“En el último año los precios de los fertilizantes exhibieron un marcado incremento, incluso en relación con el precio de los granos. Para el caso del maíz, en julio se necesitaba en Argentina entre un 30% y un 39% más de grano para comprar la misma cantidad de fertilizantes que el año pasado, lo que impacta negativamente sobre la decisión del productor”, reveló el informe de la Gerencia de Estudios Económicos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
Además de la situación que se deriva de la volatilidad en los mercados internacionales, Argentina se encuentra ante una escasez de divisas que llevó al Banco Central (BCRA) a fijar en marzo cupos al acceso al mercado de cambios para importaciones, que implican que en 2022 se podría importar por un monto equivalente al menor: del valor de las importaciones FOB de 2021 más un 5%, o de las importaciones del año 2020 más un 70%, prorrateado por mes, con la posibilidad de adelantarse hasta un 20% del cupo anual.
“Es evidente que no otorgar prioridad a las dificultades que existen hoy en los mercados de fertilizantes podría traducirse en una menor disponibilidad de divisas por el potencial impacto en producción”, explicó el informe, dirigido por Agustín Tejeda Rodríguez, y analizó también sus consecuencias productivas.
La reciente caída de los precios de los fertilizantes se atribuye a la disponibilidad de nueva información que indicaría, por un lado, que la pérdida de las exportaciones rusas y bielorrusas de fertilizantes no serían tan importantes como se esperaba al comienzo de la invasión en febrero. Por ejemplo, aunque Rusia anunció restricciones a las exportaciones de fertilizantes hasta junio de 2022, no resulta claro si estas restricciones se han puesto en práctica. Si bien Rusia ha dejado de publicar sus datos de comercio, países como los Estados Unidos y Brasil han reportado importaciones de fertilizantes rusos (USDA-FAS, 2022).
Otros factores también han atenuado los efectos mundiales de las restricciones rusas sobre las exportaciones de fertilizantes. La demanda de fertilizantes aumenta en ciertas épocas del año a medida que las diferentes regiones productoras entran en las distintas etapas fenológicas.
Según el documento “Mercados de fertilizantes: efectos sobre el agro argentino”, “el momento de la invasión rusa y las posteriores restricciones a los fertilizantes fue fortuito, ya que la aplicación de éstos no es necesaria hasta junio, cuando comienza la temporada de crecimiento en América del Sur, aunque las compras normalmente se producen antes. Este desacople entre las compras y el uso efectivo permitió a los gobiernos y agricultores de América del Sur buscar alternativas a los fertilizantes rusos”.
Implicancias en Argentina
Para el caso particular de Argentina, gran parte de la aplicación de fertilizantes granulados en fina se hace entre junio y agosto, con compras en febrero o marzo, mientras que para el maíz temprano el mayor volumen de compras se efectúa en junio y julio. Para los fertilizantes líquidos, en cambio, las compras pueden ser más tarde.
Por su parte, la soja no requiere fertilizantes nitrogenados adicionales por realizar fijación biológica del nitrógeno (FBN). El mismo es un proceso biológico por el cual, a través de la simbiosis entre las leguminosas y las bacterias del género rhizobium, el nitrógeno atmosférico del aire es fijado en nitrógeno asimilable para las plantas.
Para la Bolsa “estos hechos indicarían que, el mercado de fertilizantes sería menos ajustado de lo que inicialmente se esperaba y, por lo tanto, los precios parecerían haber tenido una reacción excesiva”.
Por otra parte, al considerar un escenario de base (cantidades promedio 2020 y 2021, y precios promedio ene-jun de 2022), el tope se alcanzaría en el mes de agosto, quedando un 57% de las necesidades de importación sin cumplir hacia el fin del presente año.
Se analizan en el estudios, además, dos escenarios alternativos extremos. El primer caso supone una menor siembra de maíz, superficie que pasaría a destinarse al cultivo de soja. Aunque bajarían los requerimientos de importaciones, se superaría de todas maneras el tope del BCRA y el cambio implicaría un menor ingreso de divisas por exportación de granos, con perjuicio neto para la balanza de pagos.
El segundo escenario alternativo sostiene precios para el resto del año iguales a los niveles de junio de 2021 y, nuevamente se superarían ampliamente los montos impuestos por el BCRA. De hecho, para que las importaciones alcancen el límite habilitado por el BCRA sin compensar vía cantidades, los precios de los fertilizantes a importar deberían caer, en promedio, un 58% por debajo de los de junio de 2021. En la práctica se esperaría una combinación de estos efectos, con caída de precios y cantidades, aunque aun así difícilmente las necesidades estén dentro de los límites permitidos.
Para paliar la situación, la Bolsa de cereales advierte que el BCRA tomó medidas que buscan otorgar más flexibilidad importaciones de insumos, pero continúa la preocupación sobre el volumen de negocios que podrían aprovechar esta excepción, por lo que habrá que seguir de cerca el mercado en los próximos meses.
Datos:
En grandes cifras, en 2020 Argentina consumió 5,3 millones de toneladas de fertilizantes, de los cuales 56% eran fertilizantes nitrogenados, 38% fosfatados y 6% azufrados, representando los tres principales cultivos (maíz, trigo y soja) el 72% de toda la utilización (ReTAA – Bolsa de Cereales, 2022); Fertilizar 2022). Y aproximadamente el 65% de estos fertilizantes utilizados son importados, siendo China, Egipto, Marruecos y EE.UU. los principales proveedores.
El 35% restante del consumo de fertilizantes en Argentina proviene de la producción de la industria nacional. Dentro de la industria domestica hay una importante consolidación del mercado, con las diez principales empresas representando el 75% de la cuota de mercado total, concentradas fuertemente en la producción de fertilizantes basados en nitrógeno.
Una menor aplicación de fertilizantes no solo puede llevar a la reducción de los rendimientos sino también a obtener balances de nutrientes negativos en el suelo (se extrae más de lo que se incorpora). Los desbalances nutricionales llevan a la degradación de la fertilidad nativa del suelo, ejemplificada en las marcadas disminuciones de materia orgánica y las caídas en la productividad (García, 2006).
A su vez, hay cultivos, como trigo, cebada y maíz, que necesariamente requieren la incorporación de nutrientes vía fertilización para su crecimiento y desarrollo; por lo que los precios altos de los insumos y disrupciones en las cadenas de suministros pueden provocar una distorsión en los esquemas de rotación de cultivos.