Lejos está Sandra Ramis de aquellos sábados por la tarde, pispeando en Avellaneda las vidrieras de Vía Roma o decidiéndose entre El Piave y Alviyak “Extraño los helados, ¿Cómo se llamaba la galería de Monseñor Piaggio y Mitre? ¿Sigue todavía?”, pregunta curiosa.
Es que desde hace veinte años, Houston se convirtió en su lugar en el mundo y aunque sigue con atención los sucesos de Argentina, su interés se ajusta a lo cotidiano. Fuera de los compromisos laborales como profesora de español, celebra con su esposo Jorge, las chances de seguir a Los Astros, el equipo de béisbol de la ciudad. O degustar alguna especialidad gastronómica, “Debido a la diversidad cultural, aquí la oferta culinaria es amplia”, informa a El Agora. Todo esto, hasta que llegó la pandemia.
Un cambio grande
Tanto ellos como sus hijos: Constanza (abogada), Brenda (psicóloga) y Guido (licenciado en marketing y comunicaciones) tuvieron que adaptarse a las condiciones del nuevo mundo. “Mi hija mayor debió posponer su casamiento programado para mayo, a raíz de las limitaciones impuestas sobre el número de personas en lugares cerrados, como en las iglesias, salones y restaurantes”, explica Sandra. También Brenda, modificó su rutina. “Luego de vivir sola durante cuatro años, se mudó con nosotros para tener más espacio”, comenta. De hecho, la nueva modalidad incidió en la supervivencia. “Hoy los cinco integrantes de la familia estamos trabajando en forma remota, cada uno desde su lugar. Es un cambio grande”, asume.
Vivir al norte de Houston, en los suburbios reduce las chances de contagio. Zona de “casas grandes con mucho verde, piscina”, según decribe, “hace que tengas escaso contacto directo con vecinos o transeúntes. Así el encierro no se siente tanto”, acepta. Aunque las primeras recomendaciones fueron permanecer en casa, con acceso a servicios esenciales como supermercados y farmacias, en mayo “se abrió todo”, admite, poniendo énfasis en el distanciamiento y limitando la capacidad de los lugares públicos. “Los restaurantes y bares comenzaron a trabajar en un 50 por ciento, ahora se amplió a un 75 %”, comenta Ramis.

Prematuramente
Según expresa, la circulación libre, con vuelos domésticos generó más contagios, a raíz de quienes no presentaron síntomas. “Al principio no se le dio la importancia que requería la situación”, considera a propósito de las disposiciones oficiales. Sin restricciones en la movilidad, el virus se fue expandiendo”. De todos modos se dispuso la apertura económica. “A mi parecer prematuramente. Aunque las grandes compañías siguieron de manera remota a fin de evitar que el virus se propague en los edificios de las grandes corporaciones”, reconoce.
Ramis destaca las notorias diferencias de criterios. “El Estado Federal puso especial atención en las estadísticas sobre la curva de contagio, las potenciales internaciones y respecto de las necesidades de terapia intensiva. Salvo en Nueva York, el resto de los estados contó con gran capacidad hospitalaria y pudieron albergar muchas internaciones. Por eso se abrió la economía”, concluye.
Más allá de helados y salidas, la muchacha siguió con especial atención la evolución del virus en nuestro país. “Considero que las medidas adoptadas fueron correctas, dado que la capacidad hospitalaria podría haberse visto desbordada, esperemos que eso no suceda”, advierte.
A extrañar
Reconvertirse es la definición latente respecto de lo que viene. “Muchas de las compañías van a intentar trabajar a distancia, también para limitar sus gastos de alquiler en grandes oficinas”, evalúa y extiende su análisis al plano personal: “Veo que muchos de los estudiantes van a seguir con clases virtuales antes que presenciales”. Distanciamiento social y restricciones en las salidas serán parte del nuevo adn. “Vamos a extrañar mucho los conciertos y espectáculos deportivos, pasará mucho tiempo hasta que vuelvan abrir sus puertas”.

Del placer espacial, al racismo
Como todos, Ramis se vio sorprendida por dos hechos en una misma semana: El despegue de un nuevo cohete desde el centro espacial de la NASA y el crimen brutal de George Floyd. “Estos dos acontecimientos demuestran cómo el pasado y el futuro se viven y se mezclan en los Estados Unidos”, evalúa. “Por un lado, el lanzamiento del SpaceX y su mentor, el dueño de Tesla, más la creación de autos que se manejan solos o los viajes de placer al espacio, ubican a este país en el liderazgo tecnológico. Es algo para soñar”, considera a priori y enseguida advierte: “Pero también aparece el pasado a partir de la muerte de George Floyd y demuestra cómo aún existen muchos prejuicios, resentimientos, racismo y desigualdad en esta sociedad. Algo que fue exacerbado por la actitud del actual gobernante”, evalúa casi con pesar. En la lógica de Sandra transformar el presente será difícil, pero valora lo que viene. “El hecho de que las nuevas generaciones se hagan escuchar, además de aprovechar la rapidez de la tecnología, servirán para tomar medidas y terminar con esta brutalidad. Es importante lograr una justicia racial igualitaria”.
La historia de la humanidad se cuela en el cierre, acaso por repensar un mañana mejor. “Por siglos y siglos hemos maltratado a este mundo y ha salido adelante, con situaciones horrendas, guerras, pandemias y holocaustos. Yo creo que esta crisis se superará, pero si se trabaja en la concientización sobre la vulnerabilidad de las personas y mejorando el sistema sanitario. Con todos los países coordinados en acciones conjuntas para enfrentar otra potencial pandemia”, sueña y antes de despedirse suma: “Será muy importante dedicar muchos más recursos a las investigaciones y desarrollos médicos y menos a los gastos militares y de defensa”.