Por Pablo Garrofe
Psicoanalista, músico y escritor
El nombre del mes de diciembre, a diferencia de otros meses que significan personajes históricos como Julio (César), o Agosto (Emperador Augusto), remite a un número. Décimo mes del año según el calendario romano, hasta que el papa Gregorio XIII cometió oxímoron por hacerlo el duodécimo.
Siempre presto atención al uso sincrónico de una palabra, es decir qué significa en relación a las otras palabras en la contemporaneidad. Veamos: es el mes de los exámenes. Para los universitarios es tiempo de finales, un mes muy sesudo. Temido por los estudiantes secundarios y sus padres, por su potencia de destrucción de las vacaciones. Según el resultado de los mismos habrá que pasar un febrero estudiando para rendir en marzo. Diciembre y marzo vendrían a ser los dos cementerios de las materias, el destino del conocimiento académico. No es así para los niños, para quienes uno es el comienzo de hacer lo que quieran, y el otro el inicio de sus responsabilidades. Si fuera periodista y diciembre una persona, me encantaría hacerle la pregunta ¿qué se siente ser el cementerio de los años? Y después, dicen que sos fan de Vox Dei, y cantás “todo concluye al fin nada puede escapar”.

Un taxista lo definió como “nuestro aguinaldo”. Compensa la baja de trabajo del verano y permite ahorrar para las vacaciones. No muy diferente para nosotros, le decía, es por lejos el mes de más inicios de análisis. Porqué se duplican las primeras consultas en diciembre tiene varias explicaciones. Las fiestas, la reunión con la familia y los encuentros con los amigos. Un mes de alta sociabilidad. Algunos se preparan para volver a ver a sus familiares, incluso a algunos sólo los ven en navidad o año nuevo. Por la incomodidad que sienten en esos encuentros, buscan asistir vacunados. Otros porque algún amigo al escuchar sus problemas le dice: eso es un chino, no te entiendo, ¿por qué no hablás con alguien que pueda descifrar ese lío? También puede ser que se deja para el final, y es de lo último que se hace, porque es lo insoportable del síntoma, cuando no se aguanta más lo que conduce al diván.
Para los cristianos es que es el mes de la Inmaculada Concepción de María y del nacimiento de Cristo. Es algo preocupante, ¿tenía que nacer la última semana del año, no podría haber venido un poco antes? ¿Y el resto del año qué? Quizá los que diseñaron el calendario quisieron poner el número fuerte al final. Lo que da que pensar sobre las relaciones de la misa con el teatro. ¿Acaso hay alguna obra que haya durado tanto en cartel representada a lo largo y ancho del mundo?
Lo increíble es que según la ciencia, si la vida del planeta tierra la comparamos con la duración de un año, el hombre apareció el 31 de diciembre a las 23:59. ¡El último minuto del año! Eso es saber hacerse esperar, y le da la razón a Freud cuando sostiene que en toda neurosis hay un núcleo histérico. Lo que es seguro que no es el mes de los obsesivos, éstos se anticipan o llegan tarde. Un clásico literario y de las comedias románticas: faltan a su propia boda. Para el loco puede ser, él es el nuevo Cristo. Las fiestas ideales para el fóbico son aquellas que logra pasar solo. Y al perverso lo imaginamos seduciendo a alguna mujer prohibida de la familia.
El 10 de diciembre se festeja el día de la recuperación de la democracia en Argentina. Fecha importante, si consideramos que un 10 de diciembre de 1983 se cortó la racha nefasta de golpes de estado cívico – militares. Hace 37 años que supimos conseguir.
Para emular a diciembre y terminar la nota, tengo una pregunta sin respuesta. ¿Por qué empezamos el año con las vacaciones en vez de tomarlas al final? ¡Así este país nunca va a salir adelante! Un japonés se subiría a su superyó y se suicidaría tirándose. Miren esto: “El Ministerio de Salud, Empleo y Bienestar del país informó que, de media, los trabajadores japoneses solo suelen tomarse ocho días de vacaciones al año, menos de la mitad de lo que les corresponde. Un sondeo realizado por la agencia Macromil en marzo de 2017 dirigido a trabajadores de entre 20 y 59 años reveló que el 60% de los empleados querían que la Semana Dorada durase nueve días, frente al 20% que solo preferían que tan solo durasen cinco. Según otra encuesta del portal ‘Expedia’ en ese mismo año, el 60% de los japoneses se sentían culpables por pedir vacaciones”.
Por mi parte confieso que antes de subirme al superyó y tirarme, prefiero subirme al ego, que como definía Marcos Mundstock es ese pequeño argentino que todos llevamos dentro.
Excelente Lic Garrofe!!!! 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻Sobran las palabras unos aplausos serán poco al lado de tan concienzudo análisis!! Gracias!