dos o tres semanas, nos llevó a pensar ‘qué bueno porque esto nos ordena mucho’, pero cuando iban tres meses…ahí ya estábamos preocupados. Después entendimos que al retomar no iba a ser del mismo modo, si no con protocolos muy fuertes. Costaba mucho imaginar esa realidad. Entonces volvieron a rodar en USA, España, Francia y hablando con algunos colegas vimos que tampoco tenían muy claro lo que estaban haciendo. Ahí fueron clave Netflix y la productora K&S Films que contrataron un equipo de epidemiólogos, dándonos mucha seguridad, utilizando anillos concéntricos para trabajar con pulseras de tres colores indicándonos el modo de movernos en el set. Cuando vimos esto con Claudia conversamos sobre determinadas escenas y entendimos que no había manera de hacerlas del mismo modo que el guion.
¿Tuvieron que cambiar entonces?
Yo no quiero filmar en plano ojo, pero reescribimos cosas para contar lo mismo y contarlo a mil no a dos, ‘contémoslo todo’, nos dijimos. El tema de reescritura fue bueno porque Diego ya estaba haciendo a Emilio y de determinada manera y nos permitió una reescritura ya no por pandemia sino para hacer mejor lo que veníamos haciendo. Terminó jugándonos a favor e hizo crecer a la serie. También el hecho de haber sido los primeros en volver a filmar en una circunstancia difícil, que parecía detenerse por mucho tiempo, puso una épica en todos en técnicos, actores, pensando además en aquellos que nos estaban mirando. Si nos iba bien, otros se iban a largar a filmar eso nos puso más pasión. Por otro lado, pudimos filmar en locaciones que en otras circunstancias hubiese sido imposible. Si no hubiese sido por la pandemia, no hubiera habido manera de cerrar el hotel Alvear durante dos semanas sólo para nosotros. Uno termina convirtiendo los infortunios en fortuna.
Alguna situación puntual que te llamó la atención o hecho relevante del durante…
-Trabajamos con un equipo muy grande, la pandemia hizo que en el set fuésemos muy poquitos y en ese sentido filmar fue como volver a mi época de estudiante haciendo cortos. Esa intimidad y concentración, esa libertad para trabajar estuvo muy bueno. No tenemos que olvidarnos de esto cuanto todo pase. Que en definitiva el set no pierda esa intimidad. Cuando todo esto pase no nos tenemos que olvidar. En definitiva que el set no pierda esa intimidad.
¿Y en lo personal cómo te afectó el aislamiento?
A mí no me volteó porque tenía ‘El Reino’. Miraba alrededor a mi familia o gente muy querida y veía cosas muy feas, bajones, desánimo, en ese sentido me sentía tocado por la varita mágica.