A veces se da en forma puntual y certera sobre un tema específico y otras como un compendio de frases, dichos, pequeños artículos y declaraciones que en la suma generan en el receptor una idea de noticia general, las que a veces no llaman la atención cuando aparecen desperdigadas. Esta nota forma parte del segundo grupo.
Hace muchos años, una persona muy querida y cercana coronaba las charlas de sobremesa, cuando hablábamos acerca del trabajo nacional comparado con lo importado, con la siguiente frase: “Aunque no lo crean, en este mismo momento hay 30 millones de chinos fabricando paraguas”.
Este comentario, risueño si se quiere, se lo puede tomar muy en serio si uno escucha más frases sueltas, pero en este caso dichas por gente con mucho mayor poder de decisión e influencia en el devenir económico de una nación.
El caso de Ignacio de Mendiguren, otrora mandamás de la UIA, declarando que nuestro país no puede competir con industrias textiles de regiones con salarios de 100 o 200 dólares, o el dirigente sindical que afirma que aunque en las industrias siderúrgicas los empleados no cobraran sueldo alguno, el acero chino seguiría siendo más barato.
También a esto se le pueden sumar las declaraciones del presidente de Fiat Argentina, Cristiano Ratazzi, quien afirma que la devaluación era absolutamente necesaria ya que nuestro país pagaba sueldos de aproximadamente 2000 dólares, casi el doble que sus competidores regionales como Brasil o México.
Dicho esto, se puede inferir que nuestro país en particular y nuestra región en general tiene ramas de la producción en las que no tiene maneras ya no de competir, sino siquiera de sobrevivir, ya sea en el caso de autos, toallas y remeras, o paraguas….
Es entonces necesario buscar los ítems, o nichos de mercado como acepción casi necrológica de los economistas, en donde podamos ser competitivos.
Y se cae de maduro que mencionar al campo y la producción agropecuaria suena como la única opción lógica para nuestro bienestar.
Ahora bien, ¿por qué entonces no podemos inundar el mundo con nuestros productos? ¿Por qué China compra soja en su mayoría sin procesar, Estados Unidos no deja entrar nuestros limones y Europa es una utopía para la entrada masiva de nuestros productos, si nuestros costos siguen siendo por escalas y rendimientos, muy convenientes?
En la región española de Almería, un programa documental nos muestra cómo se producen verduras en invernaderos, cubriendo una superficie de casi 400 kilómetros cuadrados con sistemas hidropónicos, en donde la planta no toca el suelo. Esto significa un costo altísimo de producción, lo que haría que nuestros productos tranquilamente podrían arrasar con estos competidores. Entonces, la respuesta no habría que buscarla en la economía sino en la política.
Así como aquí a veces alegremente hablamos del libre mercado y la libre competencia para permitir la entrada de mercaderías que efectivamente en otras latitudes son más baratas, los gobiernos europeos se cuidan muy bien que los chacareros españoles o franceses no les incendien sus gobiernos, brindándoles cuantiosos subsidios para permitir su subsistencia y hasta le permitan exportar a precios menores que los nuestros, artificiales por supuesto.
Lo mismo sucede con los vecinos del norte, si bien la competencia es un poco más directa, peleamos por los mismos mercados, los subsidios y asistencia están a la orden del día para que nos puedan vender autos y computadoras, pero no para que les podamos pagar con choclos.
Esto que suena brutal y hasta cómico en algún caso, es serio, muy serio.
Las manzanas y peras se tienen que tirar porque los cupos de exportación se van cerrando, mientras que nuestras textiles o metalúrgicas viven con una espada de Damocles sobre sus cabezas, de acuerdo al humor del funcionario de turno, quien puede no llegar a entender del todo este asunto de que el libre mercado lo maneja aquel que lo tiene controlado.