El Geólogo de la Universidad de Washington y autor de libros como “La mitad oculta de la Naturaleza: las raíces microbianas de la vida y la salud”, David Montgomery ofreció un panel en el Congreso Aapresid donde habló del rol de los suelos en la civilización y la importancia de su restauración en términos del futuro de la Humanidad.
Montgomery explicó que la erosión y degradación del suelo jugó un rol crítico en la caída de antiguas civilizaciones, desde la Europa neolítica hasta Roma. “Se habla de la deforestación como causante principal de esta degradación, pero la realidad es que el arado contribuyó más que el hacha”, polemizó el investigador.
Esto sigue siendo un problema en la agricultura contemporánea, con la que se pierden 1.5 mm de suelo por año. “Se necesitan menos de 20 para erosionar 1 pulgada de suelo, mientras que la Naturaleza necesita más de 1.000 para reconstruir esa misma pulgada”.
Respecto a los suelos de EE.UU, estos perdieron en promedio más del 50% de su materia orgánica. “Ya hemos degradado entre un cuarto y un tercio de nuestras tierras potenciales para agricultura”, comenzó.
En un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se estima que cada año se pierde a nivel global un 0,3 % de la capacidad de producir alimentos por la erosión y la degradación de los suelos. Este es un problema mayor “cuando pensamos en el resto del siglo, porque significa que para el año 2100 habremos erosionado un tercio de los suelos, al tiempo que la población aumentará en la misma proporción”.
Para Montgomery estas tendencias opuestas son preocupantes es por ello necesario interrogarse si “¿es posible restaurar el suelo? ¿Podemos revertir patrón histórico o estamos condenados a repetir el de civilizaciones anteriores, pero esta vez a escala global y sin tener otro lugar a donde ir?”.
“La respuesta la descubrí en el jardín de mi casa: con la ayuda de mi esposa convertimos un suelo de mera roca a uno con 8% de materia orgánica; ¿cómo? Haciendo compost para alimentar los microrganismos del suelo. La simbiosis que ocurre entre raíces y microrganismos es muy sólida. Las plantas nutren con sus exudados a los microorganismos y, a cambio, estos generan sustancias que protegen a las plantas”, explicó el catedrático.
El especialista recorrió el mundo en busca de sistemas similares a nivel de explotaciones agrícola y encontró que, desde Dakota en EE.UU. hasta Kumasi en Ghana, la recuperación de los suelos era posible cuando se cumplían tres principios: no remoción del suelo, cobertura permanente y rotación de diversos cultivos. “Estos principios funcionan, pero no por su acción en los cultivos, sino porque alimentan la biodiversidad del suelo”, explicó.
“La receta para una agricultura regenerativa es dejar atrás la labranza y avanzar en un sistema de cultivos de cobertura, siembra directa y rotación de cultivos”. Es por ello que para que la agricultura pueda transformarse en motor de la reconstrucción de la fertilidad y la salud de los suelos, se deben adaptar en cada región, tipo de explotación, escala, nivel de tecnologías.
Esta agricultura permite incrementar la cantidad de C del suelo y de materia orgánica, y una mayor retención de agua y menor polución. Además facilita el manejo de plagas reduciendo su presión: los sistemas convencionales tienen hasta 10 veces más plagas ya que el uso de pesticidas afecta también a las especies que ayudan a controlar las plagas.
El beneficio de reconstruir la salud de los suelos también está en la mayor rentabilidad y rendimientos comparables: “No se trata de elegir entre agricultura convencional y volver a la agricultura medieval”.
Montgomery afirma que “esta agricultura regenerativa puede ser hasta el doble de rentable que la convencional. Estamos cerca de una revolución basada en la salud del suelo. En un punto de cambio en la historia. Podemos convertir a la agricultura en actor de recuperación del suelo en lugar de degradador. La reconstrucción del suelo es una de las inversiones más grandes que puede hacer hoy la Humanidad”.