La cantante y guitarrista regresó con la potencia de su ‘Aullido’, manifestación que supera cualquier lugar común al respecto. Aquí comparte reflexiones que privilegian el valor de lo animal. También del agradecimiento.
-En el ‘Aullido’ hay algo primario y a la vez una expresión que clama ser oído. ¿qué esperas de este trabajo en relación a quienes lo reciban?
– Al principio estaba perdida sobre ‘Aullido’, ¿qué estoy queriendo decir acá?…las mismas inquietudes de siempre, ¿quién soy’ ¿para dónde voy’ pero una cosa es la adolescencia y la niñez y otras los años en los que te vas ubicando en otros lugares, por suerte. Me pasa al revés con el disco, lo siento muy del lado de la aceptación, esto es así, tratemos de vivirlo y aprender a vivir con esto y con agradecimiento.
Muchas veces las penas, incluso las grandes, son constituyentes. Vos también estás hecho de esa madera, también soy esto. No te digo qué suerte que sufrí. Pero no me gusta esa cosa efímera de vivamos, soltaaa, cuando tenés que pasarla mal, nada aceptás, pero después te vas dando cuenta que es imposible pretender vivir sin conflictos.
-¿Qué te inspiró a hacer ‘Bienvenide a irte’ y que evaluación hacés del trabajo compartido en el video?
-Yo pensaba en algo o en alguien que ya no lo necesitás más. O te hizo bien o te hizo mal: una pareja, un vicio, una actividad, lo que sea. Te dejo seguir tu rumbo porque yo no estoy más acá. Gracias por esto pero ahora ‘bienvenide a irte’. Cuando lo hice, venía en la bici y tenía la melodía. Llegué al estudio y toqué y canté eso, no tenía previsto incorporar el lenguaje inclusivo.
¿Pero lo sumaste?
-Como docente, entendí el lenguaje como una necesidad. Con chicos y chicas y nobinaries, más allá de la pose de algunos hay otros que tienen un sufrimiento letal y vos no querés ser parte de eso. El asunto es pensar qué le puedo decir y cómo acompañar. Si eso está detrás de una e, yo la digo. En cuanto a la canción lo que hice fue tocar y cantar. Así apareció lo de ‘yo y vos’, salirse de la inversa que tenés de la escuela como mandato. Me dije ‘acá voy a pensar en mi primera, aunque sea políticamente incorrecto y que está mal conjugado y blablablá’.
-¿Y en cuanto al video?
– Un poco me cerró la idea de hacer un video en la casa donde me mudé y que está en ruinas. A veces una se siente medio en ruinas y que se vuelve a armar. Entonces les dije a todas que vinieran y cada una trajera algo. Y fue espectacular. Dorita Chávez que es una cantante mortal, trajo una cajita y me dice “los recuerdos que no van más”, otra dijo “me quiero despedir de las harinas” y trajo un paquete que tiró por todos lados. Podría parecer recontra banal y quizás le cuesta un montón, en el pedido hay de todo. Cuando estoy entrando veo el guante de box y pienso yo tengo que salir más para afuera. Como esa situación de estar guardando, guardando, como rumiante (NdeR: su disco anterior se llama así) para adentro y no poder. Entonces sentí, para adelante, a ver qué onda. Y justo las chicas trajeron historias de todo, a las anteriores se sumó una que hizo danza japonesa toda la vida, vino con un abanico y se propuso no volver a bailar. Se retiraba de un grupo que había sido esencial, con una actividad que le dio de comer toda la vida. En ese contexto dije ‘me meto en la bañadera y me calzo este guante’. Fue todo muy natural. No es soltar, si no yo te llevo conmigo pero te tengo que decir ya está hasta acá llegué.
-Leí en una nota reciente que vinculan tu estilo con Juana Molina y Björk ¿cómo te llevás con las comparaciones? ¿tiene algún significado estas artistas en tu travesía?
-Me pasan dos cosas, desde el punto de vista de quien escribe algo sobre alguien, me parece que hay una buena onda, me quedo con eso. Después nadie es igual a nadie, no es lo mismo si sacan a un jugador y ponen a otro. La verdad es que estas artistas no tuvieron nada que ver. Cero. Tengo discos y hago música experimental y estas canciones ridículas desde que los diez años. Mi primer disco fue del 99, mucho antes de internet. Yo soy de Charly, de Fito, de Spinetta, Celeste, Gabriela, Teresa Parodi, ni hablar Claudia Puyó. Esa es la gente que llevo puesta, que me ha dado el combustible. Después de haber estudiado y empezar el conservatorio en la adolescencia y continuando mi berretín de hacer discos hasta el día de hoy, ya me es difícil que se me peguen cosas de la gente. También hay otro encare, si yo conociera a Bjork y entendiera el idioma, sería distinto. De ella sólo tengo un disco que me gané con las tapitas de 7Up que me pareció increíble y elevadísimo. Es cierto que para quienes estudiamos la música hay menos tiempo para escuchar. Yo los discos los veo como libros que tengo que ir escribiendo y por otro lado buena onda con todo el mundo. Con Juana buena onda la vi un par de veces, que le vaya superbién. Si a todo el mundo le empieza a ir bien, el deseo de escuchar se va haciendo más grande.
-Desde hace años te convertiste en una suerte de embajadora argentina en Japón ¿Qué te representa su cultura?
-Hay una canción del disco que se llama ‘Canción de amor de Flor’ y Flor es Japón. Japón es un lugar en todo sentido, más allá de lo físico, es un espacio en mi alma y en mi mente muy grande. Cuando estuve hace una década, desde ahí me animé a escribirle al Mono (Fontana, ex Spinetta Jade) por si quería tocar conmigo. Seguramente acá nunca me hubiese animado. Allá te da esa cosa de que tu música funciona, ¿funciona qué significa? Que nos llevan a un festival, hay un montón de personas o 30 pero vienen. Después en otro hay cien y vas atravesando todas las instancias que descubrís. Es como pasarle a tu vida el colador. Y así entendí que mi música puede tener público, salirse de esa cosa de la rareza. Para mí la belleza no tiene que ver con que sea sencillo. Si la cosa es bella y sencilla, doble mérito. Una vidala, una chica copleando con una caja te morís, pero después escuchas la orquesta sinfónica de Berlín y te morís también. Con Manal te morís, el espectro de la belleza es tan grande. A veces es duro que la propuesta de una tenga que pasar por determinados filtros. Ponelo y escuchá dale el ok y si no te gusta, no lo escuches más. Hay cosas que son políticamente correctas y por ahí a mí no me llegan, aunque toquen rebien. No es que estén haciendo algo mal, así como a vos te pasa eso con la música de otra gente a otros les puede pasar con la tuya. Lo complejo es ubicarse en un lugar que no va. Como dominar a las masas. Te digo la verdad siempre me quedo contenta cuando termino un disco, porque fui fiel a lo que quería hacer.

-¿Sin pandemia hubiera existido el concepto de aullido?
-Creo que sí, cuando trajimos al perro de una vecina, fuimos a José Mármol, una señora grande y yo nunca había tenido perro. Pobre llegó y estaba reperdido. No entendía ni la comida, ni la calle, nada y llegó la noche y aulló. Aulló toda la noche sin parar. Y yo estaba entre pena, temor, desorientada, no entendía qué pasaba. Me puse a leer sobre el aullido pensando qué pasará, qué hace que lo haga y cuando me puse a escuchar el disco, porque lo estábamos haciendo de un amigo, pensando qué tenemos. Grabándolo en un estudio no profesional, donde todo cuesta un poco más, al escuchar el trabajo pensé, que debía ser al revés de todo. Cero pensamiento y más animal. Era por ahí. Como el aullido.
Presenta ‘Aullido’ el sábado 20 de noviembre a las 20 en Quetrenquetren- Olazábal 1784 Caba
“AULLIDO”, está compuesto por 11 piezas que llevan el perfume del deseo, del grito colectivo y del viento de adentro, tiene pinceladas de rock, de pop, de experimentación fiel al estilo de flOr.
Fotos: Nora Lezano