as negociaciones por Gaza en Qatar están congeladas. De hecho, parecen haberse saltado por completo, dado que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, retiró a la delegación israelí de Doha.
Las razones, según el Estado judío, no residen solo en las peticiones reiteradas por Hamás en la mesa de negociaciones, sino también en la resolución sobre el alto el fuego inmediato en la Franja y la liberación de los rehenes aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU con abstención -por primera vez- de Estados Unidos.
Por ello, el equipo dirigido por el jefe del Mossad, David Barnea, abandonó la mesa de negociaciones, aunque Qatar negó que las conversaciones estén definitivamente muertas y una fuente israelí informó que los técnicos de la delegación siguen allí. La medida de Israel siguió la posición de Hamás unas horas después de la votación de la ONU.
La facción islámica dijo que había informado a los mediadores que “el movimiento se apega a su visión presentada el 14 de marzo, porque la ocupación no respondió a ninguna de las demandas fundamentales”. Entre ellas, confirmó “un alto el fuego total, la retirada total de la Franja de Gaza, el regreso de los desplazados y un verdadero intercambio de prisioneros”.
“La posición de Hamás -atacó la oficina de Netanyahu- demuestra claramente que no está interesado en continuar las negociaciones y representa una prueba dolorosa del daño causado por la decisión del Consejo de Seguridad”.
Estados Unidos cuestionó esta reconstrucción calificandola -según el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller- de “inexacta en todos los aspectos”. Pero la oficina del primer ministro insistió en que “Israel no cederá a las extravagantes exigencias de Hamás y seguirá actuando para lograr los objetivos de la guerra”.
No es casualidad que el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, que también se encuentra en Estados Unidos en relación con la ofensiva anunciada en Rafah, advirtiera inmediatamente al Secretario de Estado, Antony Blinken, que “Israel no dejará de operar en Gaza hasta que regresen los rehenes: solo una victoria decisiva pondrá fin a la guerra”. Fue el secretario de Defensa, Lloyd Austin, quien respondió a Gallant y reiteró que en Gaza “el número de víctimas civiles es demasiado alto y la cantidad de ayuda humanitaria demasiado baja”.
Mientras tanto, en la red diplomática tejida por Hamás, el líder de la facción islámica Ismail Haniyeh fue a Teherán para reunirse con su principal aliado, Irán. Y reivindicó el documento aprobado en la ONU: “Aunque llegó tarde y puede haber lagunas que colmar, la resolución indica que la ocupación de Israel está sufriendo un aislamiento político sin precedentes”, declaró con aparente satisfacción.
La resolución, continuó, también muestra que Estados Unidos ya no es capaz de imponer su voluntad a la comunidad internacional y es “una señal de la resistencia única del pueblo palestino”.
En el día 172 de la guerra, en tanto, la ONU insistió en el flujo total de ayuda, dada la dramática situación.
Hamás pidió que se ponga fin a los lanzamientos de rescate desde aviones y se abra el acceso terrestre a los convoyes humanitarios: según las autoridades locales, 18 personas murieron en el intento de recuperar los paquetes, de las cuales 12 se ahogaron en el mar y otras 6 en accidentes relacionados con el aterrizaje de ayuda en paracaídas.
Mientras la Media Luna Roja anunció que el hospital al-Amal de Khan Yunis, en el sur de la Franja, “dejó de funcionar” después de que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) “evacuaran las instalaciones y bloquearan las entradas”.
Israel, en cambio, confirmó la muerte de Marwan Issa, miembro de las Brigadas Qassam, el ala militar de Hamás, asesinado el pasado 11 de marzo en un búnker de Nesseirat, en el centro de la Franja. Y la tensión con el Líbano no está disminuyendo: después del lanzamiento de cohetes por parte de Hezbolá, las FDI volvieron a atacar objetivos del Partido de Dios “en lo profundo” del territorio libanés. (ANSA).