En el mundo de la coctelería, los detalles hacen la diferencia. Y uno de los más importantes es el garnish, ese adorno que corona cada copa y que, lejos de ser un simple accesorio visual, se ha transformado en un elemento clave de la experiencia sensorial.
Históricamente, los adornos comenzaron como acompañamientos para mejorar el atractivo estético de una bebida. Con el tiempo, y a medida que la mixología evolucionó hacia una verdadera forma de arte, el garnish dejó de ser un mero detalle decorativo para convertirse en un puente entre lo visual, lo aromático y lo gustativo.
El garnish no solo embellece la copa: es un recurso que invita a disfrutar un cóctel con todos los sentidos. En una cultura gastronómica cada vez más orientada a la experiencia, el adorno es también protagonista, capaz de transformar un buen trago en un momento memorable.
Estilos e ingredientes de los adornos
Cítricos: Rodajas, gajos, ralladuras o twists de limón, lima, naranja o pomelo. Además de aportar frescura, liberan aceites esenciales que potencian la experiencia olfativa de un cóctel.
Hierbas: Una ramita de menta, hojas de albahaca o un tallo de romero pueden transformar un trago, añadiendo aromas que contrastan o complementan los sabores principales. Son infaltables en clásicos como el mojito o el julep.
Frutas: Desde la cereza en un Manhattan hasta un pincho de frutos rojos, aportan color, textura y dulzura natural.
Flores comestibles: Violeta, rosa o hibisco. Embellecen la copa con colores vibrantes y, al mismo tiempo, añaden notas delicadas y fragantes.
Bordes: azúcar, sal o condimentos en el filo del vaso pueden cambiar por completo la percepción de un cóctel, agregando textura y nuevos matices de sabor en cada sorbo.
Otros opciones: Aceitunas en el Martini, cebollitas en el Gibson o hasta un crujiente de panceta en un Bloody Mary. Estos adornos invitan a jugar entre lo clásico y lo innovador.
Con información de DIAGEO BAR ACADEMY