La historia que narra El Tipo, al comienzo parece simple y hasta aceptable socialmente; sin embargo y con el transcurrir de la obra asoman los verdaderos sus componentes: el miedo, la amenaza, el acoso y la obsesión de un amor desmedido.
Lisandro Penelas, autor y actor de este relato que tiene momentos ocurrentes e ingeniosos, no hacen más que mostrar de a poco un perfil de personaje que va camino a la intimidación sustentada en un mandato cultural –patriarcal- que se naturalizó como un deber de la masculinidad.
Un policía en actividad que recurre a su propia historia familiar –su abuela y la libreta negra de ésta- y a situaciones que protagonizó en su infancia, como la participación en un coro en el que nunca cantó una canción, pero que el deber de cumplir con el compromiso de acudir a las clases de canto era indiscutible.
En el devenir de la historia que cuenta el personaje y que surge de su mente y pensamiento que llega hasta la obsesión por ofrecer lo que el deber manda: la protección. Y que no duda en recurrir a una frase que surge naturalmente, pero con una carga de violencia que se percibe y flota en el aire. “Soy policía, vine a protegerte… sé disparar”.
Todo ocurre en la mente de este policía, pero que puede ser cualquier otro hombre de distinta ocupación, el discurso narrativo de la obra no logra sortear el tamiz de la razón; es una fantasía que se justifica porque “no es delito”.
Aparecen también sus compañeros de trabajo, con las mismas aptitudes acosadoras y naturalizadas, aunque con un mayor grado de sublimación; sin embargo son ellos quienes advierten sobre el estado mental insano del personaje quien se obsesiona con una joven mujer a quien investiga, persigue y asegura amarla con un amor que intimida, enciende el temor y se transforma en violencia hablada, pronunciada.
Lisandro Penelas, actor que le presta el cuerpo y la voz a El Tipo, se mueve en una escueta escenografía que se asemeja al living de la casa; un micrófono por el que pronuncia aquello que en compañía de otros debe callar; una computadora que le permite, Internet mediante, indagar sobre las actividades y los gustos de la joven mujer que conoció en un bar.
Sin duda una gran actuación de Penelas con una perfecta dicción y un lenguaje corporal que denota un gran trabajo para esta obra que es altamente recomendable, para verla y debatirla.
En tal sentido, la directora Ana Scannpieco resaltó: “Contar esta historia hoy permite reflexionar sobre un fuerte mandato que rige nuestra sociedad: el de la masculinidad. Poner en escena la violencia machista que no sólo se ejerce explícitamente sino, sobre todo, implícitamente fue uno de los grandes desafíos. Intentamos en todo momento transmitir cómo, aunque se critique y se condene, esa violencia sigue apareciendo como un espectáculo de la potencia. Mi visión parte de comprender al personaje como víctima también de ese mandato de masculinidad y a la vez actor del delito. Mi perspectiva intenta no juzgar, observar a este “tipo” como un ser humano que quiere agradar y pertenecer, como cualquiera de nosotros. En esa búsqueda, espero que cada espectador pueda acompañar al personaje en ese pasaje de una conducta “normal” a una “inadaptada”, sorprenderse con él y comprender las pautas sociales imperantes que envuelven ese comportamiento”.
Acompañaron al actor, en dirección: Ana Scannapieco; asistente de dirección, fotografía y diseño gráfico: María Laura Tavacca; diseño lumínico: Soledad Ianni; diseño de escenografía y vestuario: José Escobar; Prensa y difusión: Carolina Alfonso; producción ejecutiva: Lucía Márquez.
El Tipo se ofrece en el Teatro Moscú, Ramírez de Velasco 535, Villa Crespo, CABA. Los sábados a partir de las 20.